x Pedro Canales Tapia*
La Serena
La Serena
Hacia 1810 en la zona sur de Chile y Argentina, el país mapuche o Wallmapu (antiguo territorio en mapudzungún) vivía de acuerdo a sus códigos y valores ancestrales. Nunca fue un territorio ni chileno ni argentino declarará, entre otros historiadores, Pablo Marimán
Los relatos orales trasmitidos de generación en generación, tanto del lado chileno como argentino, de este territorio, dan cuenta de una larga tradición y sentido de la historia como construcción social ancestral y fuente olistica gestora de imaginarios en la explicación del origen del hombre del antiguo territorio. Primero fue la creación, luego un gran cataclismo y por último la supervivencia de los antiguos hombres de la tierra. Al respecto el académico Hugo Carrasco citando relatos orales referidos a la creación, indica entre otros aspectos los siguientes:
“Mi Dios hizo un barro primero y una agüita. Hizo agua y Él después la mandó secar”
Resaltando afirmaciones que denotan una fuerte relación deidad – pueblo:
“En el principio, Dios dijo: voy a crear el mundo, la tierra y se creó[3]”,
El mundo habría sido creado, según otros relatos, de un puñado de tierra en:
“(...) en esta mano (izquierda) y buscó un ganchito de maqui y entonces lo peló bien y lo puso dentro de la tierra, aquí”[4].
Luego un gran cataclismo habría destruido la primera creación. Los mapuche habría superado la crisis y sus linajes habría iniciado un nuevo contrato con la deidad.
“Debe haber sido hace muchos años-indican los relatos-; ellos tenían más de cien años cuando fallecieron y yo tengo mucho más de setenta. Pero era lo que me conversaban mis abuelos. Hubo una gran agua, el mar se salía, se desbordaban los río y se llenaron todos los campos. Ellos se salvaron porque se subían a los cerros(...)”[5].
Y allí, continua la narración:
“(...) hacían cataritos que se ponían en la cabeza porque la lluvia era muy fuerte. Y aquí llovió más de tres meses sin parar. Y murieron los animales, los chanchos y las gallinas. Y las casas fueron llevadas por el agua. Entonces ellos arriba del cerro hicieron una oración y le pidieron al Señor que no lloviera más. Entonces hicieron un guillatún para poder calmar el agua, y seguramente nuestros Señor los escuchó porque se calmaron las aguas. Todos los mapuche se subieron a un cerro que queda al otro lado del Bío-Bío y allí después se esparcieron por la tierra y la poblaron”[6].
La ritualidad y ceremonialidad mágica, al son del transe, inspirado por el kultrun, la trutruka y la pifilka, unidos al canto eterno de la machi y la sabiduría educadora del kimche[7], eran clara evidencia de que dicho mundo no era el mundo ideado por las Repúblicas y sus estructuras post coloniales. Para Marimán:
“Se considera que la sociedad Mapuche es uno de los pocos pueblos originarios del continente que en pleno proceso de conquista, colonia y posterior formación de las repúblicas, mantuvo, acrecentó y controló un extenso territorio que iba entre los mares Atlántico y Pacífico de América del Sur”[8];
argumentando como aspectos proclives a esta situación:
“(...) límites geográficos (ríos, pampas, cordilleras) y pactos políticos, como fueron los parlamentos efectuados con la monarquía española (entre 1641 y 1803)”[9].
De acuerdo con José Bengoa, el basto territorio mapuche era sin lugar a dudas:
"(...) uno de los mayores territorios indígenas de toda América del Sur. Pocas veces un grupo étnico homogéneo, una lengua, una unidad étnica cultural y racial, ocupó un territorio tan amplio”.
Según el autor antes citado, los mapuche, en el Wallmapu:
“(...) viajaban desde el cautín hasta kilómetros adentro de la actual provincia de Buenos Aires”.
El gran Calfucura, según Bengoa, tenía sus reales instalados en la Pampa, en la localidad de Salinas Grandes.
“Allí asentaba sus toldos este pehuenche nacido cerca de Villarrica, en el lado chileno de la cordillera. Cruzaban los boquetes cordilleranos con sus enormes arreos de animales. Se veía en medio de las pampas la <
En otro sentido, en el seno del país Mapuche se desplegaban –por aquellos años- relaciones interétnicas por un lado, caracterizadas, por la convivencia de varios sujetos culturales, y relaciones fronterizas, y por otro, reconocidas como vinculantes entre economías agroganaderas indígenas y los circuitos capitalistas mercantiles periféricos. En términos culturales Marimán destaca el orden territorial del Wall Mapu. Sostiene:
“No hay sitio del Wallmapu (...) sin su respectiva denominación, prueba de ello son los nombres que identifican innumerables rincones y accidentes geográficos como lagos, montañas, ríos, pampas, mallines, montes. Todos ellos configuran el país Mapuche, concepto que utilizaron para denominar esta geografía innumerables viajeros que la surcaron con afanes científicos, políticos o económicos”[11],
resultado de la división natural del Wallmapu, a partir de la Cordillera de los Andes, las regiones denominadas Puelmapu (al oriente) y Gulumapu (occidente), subdividiéndose a su vez:
“Distintos ecosistemas: estepas de altura, litorales, cumbres, montes, llanos, cuencas lacustre y ribereñas (...)”
los cuales:
“(...) fueron ocupados por los mapuche adoptando a su vez los nombres genéricos con que se denominaron: Pewenche, Rankülche, Lafkenche, Lelfünche, Chaziche, Tewelche, etc”[12].
Por otra parte, en el ámbito ritual – fronterizo, Leonardo León en su libro Maloqueros y Conchavadores describe la situación política y económica de los mapuche de la Araucanía y Pampas a fines del siglo XVIII y principios del XIX. Al respecto indica que la dinámica de flujo de ganado en la Pampa:
"(…) aceleró la migración de los linajes araucanos hacia las Pampas y la Patagonia, los que se dirigían hacia el oriente para tomar posesión permanente de los paraderos provisionales, de las fuentes de agua fresa, de los pasos de montaña y vados de ríos y asegurar así el control de los principales puntos estratégicos. De este modo se aseguraban -añade- se eliminaban los riesgos que implicaba la travesía por el "Desierto" y se aseguraba que el producto del malón llegase a salvo a los asentamientos de Neuquén, Limay o Araucanía. (...) las rutas de los maloqueros se fueron cubriendo de rehues"[13];
definiendo y concediendo un sitial preponderantemente fronterizo al conchavador, como uno de los principales:
"(...) protagonistas del comercio legal e ilegal que echo raíces a través de las fronteras indígenas en el siglo XVIII"[14],
según este autor. El cual, como grupo sociocultural:
"(...) constituían una extensa red de hispanocriollos, mestizos e indígenas cuya principal tarea consistía en actuar como intermediarios entre ambos mundos. Unidos entre sí por lazos de parentesco ceremonial o político, el ámbito geográfico que cubrían se extendía más allá de las localidades puramente fronterizas, traspasando las barreras administrativas o étnicas que separaban a los indígenas de los europeos e integrando de ese modo zonas que carecían de contacto directo"[15].
En las capitales nacionales y otras ciudades secundarias, la situación era otra. Los grupos de poder –las élites- luchaban por la posesión del poder, la mantención o no de la institucionalidad y los proyectos de hegemonía política. En este contexto, los mapuche del Wallmapu fueron identificados y marcados, según lo indica Milán Stuchlik, por medio de estereotipos. Para este antropólogo la raíz del problema radica en una situación particular:
“(...) como la sociedad global dispone de conocimientos limitados y derivados del sentido común, no de conocimientos exactos y científicos, define la identidad mapuche no por una variedad amplia de rasgos, sino más bien por un conjunto limitado de ellos, concebidos en un momento histórico como los más importantes”[16],
surgiendo de este modo, según Stuchlik, los estereotipos, es decir:
“(...) un principio de clasificación a través del cual el individuo o el grupo de individuos están automáticamente definidos como mapuche y los miembros de la sociedad mayoritaria toman la actitud apropiada hacia ellos”[17].
Chile y Argentina, al igual que los demás Estados Nacionales de la región, una vez consolidado el organigrama republicano ”(...) tuvieron que reorientar sus economías en función de las conexiones particulares que empezaron a buscar sus grupos dirigentes con los mercados más desarrollados del capitalismo decimonónico”[18].
Argentina, por ejemplo, al ser desarticulado el circuito comercial entre Buenos Aires y el Alto Perú comenzó, literalmente, en términos productivos y exportadores, a mirar hacia el sur. En este contexto, “(...) la lana y el ganado vacuno no sólo atrajeron capitales extranjeros, sino obligó a los grupos dirigentes a prestar atención a lo que ocurría al sur de las antiguas provincias del Río de la Plata”.
Jorge Pinto sostiene, en este ámbito, que luego de constituido el mercado de la tierra, la presión de los estancieros respecto del Wallmapu, fue –apoyándose en palabras de Hilda Sabato- insostenible. Indica el autor:
“El estado en formación en la Argentina inició, así, tempranamente, un acoso a ese mundo que, hasta el XVIII había logrado sobrevivir gracias a la complementariedad de las redes y circuitos comerciales (...)”
[19].
A diferencia del caso chileno, Juan Manuel de Rosas tempranamente (1833 – 1834) ideó una primera campaña de ocupación del desierto, como eufemísticamente le denominaban a la zona de las pampas. El gobernante “tuvo plena conciencia de ésto, al punto de ser uno de los primeros en hacerse cargo de las demandas de los hacendados del interior, cuyas presiones obligaban al gobierno a favorecer la ocupación de aquellas tierras, o, al menos, a terminar con la inestabilidad ocasionada por los indios, según las denuncias de los propios hacendados”[20].
A diferencia del caso chileno, Juan Manuel de Rosas tempranamente (1833 – 1834) ideó una primera campaña de ocupación del desierto, como eufemísticamente le denominaban a la zona de las pampas. El gobernante “tuvo plena conciencia de ésto, al punto de ser uno de los primeros en hacerse cargo de las demandas de los hacendados del interior, cuyas presiones obligaban al gobierno a favorecer la ocupación de aquellas tierras, o, al menos, a terminar con la inestabilidad ocasionada por los indios, según las denuncias de los propios hacendados”[20].
Si bien esta primera expedición no rindió los frutos esperados, dicho proyecto descansó en los archivos del Ejecutivo argentino. El desierto sería ocupado a fines de la década de 1870 de la mano, esta vez, de Julio Argentino Roca. En Chile, Cornelio Saavedra será el nuevo héroe chileno. La República liberal de Pinto, Santa María y Balmaceda aseguraba su expansión capitalista.
* Profesor de Historia (USACH); Magister en Cs. Sociales Aplicadas (UFRO); Doctorando en Historia Latinoamericana (UARCIS). Profesor de Historia de Chile y América UPV, ULARE y UMAR, sede La Serena.
[1] Marimán, Pablo. Los Mapuche antes de la conquista militar chileno-argentina. En Marimán, Pablo et al. ¡... Escucha, winka...! Cuatro ensayos de Historia Nacional Mapuche. Ediciones LOM. Santiago. 2006. p. 53.
[2] Carrasco, Hugo. Algunos fundamentos míticos del valor de la tierra entre los mapuches. En Orellana, Marcela & Muñoz, Juan Guillermo. Comunidades Indígenas y su Entorno. USACH. Santiago. 1992. p. 15.
[3] Carrasco, Hugo. Op. cit.
[4] Ibíd.
[5] En Bengoa, José. Historia del Pueblo Mapuche. Ediciones Lom. Santiago. 2000. p. 15.
[6] Ibíd: 15.
[7] Kimche: hombre sabio.
[8] Marimán, Pablo. Los Mapuche... Op. Cit. p. 53.
[9] Ibíd
[10] Bengoa, José. Historia de un a conflicto. El Estado y los Mapuches en el siglo XX. Editorial Planeta. Santiago. 1999. p. 21.
[11] Marimán, Pablo. Los Mapuche... Op. Cit. p. 54.
[12] Ibíd
[13] Marimán, Pablo. Los Mapuche... Op. Cit. p. 63.
[14] León, L. Maloqueros... Op. Cit. p. 119
[15] Ibíd: 119-120.
[16] Stuchlik, Milán. Rasgos de la sociedad Mapuche contemporánea. Ediciones Nueva Universidad. Santiago. 1974. pp. 27-28.
[17] Ibíd: 28.
[18] Pinto, Jorge. Integración y desintegración de un espacio fronterizo. En Pinto, Jorge (editor) Araucanía y Pampas. Ediciones Ufro. Temuco. 1996. p. 36.
[19] Ibíd: 37.
[20] Ver Rosas, Juan Manuel. Diario de la expedición al desierto, 1833-1834. Ediciones Pampa y Cielo. Buenos Aires. 1965. pp. 53 – 56. En Pinto, Jorge. Integración y desintegración de un espacio fronterizo. En Pinto, Jorge (editor) Araucanía y Pampas. Ediciones Ufro. Temuco. 1996. p. 38.
[2] Carrasco, Hugo. Algunos fundamentos míticos del valor de la tierra entre los mapuches. En Orellana, Marcela & Muñoz, Juan Guillermo. Comunidades Indígenas y su Entorno. USACH. Santiago. 1992. p. 15.
[3] Carrasco, Hugo. Op. cit.
[4] Ibíd.
[5] En Bengoa, José. Historia del Pueblo Mapuche. Ediciones Lom. Santiago. 2000. p. 15.
[6] Ibíd: 15.
[7] Kimche: hombre sabio.
[8] Marimán, Pablo. Los Mapuche... Op. Cit. p. 53.
[9] Ibíd
[10] Bengoa, José. Historia de un a conflicto. El Estado y los Mapuches en el siglo XX. Editorial Planeta. Santiago. 1999. p. 21.
[11] Marimán, Pablo. Los Mapuche... Op. Cit. p. 54.
[12] Ibíd
[13] Marimán, Pablo. Los Mapuche... Op. Cit. p. 63.
[14] León, L. Maloqueros... Op. Cit. p. 119
[15] Ibíd: 119-120.
[16] Stuchlik, Milán. Rasgos de la sociedad Mapuche contemporánea. Ediciones Nueva Universidad. Santiago. 1974. pp. 27-28.
[17] Ibíd: 28.
[18] Pinto, Jorge. Integración y desintegración de un espacio fronterizo. En Pinto, Jorge (editor) Araucanía y Pampas. Ediciones Ufro. Temuco. 1996. p. 36.
[19] Ibíd: 37.
[20] Ver Rosas, Juan Manuel. Diario de la expedición al desierto, 1833-1834. Ediciones Pampa y Cielo. Buenos Aires. 1965. pp. 53 – 56. En Pinto, Jorge. Integración y desintegración de un espacio fronterizo. En Pinto, Jorge (editor) Araucanía y Pampas. Ediciones Ufro. Temuco. 1996. p. 38.
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