domingo, 25 de diciembre de 2011
domingo, 6 de noviembre de 2011
Hacia nuevas formas de concebir el actuar pedagógico
“La escuela democrática que precisamos no es
aquella en la que sólo el maestro enseña, en la
que el alumno sólo
aprende y el director es
el mandante todopoderoso.”
Paulo Freire
Por Rubén Manzano Jaure.
Profesor de Historia y Geografía.
Liceo José Santos Ossa, Vallenar.
No es fácil ser profesor hoy en día, y más aun con la constante crisis institucional que viven los liceos y escuelas del país, las cuales más que convertirse en instituciones fomentadoras de los valores y aprendizajes deseados por el Estado, solo se han convertido (para la percepción de los estudiantes), en reproductoras de las desigualdades de las sociedades post-industriales.
aquella en la que sólo el maestro enseña, en la
que el alumno sólo
aprende y el director es
el mandante todopoderoso.”
Paulo Freire
Por Rubén Manzano Jaure.
Profesor de Historia y Geografía.
Liceo José Santos Ossa, Vallenar.
No es fácil ser profesor hoy en día, y más aun con la constante crisis institucional que viven los liceos y escuelas del país, las cuales más que convertirse en instituciones fomentadoras de los valores y aprendizajes deseados por el Estado, solo se han convertido (para la percepción de los estudiantes), en reproductoras de las desigualdades de las sociedades post-industriales.
¿Cómo entender, entonces, el fenómeno social que estamos viviendo?, ¿las tomas, los paros, la pérdida de autoridad del docente, la resistencia al aprendizaje “modernizador”, los robos al interior de los establecimientos? ¿Cómo entender que las juventudes actuales estén articulando identidades al margen de los propósitos educativos del Estado?, ¿Qué rol cumplen los profesores?
Las interrogantes son múltiples, pero aquí nos enfocaremos en algunas ideas fundamentales del actuar docente.
El perfil de los estudiantes es fundamental para dirigir los lineamientos pedagógicos en el actuar del profesor. Los jóvenes de hoy han construido su identidad social juvenil en base a ciertos valores legitimados en sus prácticas, entre estos están: 1) Respeto a la diversidad, la justicia, y la libertad. 2) Construcción permanente de su identidad condicionada por estímulos externos, así también, valoración a las prácticas callejeras (cultura callejera) . 3) Tolerancia hacia las expresiones sociales, de género y de identidades. 4) En términos culturales, idealistas y con utopías de un mundo mejor, diversidad en la música, los gustos, los intereses en general.
Dentro de este contexto es necesario cambiar las prácticas pedagogías dentro de las aulas, para esto surge la necesidad urgente de revisar ciertos aspectos teóricos que pueden dar señales de cómo abordar la problemática:
Antes de comenzar, es necesario plantear que dentro la lógica del paradigma constructivista, no tribal, sino vanguardista y contextualizado a las realidades correspondientes. En donde la concepción normalista, teleológica y dramatúrgica, carece de pertenencia educativa, al menos en los contextos actuales, dicho de otro modo, la concepción constructivista plantea que no se concibe el aprendizaje como una reproducción de la realidad, sino como una modificación e integración permanente, una construcción de esta misma, en base al contexto, al conocimiento que se posea, dicho de otra manera, no podemos convertirnos en transmisores de información, ya que la información está ahí al alcance de todos, es absurdo, como plantea Paulo Freire. Lo realmente necesario es generar pautas de trabajo en donde se aplique lo que se sabe, generando pautas de comportamiento.
Otro punto fundamental también es, las relaciones personales, en qué sentido, en el que, un docente debe valorar los aprendizajes previos de los estudiantes, valorar la multiplicidad de las inteligencias, variar los procesos evaluativos, de esta forma se está reconociendo la heterogeneidad de realidades en el aula, también se está contextualizando la particularidad del proceso, y necesariamente al hacer esto, se hace justicia con el estudiante, reconociendo su forma de aprender, distinta tal vez a como la concebimos (parcelada, rigurosa, metódica). Al mismo tiempo con esto el estudiante reconoce el valor que el docente entrega al trabajo y al proceso, evitando frustraciones tempranas, por una baja calificación, y fomentamos una mejor autoestima. Así también a la hora de evaluar, el criterio del docente es fundamental para no generar frustración, y no hacer del proceso evaluativo una práctica monótona, que se rija por evaluaciones escritas, sino que debemos diversificar el proceso evaluativo.
El estudiante al darse cuenta que el profesor valora el trabajo, necesariamente genera un querer aprender. Es por esto la relevancia de contextualizar el aprendizaje a la realidad de los estudiantes, de esta forma creamos un lazo directo con lo que se desea aprender.
También entender las distinciones de un aprendizaje efectivo, da importancia al trabajo en grupo (aumenta el interés por el aprendizaje), al generar confianza en el aula, al dejar del lado el profesor como autoridad y eminencia, y transformarlo necesariamente en un docente facilitador y guía. Ser capaces de valorar la heterogeneidad, las identidades pluralistas, esto traerá una concepción de valoración y respeto a la labor, al dialogo, a la humanización del proceso, en donde todos sean protagonistas.
Reconocer el proceso de enseñanza y aprendizaje como humanizador; lo relevante es valorar también esto, facilitando la modificación de las actitudes y la aplicación de las ideas, la escuela debe convertirse en un espacio de acogida, de respeto y generador de nuevas prácticas humananizadoras.
domingo, 25 de setiembre de 2011
"JOSE MIGUEL VARAS HA MUERTO"
x Virginia Vidal
“Institutanos: adhiero al manifiesto y pido que se agregue mi nombre: José Miguel Varas Morel. 6° A 1944. Periodista y escritor”, fue el último y reciente mensaje que me mandó Varas para reenviárselo a Sergio Grez, quien encabeza el Manifiesto de Institutanos por Siempre en solidaridad con el movimiento que están encabezando los estudiantes.
Esta tarde del 23 de septiembre se detuvo el corazón del escritor que dirigió durante quince años el equipo de periodistas chilenos que trabajó en la Radio Moscú en los programas Escucha Chile y Radio Magallanes. A periodistas, escritores, lectores, chilenos de dentro y fuera del país nos duele su partida y acompañamos en el duelo a su esposa Iris Largo Farías, a sus hijas y parientes.
Nació en Santiago el 12 de marzo de 1927. En 1945, ingresó a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, donde cursó primero y segundo año. En 1947 abandonó dichos estudios y durante un año concurrió como alumno libre a clases de Literatura de y Filosofía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.
Su carrera de periodista empezó en 1941 cuando tenía trece años y colaboraba en “El Culebrón” del Instituto Nacional. Para José Miguel no existía separación entre periodismo y literatura, considerándolos tan solo expresiones literarias diversas.
Supo escuchar, observar auscultar la esencia de hombres y mujeres y mujeres de nuestro pueblo, olvidados o dejados de lado por la historia y les dio categoría de héroes No hace pocos días me contaba que estaba escribiendo sobre mujeres que han luchado por mejorar la vida de todos. Reiteramos que cada relato suyo da una curiosa voltereta para escapar a la ficción y dejar la certeza de un trozo de vida palpada y recortada, lo cual impide que se extravíe en la desmemoria.
El Premio Nacional de Literatura le fue otorgado en 2006.
Leer sus obras no sólo es adentrarse en u mundo fascinante, de intensa y rica vida y enorme calidad literaria sino también rendirle el más verdadero y merecido homenaje: “Cahuín”, (cuentos, 1946), “Sucede”, (cuentos, 1950), “Porái”, (novela, 1963), “Chacón” (biografía novelada, 1967), “Lugares comunes”, (cuentos, 1968), “Historias de risas y lágrimas” (cuentos, 1972), “Las pantuflas de Stalin” (crónicas, 1990), “Neruda y el huevo de Damocles” (1992), “El correo de Bagdad”, (novela, 1994), “La novela de Galvarino y Elena” (biografía novelada, 1995), “Exclusivo” (cuentos, 1996), “Cuentos de ciudad” (1997), “Nerudario” (crónicas, 1999), “Cuentos completos” (2001), “Neruda clandestino” (crónica, 2003), “Los sueños del pintor” (novela, 2005), “Milico” (2007), “Conducta de un gato” (2007), “La huachita” (2009), “La dama del balcón”(2009), “Los tenaces” (2010).
FUENTE:
miércoles, 7 de setiembre de 2011
Política de sociedad y ciudadanía en un país periférico bajo el sistema capitalista neoliberal. La posmodernidad política, herencia de la dictadura
x Rafael González Romero
Historiador, La SerenaResumen
La sociedad chilena luego de los 17 años de dictadura comenzó un proceso de despolitización, quietismo y conformidad, símbolos universales del proceso de posmodernización, característico de las sociedades desarrolladas.
El gran problema es que Chile no pertenece al club de los desarrollados, por tanto esta actitud responde más a una sutil imposición desde los Mass media, la publicidad y propaganda, las que han provocado un hastío de la sociedad industrial y sus problemas.
Palabras claves: Modernidad, posmodernidad, ciudadanía, política, sociedad.
Abstract
Chilean society after 17 years of dictatorship began a process of depolitization, quietism and conformity, universal symbols post modernization process, characteristic of developed societies.
The big problem is that Chile does not belong to the club of developed, so this attitude is more a subtle imposition from the media, advertising and propaganda that has led to a distaste for industrial society and its problems.Keywords: Modernity, postmodernity, citizenship, politics, society.
Introducción
Es significativo el cambio de la sociedad chilena durante los años de dictadura, la preocupación por la política y el futuro de la vida social del país quedó en manos de unos pocos, pues la sociedad civil fue apartada de la política. Luego de años de represión y lavado de cerebro a través de los mecanismos de dominación como el trabajo, los Mass media, la publicidad y la propaganda, la ciudadanía cambió su forma de ver la política.
Esto, dió como resultado una sociedad despolitizada incapaz de empoderarse, dejando en manos de otros las decisiones que dirigirán su vida de una u otra forma. El discurso construido es el de no estar ni ahí, para qué participar, si no va a cambiar nada, eso es lo que las elites quieren que pensemos, si no participamos de forma crítica no podremos hacer nada, pero si lo hacemos, entonces, existe la posibilidad cierta de construir una nueva alternativa desde abajo que logre derribar el quietismo posmoderno, alternativa que no deje afuera ninguna herramienta de liberación de este sistema.
Es tiempo de reorganizar la sociedad en una nueva estructura que desplome al individualismo como patrón de convivencia, instaurado por el sutil autoritarismo posmoderno destinado a separar a las personas, para que no puedan construir nuevas alternativas, pues uno de los postulados del posmodernismo es que la situación actual es intransformable.
Planteamiento del problema
En el Chile de finales del siglo XX, principios del XXI, surge un sistema de alienación socio-político-económico, característico de los países “desarrollados”, lo cual no indica, que como país, se haya logrado tal status, sino más bien, es una consecuencia de la apertura al mundo y la implantación de un “régimen” neoliberal feroz, por parte de la dictadura de Pinochet y que luego los gobiernos “democráticos” de la Concertación siguieron con total agrado.
Ésta, alienación, es llamada posmodernidad, la cual surge de la modernidad negando sus universalismos e implantando unos propios.
Dentro, de la denominada posmodernidad, lo que interesa dilucidar a ésta investigación son sus aspectos políticos reflejados en el sistema implantado por la dictadura en los ochenta y seguido por la Concertación de Partidos por la Democracia y la oposición de derecha (ahora gobierno), en los últimos veinte años, en una lucha partidaria de pantomima, sin vencedores ni perdedores, bajo el amparo del sistema electoral binominal, y sus consecuencias sociales.
Obviamente, el problema descrito, nos afecta a todos, ciudadanos votantes o no votantes[1] que vivimos en Chile y que presenciamos con un espasmo taciturno, apático e impasible el devenir de la política y la alienación de la propaganda y la publicidad.
Luego, de la pérdida de sentido del ideal moderno (para algunos; los posmodernistas), se ha entrado en una fase de depresión generalizada donde se escuchan teorías como la del fin de la historia, al no haber más futuro que el presente, por no existir contrapeso al liberalismo, del fin del humanismo por el cambio del hombre por la tecnología como motor de la sociedad, del ciudadano, de las ideologías, etc.
Es claro, bajo estos parámetros, que nuestro país, también pasa por ese malestar, pero no provocado por nuestro desarrollo como en los países centrales, sino, por nuestra increíble capacidad de imitar lo que los países del norte realizan, aunque pocas veces se imita lo bueno o de buena manera.
Para, concentrar la investigación, se cuenta con un objetivo general, encargado de dirigir y limitar: analizar las tendencias posmodernas en la política, la ciudadanía y la sociedad chilena de los últimos veinte años.
Más, tres objetivos específicos, llamados a operacionalizar la investigación; Describir la política llevada a cabo desde la dictadura hasta 2010 respecto a sus influjos posmodernistas; caracterizar al tipo de ciudadano surgido tras la dictadura militar y su cristalización durante la “democracia binominal”, y puntualizar, aspectos de la sociedad chilena influenciada por las dinámicas posmodernas.
La relevancia, de la investigación, la podemos encontrar en tres áreas, primero, la científica; donde se busca formar una base teórica sustentada por autores nacionales, críticos de los avances y retrocesos del país. Segundo, la relevancia humana; destinada al individuo, que debe ser capaz de repensar y evaluar la situación y el sistema en el que está inserto. Y tercera, la relevancia social; dirigida al conjunto de la sociedad, como base de cualquier país, no puede estar indiferente a las actividades del Estado y de sus administradores, los políticos y grupos afines, ni de cómo se organiza esta administración.
Lineamiento teórico
El marco teórico, a seguir, es una conceptualización de términos necesarios para la comprensión del presente trabajo.
Podemos iniciar diciendo que “(…)la modernidad emergió como un proyecto de emancipación humana”[2], que cambia la práctica del hombre[3] hasta ese entonces, “(…) si entendemos práctica corno acción encaminada a la emancipación”[4], específicamente contra el sistema feudal y teocéntrico de la edad media occidental. El proyecto moderno en realidad “(…) pese a sus innegables logros no se plasmó”[5], debido a su tendencia totalizadora.
Es más, “Entre los grandes discursos de la Modernidad Ilustrada se encuentran: la humanización del programa de la razón”[6], es el hombre el encargado de dirigir su destino, gracias a la capacidad de su intelecto deductivo-inductivo asociando “(…) la racionalidad con la cultura occidental considerándose que las otras son irracionales (racionalidad espacial).”[7],lo cual produjo nefastas consecuencias, como sabemos, para los pueblos contactados por los europeos desde el siglo XVI, además implica que “(…) las sociedades deben cambiarse con proyectos racionales (papel de las ideologías)”[8]. Es principalmente:
“Esta apelación a la razón… por la modernidad significó Desarrollar las fuerzas productivas a través del desarrollo de la ciencia y la tecnología; defender los elementos de la cultura capitalista occidental; lograr una secularización del Estado”[9]
Sin embargo, a pesar de los evidentes avances tecnológicos y científicos “(…) la modernidad ha sido incapaz de resolver los problemas del hombre”[10], puesto que “Los criterios de «razón científica» y el concepto de objetividad, son… una mera sustitución de las imágenes religiosas y metafísicas del mundo antiguo por otra retórica de la verdad”[11], el cientificismo de la modernidad no llevó a la solución de los problemas del hombre, como tampoco su forma de ver la historia donde “(…) las épocas se suceden unas a otras por un concepto lineal de tiempo (por lo que es posible proyectar el futuro)”[12], un futuro que se veía prominente gracias a la acción económica “(…) inseparable del proyecto moderno, con sus discurso sobre la autonomía individual, impulsado por las dinámicas burguesías europeas”[13]. Es el capitalismo, en sus distintas versiones quien dirige a la sociedad moderna, impulsado por la industrialización, las tecnologías y la ciencia, sinónimos de la misma modernidad, pero incluso en su aparente apogeo en el siglo XIX surgieron corrientes, que aunque dentro del proyecto de la modernidad buscaban un cambio; fueron los románticos, socialistas e irracionalistas que reclamaban por la falta de control del hombre de su propia creación. Llegando a extremos como los vividos desde 1914 a 1945 con las guerras mundiales, el proyecto moderno generador de los colonialismos, imperialismos y totalitarismos presentaba su rostro más cruel frente a sus mismos creadores, pues ya los otros pueblos lo conocían muy bien, tras décadas de explotación en beneficio de los europeos.
Durante la Guerra Fría, se cristaliza la decepción de los intelectuales dando origen a “El postmodernismo (que), como línea de pensamiento, aparece en el mundo occidental en las décadas de los 70-80”[14], no es más que “(…) una crítica y una negación de la modernidad realizada de manera unilateral.”[15], que demuestra “(…) las profundas contradicciones que se evidencian entre las actuales condiciones sociales y estructurales que presentan las sociedades capitalistas”[16], el posmodernismo es una crítica pero no una solución al sistema imperante, de hecho, sus postulados dejan al hombre fuera de toda acción “El postmodernismo implica el rechazo, la negación, el abandono de todo proyecto. El hombre no es ya el sujeto del cambio social”[17], entonces “(…) queda abolido el concepto de revolución social y, por tanto, la posibilidad de transformar la actual sociedad capitalista”[18], el hombre queda en un limbo “(…)convirtiéndose en un ente pasivo, conformista, pesimista, carente de fe y valores, todo lo cual contribuye a su degradación moral humana de forma general, y por ende, a la desnaturalización de su esencia.”[19], las sociedades se desgarran en el individualismo y el consumismo.
Siguiendo lo anterior, los hombres y mujeres se transforman en objetos y sus relaciones en conveniencia individualista la cual surge “Cuando no existe ningún meta-nivel al que remitirse para legitimizar las decisiones y el poder que se ejerce, éstas (las relaciones) terminan mostrándose como lo que son: pura conveniencia humana.”[20], implica que “(…) los sujetos se instrumentalizan recíprocamente y orientan su acción según las expectativas del comportamiento de los otros, utilizándolos como medios para lograr fines propios”[21], esto también lo llevan a cabo y de mejor forma las empresas, buscando instrumentalizar a sus clientes.
Pero claro, esto conviene a los poderes fácticos, dominadores de los estados, en el posmodernismo “La fragmentación posmoderna de la sociedad encaja perfectamente con el funcionamiento del mercado libre en el capitalismo avanzado.”[22], hoy “En la nueva sociedad del conocimiento, dominada por los mass media, todos los individuos se encuentran en igualdad de condiciones, por lo que hace posible abolir las clases sociales”[23], esta es la principal falacia del sistema, pues “(…) se concibe el fin de las clases sociales y de la ideología como metarrelatos o construcciones fuertes, apelando también a la universalización de la diferencia y de la tolerancia"[24], se apologizan la diferencia y la tolerancia y se hacen ver como algo bueno y natural, el pobre debe seguir siendo pobre porque esa es su naturaleza, lo mismo el rico ¿y debemos tolerarlo?. La tolerancia es una palabra que implica no estar de acuerdo pero al final te sometes y lo haces, así te enseñan a “tolerar” este sistema, el multiculturalismo contribuye sustentando y administrando la diferencia[25] con su teoría de las culturas inmóviles, para luego generar “(…) una sociedad donde se exaltan la diferencia y el individualismo”[26].
El posmodernismo, para algunos es lo mejor posible pues:
“(…) coloca a los defensores de esta teoría en una “(…) cómoda posición de descompromiso, con proyecto o ideología alguna” (Cano, Lidia, 2000:264) que no es otra cosa en realidad que una defensa de los intereses de la clase dominante dentro de las actuales sociedades capitalistas desarrolladas”[27].
Es simple, no te haces responsable de la degradación experimentada por el hombre “(…) el postmodernismo llama a la inacción, al quietismo, al estaticismo, estimula el individualismo, el egoísmo, el cambio de paradigmas y la pérdida de valores.”[28], por tanto no es una alternativa viable para seguir en ella, si el proyecto moderno no dio las respuestas que buscaba el hombre menos las dará un proyecto que ni siquiera las busca, es el totalitarismo de la apatía.
Marco metodológico
El enfoque metodológico de esta investigación seguirá los parámetros del paradigma Cualitativo Transformativo en su vertiente Emancipatoria, lo que indica aceptar la multiplicidad de realidades formadas por el contexto social, político, económico, cultural y étnico. Además de señalar que el conocimiento se genera a través de la interacción entre los participantes de la investigación, en este caso del investigador con las publicaciones y conferencias de los autores, especificados más abajo, estando los factores históricos de los participantes y de los contextos incluidos[29].
Por tanto, el tipo de investigación que se propone utilizar en este proyecto será del tipo descriptivo, ya que, se busca especificar las propiedades del fenómeno estudiado.
Mientras que las técnicas de recolección de información serán un trabajo de archivo con documentos pertinentes al tema estudiado escrito por los autores Manuel Antonio Garretón, Juan Carlos Gómez Leyton y Luís Corvalán Márquez llevando a cabo un fichaje de los mismos, por tanto los resultados que se presenten sólo serán ciertos para este caso lo que no disminuye su veracidad general. Con estos autores se procedió a realizar una triangulación de la información obtenida, en sus escritos, tanto como en jornadas y conferencias a las cuales el autor asistió o son difundidas a través de internet.
Discusión y análisis de resultados
Luego del retorno de la democracia, se pensó, que las ya viejas prácticas autoritarias devendrían en nuevas formas democráticas y perticipativas, ese pensamiento, ingenuo por lo demás, dada la seguidilla de acuerdos entre una oposición socialdemócrata reconvertida y un régimen dictatorial que daba claras luces, a mi juicio, que no se experimentaría un cambio real, pues, en primer lugar, la constitución ilegitima de 1980 no sería revocada, segundo porque la derecha política se guardaba un amplio poder parlamentario gracias al sistema binominal y tercero porque los militares quedaban con el rotulo de “guardianes de la democracia” demostrando que eran ellos los que tenían el poder y no la nueva sociedad civil, que se habían encargado de desestructurar durante los años de dictadura, lo que suponía para la Concertación administrar lo dejado por Pinochet y sus secuaces, en vez de gobernar un país que iniciaba un periodo democrático.
La política concertacionista, una herencia de la dictadura
Una vez, retornada la “democracia” se pensó que lo hecho por el régimen militar sería al menos profundamente modificado, sino borrado, al parecer era una ilusión de personas ingenuas, ya que “Luego de 17 años de régimen autoritario se ha transitado a una democracia protegida que los propios autoritarios diseñaron y que las fuerzas democráticas no han podido lograr, aun, desmontar”[30], es difícil decir si en realidad han pretendido desmontar este orden cívico-militar dejado por los autoritarios que hoy vuelven a estar en el poder. A pesar de algunos actos teatrales, como la firma de Lagos en la constitución, reemplazando la de Pinochet es claro que, según Gómez Leyton:
“(…) allí estaban todos los que habían jurado mantener la obra institucional de la dictadura como aquellos que habían jurado combatirla. Los únicos que faltaron a la fiesta fueron los ciudadanos y ciudadanas de la sociedad chilena”[31].
La dictadura, desestructuró al estado moderno chileno transformándolo en una imitación de los estados desarrollados gracias a las teorías de gobernanza y “soft power” del norte, destinadas a minimizar el ejercicio del Estado, introduciéndonos en “(…) un sistema, llámese mercados o llámese sistema comunicacional, (que) opera a nivel planetario utilizando o simplemente atravesando y desconociendo a los Estados nacionales.”[32], ya no es exclusivamente el imperio Estado-nación, sino que empresas imperiales junto al Estado Imperial, en palabras de Garretón: “No es que no haya imperialismo, sino que se da en el contexto de esta interpenetración de sistemas, que utilizan y atraviesan a los Estados nacionales y actúan a nivel planetario”[33], dejando poco espacio para la administración política reservando la totalidad para la tecnocracia y el pragmatismo, entonces como postula Corvalán: “(…) la política renuncia a constituir identidades sociales, reservándose para sí sola el terreno más frío de la cambiantes lealtades políticas”[34], debido a la difusión de las posturas posmodernas, en la elite, contra las ideologías contrarias al neoliberalismo, durante los largos años de represión en dictadura.
Tras la caída de la URSS los partidos en el mundo, izquierda y derecha, se volvieron autópicos y por tanto dejaron de creer en el cambio social, Chile no es la excepción, más bien lidera el campo de los “políticos reformados” y en Latinoamérica está a la cabeza de los sistemas quietistas y “gobernables”.
Continuando, las utopías son transformadas y vaciadas de todo sentido por parte de las elites quienes al ejercer control sobre la sociedad han quitado a ésta el ejercicio político colectivo, dejándonos la individualidad, según Gómez Leyton:
“(…) la pérdida de centralidad de la política se refleja, entre otras cosas, en un cambio de sentido de la utopía, en efecto la utopía, ya no es, una cuestión en que se comprometan los ciudadanos, en forma colectiva, sino que es, ella, una cuestión meramente individual”[35]
Es de tal forma coartada la acción política de los ciudadanos, encontrándonos que:
“(…) los actores de clase, partidarios y movimientos sociales… ceden parte importante de su protagonismo a los públicos, redes, audiencias, ONGs, actores identitarios, especialmente étnicos, y poderes fácticos, característicos de la sociedad post-industrial globalizada”[36].
Los partidos ya no cumplen su función y sólo aparecen en un circo televisivo y electoral, basado en el sistema antidemocrático conocido como binominal, trastocando aun más el deficiente sistema democrático representativo, Garretón postula que:
“(…) es que no existe la estructuración, que en otra época existió y que ya no se puede reproducir, entre las formas de organización en la sociedad civil y las organizaciones políticas. Los partidos políticos, que fueron el gran sujeto de la vida social en Chile cumplen su función y la sociedad civil está también organizada por su cuenta. Hay múltiples y miles de organizaciones, 80 mil organizaciones”[37]
Consiguientemente la misma Democracia se ve afectada, pues:
“(…) la democracia pasa a ser concebida ya no como un sistema de participación de los ciudadanos en la determinación de las decisiones políticas de un Estado., sino que, por el contrario, se transforma en un mero mecanismo de legitimación del dominio de las elites”[38].
Mismas elites, que gobernaron con los militares en dictadura y que siguieron a la cabeza del país con los gobiernos de la Concertación, ya que, se crea “La democracia de los acuerdos (que) no es otra cosa que la administración consensuada del capitalismo neoliberal que es instaurado por la dictadura militar”[39], lo cual implica una continuación del modelo neoliberal construido por el poder extranjero “(…) la dictadura es removida por los Estados Unidos y la Concertación es colocada por los Estados Unidos”[40], ante el miedo que provocaban las protestas nacionales contra la dictadura, el país del norte no quería una nueva Nicaragua en Sudamérica por tanto necesitaba “(...) un recambio confiable, esta va a ser la Concertación”[41], no por nada Aylwin, Frei Ruiz-Tagle y Lagos fueron los mayores privatizadores de las empresas del Estado en “democracia”, además, Lagos, según los propios empresarios, fue el mejor Presidente para ellos.
Sin más, es posible delinear que “Otros ejemplos de esta institucionalidad heredada de la dictadura o de los arreglos de la transición son el sistema de televisión pública, que entrega al sector privado su dirección por la vía de la publicidad y el sistema de educación superior”[42], ambos sistemas, la televisión pública y la educación, de pésima calidad informativa y educacional, pues la idea es convertir a la sociedad en un ente sin conciencia de las brutalidades cometidas por los que manejan el sistema, tan enraizado que después de la crisis de 2008 donde se pensaba una reestructuración por parte de los “entendidos”, no ha sufrido cambios, ya que la especulación y el sistema bancario que llevó a la crisis de 1929 y 2008 siguen sin mejoras de calidad que pueda impedir una debacle económica, donde, nuevamente, sólo salen afectados los trabajadores y sus familias, vemos por tanto que
“(…) al bicentenario nos encontramos que ese esquema (dejado por la dictadura) está en pleno desarrollo, está consolidado a tal punto que ya no es necesario que este la concertación administrándolo y lo puede administrar, precisamente la derecha”[43].
Este sistema está pensado para ser administrado de esa forma, dos grupos consolidados, desde el inicio de lo que se llamó “transición a la democracia“, entes que claman para sí todas las aristas de la política dejando en claro que “(…) este régimen político democrático no le pertenece a la ciudadanía, sino a los poderes facticos y a la clase política”[44], transformando a los ciudadanos en alienados políticos a través de la coartación de la participación y la soberanía.
La ciudadanía coartada
Al estar, la política, influenciada por los universalismos de quietismo e indiferencia del posmodernismo el actor de ésta, el hombre; ciudadano(a) se aliena a través de la publicidad y la propaganda centrada en todo menos en las ideas que posibiliten una mejora al sistema binominal, adalid del posmodernismo quietista, conformista y desinteresado en el porvenir social, pues, el ciudadano es innecesario para las elites, esta alienación provoca que:
“Algunos se excluyen porque sienten que la democracia no resuelve sus problemas. Otros porque tienen tal nivel de pobreza o déficit de calidad de vida, que de hecho aunque se afirme su derecho como ciudadanos, no logran participar y entender el mundo, constituyendo un objeto de los medios de comunicación y de los poderes fácticos.”[45]
Porque, la Democracia, ya no pertenece al pueblo, mas bien es un acto de acuerdos de la elite, tampoco la soberanía implícita, se ha convertido, el sistema chileno, en votocracia un simple juego electoral, facilitando “Así, por un lado la base ciudadana se reduce a aquellos que tienen acceso a los bienes y mecanismos que permiten la participación en la vida de la polis”[46], pues los pobres se limitan, en este sistema, a entregar su voto y los jóvenes a no votar, pero además, los ciudadanos votantes de este país “(…) una vez que eligen se van para la casa y dejan que el representante haga lo que quiera”[47], no involucrándose más que en depositar su voto en las urnas. Lo cual auto perpetúa el sistema pues lo que busca es:
“(…) transformar la actividad política de los ciudadanos, especialmente, su práctica electoral, siguiendo los lineamientos que se exponían en materia económica, había que transformar la actividad política de los ciudadanos en una actividad más del mercado, por lo tanto se debe practicar la desregularización o flexibilización del mercado electoral liberando de esa forma a los ciudadanos de sus obligaciones políticas”[48]
Es tal el discurso, que te convencen de que te hacen un favor no dejando que te entrometas en las cosas de la administración de tu vida social, para que si otros lo pueden hacer por mí, yo me dedico a trabajar, otro medio de dominación, trabajando te retiras de la vida política generando que “La ciudadanía opta por retirarse hacia el espacio privado, automarginándose, renunciando a la política, dando origen al partido de los no electores”[49]
Partido de tres millones de personas que no tienen ningún peso en las acciones de las elites pues no tienen mecanismos de presión, tras la pérdida de la revolución sólo nos queda el voto, como consolación y el sistema binominal se encarga de decirnos a quién votar, aun así el voto debe ser obligatorio y transformado en ejercicio de soberanía, en forma cuasi carcelaria transformar en arma todo lo que el sistema te deje ejercer, pues:
“(…) es tan absurdo, que todos aquellos que piden que debe existir la no obligatoriedad del voto, es absurdo porque cualquiera decisión política, que se tome en el Estado, te obliga tanto a ti hayas votado o no hayas votado”[50].
Se dice que no votar es un acto de protesta y en cierto sentido, lo es, sólo que equivocado, es como cruzar los brazos una hora en la noche, no afecta en nada a las elites ni al sistema, “(…) la privatización como la automarginación del ciudadano de la política democrática no debe ser vista como una manifestación de resistencia política a la dominación neoliberal, todo lo contrario, se trata más bien de su triunfo”[51], nos ganan y lo único que hacen algunos es cruzar los brazos, aduciendo ser revolucionario, por su postura egoísta, individualista, conformista y quietista[52].
La Sociedad desgarrada
En Chile se vive un fenómeno, característico de las sociedades desarrolladas, ”La actual sociedad chilena es, como se anunciamos más arriba, un caso exitoso de reestructuración capitalista neoliberal”[53], sin más, constantemente “(…) lo primero que se nos dice es que estamos en un mundo globalizado, en una sociedad globalizada.”[54], pero más específicamente esto no es para nada algo positivo o fuente de satisfacción, pues, “Las sociedades neoliberales, como la chilena, son Conservadoras, despolitizadas, mercantilizadas, divididas e individualistas”[55], son sociedades del conocimiento donde la información manejada por los poderes fácticos controlan a los ciudadanos y su vinculación con el sistema y los mercados pero “(…) hay algo de mito porque no es cierto que el conocimiento y la información hayan reemplazado a la fuerza del dinero, al poder económico en su capacidad de dirigir los desarrollos”[56].
Esa falsedad nos lleva a pensar mas bien “(…) que estamos en presencia de una sociedad del riesgo. Hay autores que señalan que si la sociedad industrial se caracterizaba por producir bienes, la sociedad actual se caracteriza por producir riesgo e incertidumbre.”[57], miedo a los demás promoviendo la diferencia y la tolerancia por un lado y el miedo y la discriminación por otro, redefiniendo las pautas sociales de manera arbitraria borrando estructuras pasadas diciendo que hoy ya no son aplicables, según los que avalan los fines de la historia, del hombre, de las ideologías, las utopías, etc. Se ve todo en retrospectiva, anteriormente “(…) se pertenecía a una clase social o se pertenecía a una visión de mundo que estaba dada por las iglesias o por los partidos políticos o por ideologías más o menos estructuradas.”[58] , que por muy criticables, daban un sentido a la sociedad en su conjunto y no la abandonaba al individualismo, hoy en cambio estamos en la indefinición, como se dice:
“Ese mapa laboral, esa manera de estructurar las biografías individuales cambia y nos enfrentamos a biografías que ya no se pueden definir de una vez y para siempre por la pertenencia a una categoría. Esto se debe, entre otras cosas, a que la pertenencia a las categorías de clase social se ha debilitado enormemente.”[59]
Aboliendo las clases sociales tratan de acabar con las luchas del proletariado contra las elites, en este momento tratan de imponer el multiculturalismo, la exaltación y división de las culturas, siguiendo el viejo dicho “divide y vencerás”, así actualmente “Los seres humanos tienen menos pautas generales provenientes de la pertenencia a una categoría social, por lo que tienen que construirse más a sí mismos a lo largo de toda la vida, lo que genera inseguridades y riesgos”[60].
Podemos ver, entonces que:
“(…) la metamorfosis del partido socialista, la jibarización de la izquierda radical, la fragmentación y desideologización del mundo laboral, la despolitización de la ciudadanía y la imposición de una cultura individualista y consumista en ella”[61]
Son ejemplos claros, palpables, de la desestructuración de la sociedad desde la dictadura militar hasta hoy, pasando por un periodo de disque democracia donde todo juega un papel antipolítico desde “(…) los medios de comunicación de masas, pasando por las instituciones de educación superior hasta los jardines de infantes, desde las empresas a los sindicatos, desde las juntas de vecinos a los núcleos familiares”[62].
Por tanto, se puede decir que:
“En la sociedad actual se plantean… dos grandes problemáticas que tienen que ver, primero, con la transformación de la sociedad industrial que sigue presente en cierto modo, que no ha desaparecido, pero que fija las pautas fundamentales y que hoy día ya no las fija en exclusividad y, segundo, con la conformación de los sujetos.”[63]
Quienes se ven inmersos en este nuevo sistema que los consume, tan adormecidos y apáticos, por los medios de desinformación y las estructuras totalitarias heredadas de la dictadura, no se dan cuenta que:
“(…) el totalitarismo suave, al sustraer de las personas el problema del sentido, reemplazándola por una oferta de distracciones, espectáculos, y la perspectiva de diversas metas económicas… ha devenido en una crisis de valores y en un hedonismo extremo. Este hedonismo es correlativo a un vaciamiento de la existencia, la cual, por lo mismo, continuamente debe llenarse con nuevos espectáculos, sensaciones fuertes y otros mecanismos evasivos similares.”[64]
Los sujetos quedan excluidos de las decisiones, incluso de las que le afectan a ellos mismos:
“Se le dice no se preocupe, hay otros que se van a preocupar por usted para eso está el mundo del mercado, entonces se nos presenta el mundo del mercado, que es una invención social, como algo natural, en el cual el sujeto es aquel que resuelve bien sus estrategias de mercado a lo largo de la vida, lo que aumenta entonces el tema del riesgo y de la búsqueda de alguna identidad o pertenencia.” [65]
Así, es imposible no tratar por las vías necesarias romper ese sistema, que nos sustrae la calidad y cualidad de seres humanos para convertirnos en consumidores del mercado neoliberal, empero:
“La tarea pendiente es una movilización de la sociedad para reconstruir una comunidad ética, para tener su propia constitución y cambiar la institucionalidad para asegurar las tareas de redistribución y construcción de una sociedad más igualitaria.”[66]
Movilización que debe surgir desde abajo, pues de arriba ya hemos visto que la alternativa que se nos ofrece es la del inmovilismo y la aceptación de nuestra situación.
Una nueva utopía más abierta, crítica de sí misma, reformulable gracias a la actuación de las personas a través de la Democracia directa, asambleísta, deliberativa y con poder legislativo y no por acción del sistema, ajena de los totalitarismos autoritarios del modernismo y los totalitarismos suaves del posmodernismo.
Conclusiones
Las ideas modernas de emancipación, al no consumarse en un sistema libre que dé respuestas al hombre y ofrezca un futuro promisorio, acabó transformándose en un sistema totalitario de sutil dominio de las sociedades desarrolladas, que por obra y gracia de la dictadura militar se ha implantado también en la sociedad chilena, aunque se aprecia más en la política no debemos pensar que está fuera de las otras áreas.
La sociedad chilena se ha fragmentado, despolitizado y sumergido en el quietismo más intransigente, por el miedo y la represión de la dictadura, política seguida por la Concertación, siempre en busca de la “gobernabilidad”, esa oveja que avanza sin preocupación al matadero, es la sociedad de los ciudadanos votantes y no votantes, los primeros cayendo una y otra vez en la mala actuación de los “polítiqueros” chilenos que dicen, reclaman y exigen cambiar el sistema binominal, sin embargo cuando deben hacerlo se enfrentan a la posibilidad de no seguir beneficiándose de las arcas estatales y eso impide su actuación ética.
Los segundos en una constante evasión de la verdad, sus actos de “revolucionaria” abstención no pueden dañar a las elites y tal vez esa sea su intención, pues no van a votar porque están conformes con el sistema, que otros decidan, “yo no estoy ni ahí con la política”[67], así, no podremos crear la alternativa necesaria para acabar con el dominio del totalitarismo suave posmoderno.
Menos, se puede pensar en la reformulación societal, necesaria para desmontar las malas prácticas que hemos conseguido dominar, pues ya somos expertos en quietismo y adoración de la institucionalidad por lo demás ilegítima, implantada gracias al orden cívico-militar entronizado en la dictadura y seguido con inusual conformidad por los llamados Partidos por la Democracia.
Para finalizar, decir que ningún sistema ha sido permanente en el tiempo ni inalterable, por lo que a pesar de las numerosas dificultades para llegar a una deconstrucción del actual imperante, ésta es posible desde abajo y consciente de que debe ser autoconstruida, negando la legitimidad del orden cívico-militar existente hoy y todas sus instituciones, ya que estas están, principalmente, para impedir tal cambio.
Bibliografía
Libros
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Gómez Leyton, Juan C. Política, Democracia y ciudadanía en una sociedad neoliberal. (Chile: 1990-2010). CLACSO- UARCIS. Chile. 2010
Artículos de revistas
Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo un enfoque histórico. En Revista Mapocho.1992
Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios en la sociedad contemporánea? conferencia. En Sociología: Perspectivas y debates. Nº 2. 2005
Archivo Audiovisual
Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación de un período. 1990-2008. Ponencia III jornada de Historia Universidad Pedro de Valdivia. 2008
Corvalán Márquez, Luís.Mesa 3: De la Revolución a la "Democracia de los acuerdos". Ponencia IV Jornadas de Historia Política, organizadas por el Taller de Historia Política de la Universidad de Valparaíso. 2010
Webgrafía
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Notas bibliográficas
[1] Bajo el sistema electoral chileno, sólo es ciudadano de plenos derechos quien ejerce el voto, aunque entenderemos por ciudadano, todo habitante del país, mientras que a los votantes se las designará con ese término.
[2] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo un enfoque histórico. En Revista Mapocho.1992. p 183.
[3] El hombre como genérico de humanidad, incluyendo a las mujeres.
[4] Santana, Juan y Pérez, Antonia. Habermas y Foucault: Modernidad, Posmodernidad y teoría de la Historia. En Vegueta nº 4. 1999. pdf. p 105
[5] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo… op.cit. p 184
[6] Pérez, Annoris e Ibáñez, María. Modernidad vs. Postmodernidad. p 1
[7] Ibíd. p. 2
[8] Ibíd.
[9] Ibíd. pp. 1-2
[10] Ibíd. p. 3
[11] Santana, Juan y Pérez, Antonia. Habermas y Foucault… op.cit. p 106
[12] Pérez, Annoris e Ibáñez, María. Modernidad… op.cit. p 2
[13] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo… op.cit. p 186
[14] Pérez, Annoris e Ibáñez, María. Modernidad… op.cit. p 1
[15] Ibíd. p 3
[16] Ibíd. p 1
[17] Ibíd. p 3
[18] Ibíd. pp. 3- 4
[19] Ibíd. p 3
[20] Santana, Juan y Pérez, Antonia. Habermas y Foucault… op.cit. p 113
[21] Ibíd. p 112
[22] Santana, Juan y Pérez, Antonia. Habermas y Foucault… op.cit. p 114
[23] Pérez, Annoris e Ibáñez, María. Modernidad… op.cit. p 4
[24] Ibíd.
[25] Para major información del multiculturalismo sus mecanismos y alternativas a éste: Ver Walsh, Catherine. Introducción. (Re)pensamiento crítico y (de)colonialidad. En, Walsh, C. (Editora): Pensamiento crítico y matriz colonial. Quito: UASB/Abya Yala. 2004. También Viaña, Jorge. Re conceptualizando la Interculturalidad. En: Mora, David y De Alarcón, Silvya (Coords.). Investigar y Transformar. Ed. CAB. La Paz. 2008. Viaña, Jorge. La interculturalidad como herramienta emancipatorio, hacia una redefinición de la interculturalidad y de sus usos estatales. Convenio Andrés Bello. La Paz. Bolivia. 2009.
[26] Pérez, Annoris e Ibáñez, María. Modernidad… op.cit. p 5
[27] Ibíd. p 4
[28] Ibíd. p 5
[29] Hernández Sampieri et al.1997. pp. 13-14. http://www.carlosruizbolivar.com/articulos/archivos/PIDE%20Curso%20MIA%20Cap%201%20Hernádez%20Sampieri%20y%20otros.pdf
[30] Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación de un período. 1990-2008. Ponencia III jornada de Historia Universidad Pedro de Valdivia. 2008.
[31] Gómez Leyton, Juan C. Nueva constitución con el sello autoritario. 2005. p 1. pdf.
[32] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios en la sociedad contemporánea? conferencia. En Sociología: Perspectivas y debates. Nº 2. 2005. p 134. pdf.
[33] Ibíd.
[34] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo… op.cit. p 197- 198
[35] Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación… op.cit.
[36] Garretón, Manuel Antonio. espacio cultural latinoamericano, Bases para una política cultural de integración. Fondo de Cultura Económica, 2003.p 44
[37] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p 141.
[38] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo… op.cit. p 191
[39] Corvalán Márquez, Luís.Mesa 3: De la Revolución a la "Democracia de los acuerdos". Ponencia IV Jornadas de Historia Política, organizadas por el Taller de Historia Política de la Universidad de Valparaíso. 2010
[40] Ibíd.
[41] Ibíd.
[42] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p 143
[43] Corvalán Márquez, Luís.Mesa 3: De la Revolución… op.cit.
[44] Gómez Leyton, Juan C. Política, Democracia y ciudadanía en una sociedad neoliberal. (Chile: 1990-2010). CLACSO- UARCIS. Chile. 2010. p. 171
[45] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. pp.138-139
[46] Ibíd. p. 139
[47] Gómez Leyton, Juan C. Política, ... op.cit. p. 174
[48] Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación… op.cit
[49] Ibíd.
[50] Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación… op.cit
[51] Ibíd.
[52] Por cierto existen quienes no votan y al mismo tiempo tratan de generar acciones revolucionarias contra el sistema imperante, a todos ellos, espero que puedan conseguirlo.
[53] Gómez Leyton, Juan C. Política, ... op.cit. p. 107
[54] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p 134
[55] Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación… op.cit
[56] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p 135
[57] Ibíd. p.136
[58] Ibíd. pp. 136-137
[59] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p. 137
[60] Ibíd.
[61] Corvalán Márquez, Luís.Mesa 3: De la Revolución… op.cit.
[62] Gómez Leyton, Juan C. Política, ... op.cit. p. 107
[63] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit.p.138
[64] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo… op.cit. p 191
[65] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p 138
[66] Ibíd. p 144
[67] Frase culmine de la dominación neoliberal posmoderna.
La sociedad chilena luego de los 17 años de dictadura comenzó un proceso de despolitización, quietismo y conformidad, símbolos universales del proceso de posmodernización, característico de las sociedades desarrolladas.
El gran problema es que Chile no pertenece al club de los desarrollados, por tanto esta actitud responde más a una sutil imposición desde los Mass media, la publicidad y propaganda, las que han provocado un hastío de la sociedad industrial y sus problemas.
Palabras claves: Modernidad, posmodernidad, ciudadanía, política, sociedad.
Abstract
Chilean society after 17 years of dictatorship began a process of depolitization, quietism and conformity, universal symbols post modernization process, characteristic of developed societies.
The big problem is that Chile does not belong to the club of developed, so this attitude is more a subtle imposition from the media, advertising and propaganda that has led to a distaste for industrial society and its problems.Keywords: Modernity, postmodernity, citizenship, politics, society.
Introducción
Es significativo el cambio de la sociedad chilena durante los años de dictadura, la preocupación por la política y el futuro de la vida social del país quedó en manos de unos pocos, pues la sociedad civil fue apartada de la política. Luego de años de represión y lavado de cerebro a través de los mecanismos de dominación como el trabajo, los Mass media, la publicidad y la propaganda, la ciudadanía cambió su forma de ver la política.
Esto, dió como resultado una sociedad despolitizada incapaz de empoderarse, dejando en manos de otros las decisiones que dirigirán su vida de una u otra forma. El discurso construido es el de no estar ni ahí, para qué participar, si no va a cambiar nada, eso es lo que las elites quieren que pensemos, si no participamos de forma crítica no podremos hacer nada, pero si lo hacemos, entonces, existe la posibilidad cierta de construir una nueva alternativa desde abajo que logre derribar el quietismo posmoderno, alternativa que no deje afuera ninguna herramienta de liberación de este sistema.
Es tiempo de reorganizar la sociedad en una nueva estructura que desplome al individualismo como patrón de convivencia, instaurado por el sutil autoritarismo posmoderno destinado a separar a las personas, para que no puedan construir nuevas alternativas, pues uno de los postulados del posmodernismo es que la situación actual es intransformable.
Planteamiento del problema
En el Chile de finales del siglo XX, principios del XXI, surge un sistema de alienación socio-político-económico, característico de los países “desarrollados”, lo cual no indica, que como país, se haya logrado tal status, sino más bien, es una consecuencia de la apertura al mundo y la implantación de un “régimen” neoliberal feroz, por parte de la dictadura de Pinochet y que luego los gobiernos “democráticos” de la Concertación siguieron con total agrado.
Ésta, alienación, es llamada posmodernidad, la cual surge de la modernidad negando sus universalismos e implantando unos propios.
Dentro, de la denominada posmodernidad, lo que interesa dilucidar a ésta investigación son sus aspectos políticos reflejados en el sistema implantado por la dictadura en los ochenta y seguido por la Concertación de Partidos por la Democracia y la oposición de derecha (ahora gobierno), en los últimos veinte años, en una lucha partidaria de pantomima, sin vencedores ni perdedores, bajo el amparo del sistema electoral binominal, y sus consecuencias sociales.
Obviamente, el problema descrito, nos afecta a todos, ciudadanos votantes o no votantes[1] que vivimos en Chile y que presenciamos con un espasmo taciturno, apático e impasible el devenir de la política y la alienación de la propaganda y la publicidad.
Luego, de la pérdida de sentido del ideal moderno (para algunos; los posmodernistas), se ha entrado en una fase de depresión generalizada donde se escuchan teorías como la del fin de la historia, al no haber más futuro que el presente, por no existir contrapeso al liberalismo, del fin del humanismo por el cambio del hombre por la tecnología como motor de la sociedad, del ciudadano, de las ideologías, etc.
Es claro, bajo estos parámetros, que nuestro país, también pasa por ese malestar, pero no provocado por nuestro desarrollo como en los países centrales, sino, por nuestra increíble capacidad de imitar lo que los países del norte realizan, aunque pocas veces se imita lo bueno o de buena manera.
Para, concentrar la investigación, se cuenta con un objetivo general, encargado de dirigir y limitar: analizar las tendencias posmodernas en la política, la ciudadanía y la sociedad chilena de los últimos veinte años.
Más, tres objetivos específicos, llamados a operacionalizar la investigación; Describir la política llevada a cabo desde la dictadura hasta 2010 respecto a sus influjos posmodernistas; caracterizar al tipo de ciudadano surgido tras la dictadura militar y su cristalización durante la “democracia binominal”, y puntualizar, aspectos de la sociedad chilena influenciada por las dinámicas posmodernas.
La relevancia, de la investigación, la podemos encontrar en tres áreas, primero, la científica; donde se busca formar una base teórica sustentada por autores nacionales, críticos de los avances y retrocesos del país. Segundo, la relevancia humana; destinada al individuo, que debe ser capaz de repensar y evaluar la situación y el sistema en el que está inserto. Y tercera, la relevancia social; dirigida al conjunto de la sociedad, como base de cualquier país, no puede estar indiferente a las actividades del Estado y de sus administradores, los políticos y grupos afines, ni de cómo se organiza esta administración.
Lineamiento teórico
El marco teórico, a seguir, es una conceptualización de términos necesarios para la comprensión del presente trabajo.
Podemos iniciar diciendo que “(…)la modernidad emergió como un proyecto de emancipación humana”[2], que cambia la práctica del hombre[3] hasta ese entonces, “(…) si entendemos práctica corno acción encaminada a la emancipación”[4], específicamente contra el sistema feudal y teocéntrico de la edad media occidental. El proyecto moderno en realidad “(…) pese a sus innegables logros no se plasmó”[5], debido a su tendencia totalizadora.
Es más, “Entre los grandes discursos de la Modernidad Ilustrada se encuentran: la humanización del programa de la razón”[6], es el hombre el encargado de dirigir su destino, gracias a la capacidad de su intelecto deductivo-inductivo asociando “(…) la racionalidad con la cultura occidental considerándose que las otras son irracionales (racionalidad espacial).”[7],lo cual produjo nefastas consecuencias, como sabemos, para los pueblos contactados por los europeos desde el siglo XVI, además implica que “(…) las sociedades deben cambiarse con proyectos racionales (papel de las ideologías)”[8]. Es principalmente:
“Esta apelación a la razón… por la modernidad significó Desarrollar las fuerzas productivas a través del desarrollo de la ciencia y la tecnología; defender los elementos de la cultura capitalista occidental; lograr una secularización del Estado”[9]
Sin embargo, a pesar de los evidentes avances tecnológicos y científicos “(…) la modernidad ha sido incapaz de resolver los problemas del hombre”[10], puesto que “Los criterios de «razón científica» y el concepto de objetividad, son… una mera sustitución de las imágenes religiosas y metafísicas del mundo antiguo por otra retórica de la verdad”[11], el cientificismo de la modernidad no llevó a la solución de los problemas del hombre, como tampoco su forma de ver la historia donde “(…) las épocas se suceden unas a otras por un concepto lineal de tiempo (por lo que es posible proyectar el futuro)”[12], un futuro que se veía prominente gracias a la acción económica “(…) inseparable del proyecto moderno, con sus discurso sobre la autonomía individual, impulsado por las dinámicas burguesías europeas”[13]. Es el capitalismo, en sus distintas versiones quien dirige a la sociedad moderna, impulsado por la industrialización, las tecnologías y la ciencia, sinónimos de la misma modernidad, pero incluso en su aparente apogeo en el siglo XIX surgieron corrientes, que aunque dentro del proyecto de la modernidad buscaban un cambio; fueron los románticos, socialistas e irracionalistas que reclamaban por la falta de control del hombre de su propia creación. Llegando a extremos como los vividos desde 1914 a 1945 con las guerras mundiales, el proyecto moderno generador de los colonialismos, imperialismos y totalitarismos presentaba su rostro más cruel frente a sus mismos creadores, pues ya los otros pueblos lo conocían muy bien, tras décadas de explotación en beneficio de los europeos.
Durante la Guerra Fría, se cristaliza la decepción de los intelectuales dando origen a “El postmodernismo (que), como línea de pensamiento, aparece en el mundo occidental en las décadas de los 70-80”[14], no es más que “(…) una crítica y una negación de la modernidad realizada de manera unilateral.”[15], que demuestra “(…) las profundas contradicciones que se evidencian entre las actuales condiciones sociales y estructurales que presentan las sociedades capitalistas”[16], el posmodernismo es una crítica pero no una solución al sistema imperante, de hecho, sus postulados dejan al hombre fuera de toda acción “El postmodernismo implica el rechazo, la negación, el abandono de todo proyecto. El hombre no es ya el sujeto del cambio social”[17], entonces “(…) queda abolido el concepto de revolución social y, por tanto, la posibilidad de transformar la actual sociedad capitalista”[18], el hombre queda en un limbo “(…)convirtiéndose en un ente pasivo, conformista, pesimista, carente de fe y valores, todo lo cual contribuye a su degradación moral humana de forma general, y por ende, a la desnaturalización de su esencia.”[19], las sociedades se desgarran en el individualismo y el consumismo.
Siguiendo lo anterior, los hombres y mujeres se transforman en objetos y sus relaciones en conveniencia individualista la cual surge “Cuando no existe ningún meta-nivel al que remitirse para legitimizar las decisiones y el poder que se ejerce, éstas (las relaciones) terminan mostrándose como lo que son: pura conveniencia humana.”[20], implica que “(…) los sujetos se instrumentalizan recíprocamente y orientan su acción según las expectativas del comportamiento de los otros, utilizándolos como medios para lograr fines propios”[21], esto también lo llevan a cabo y de mejor forma las empresas, buscando instrumentalizar a sus clientes.
Pero claro, esto conviene a los poderes fácticos, dominadores de los estados, en el posmodernismo “La fragmentación posmoderna de la sociedad encaja perfectamente con el funcionamiento del mercado libre en el capitalismo avanzado.”[22], hoy “En la nueva sociedad del conocimiento, dominada por los mass media, todos los individuos se encuentran en igualdad de condiciones, por lo que hace posible abolir las clases sociales”[23], esta es la principal falacia del sistema, pues “(…) se concibe el fin de las clases sociales y de la ideología como metarrelatos o construcciones fuertes, apelando también a la universalización de la diferencia y de la tolerancia"[24], se apologizan la diferencia y la tolerancia y se hacen ver como algo bueno y natural, el pobre debe seguir siendo pobre porque esa es su naturaleza, lo mismo el rico ¿y debemos tolerarlo?. La tolerancia es una palabra que implica no estar de acuerdo pero al final te sometes y lo haces, así te enseñan a “tolerar” este sistema, el multiculturalismo contribuye sustentando y administrando la diferencia[25] con su teoría de las culturas inmóviles, para luego generar “(…) una sociedad donde se exaltan la diferencia y el individualismo”[26].
El posmodernismo, para algunos es lo mejor posible pues:
“(…) coloca a los defensores de esta teoría en una “(…) cómoda posición de descompromiso, con proyecto o ideología alguna” (Cano, Lidia, 2000:264) que no es otra cosa en realidad que una defensa de los intereses de la clase dominante dentro de las actuales sociedades capitalistas desarrolladas”[27].
Es simple, no te haces responsable de la degradación experimentada por el hombre “(…) el postmodernismo llama a la inacción, al quietismo, al estaticismo, estimula el individualismo, el egoísmo, el cambio de paradigmas y la pérdida de valores.”[28], por tanto no es una alternativa viable para seguir en ella, si el proyecto moderno no dio las respuestas que buscaba el hombre menos las dará un proyecto que ni siquiera las busca, es el totalitarismo de la apatía.
Marco metodológico
El enfoque metodológico de esta investigación seguirá los parámetros del paradigma Cualitativo Transformativo en su vertiente Emancipatoria, lo que indica aceptar la multiplicidad de realidades formadas por el contexto social, político, económico, cultural y étnico. Además de señalar que el conocimiento se genera a través de la interacción entre los participantes de la investigación, en este caso del investigador con las publicaciones y conferencias de los autores, especificados más abajo, estando los factores históricos de los participantes y de los contextos incluidos[29].
Por tanto, el tipo de investigación que se propone utilizar en este proyecto será del tipo descriptivo, ya que, se busca especificar las propiedades del fenómeno estudiado.
Mientras que las técnicas de recolección de información serán un trabajo de archivo con documentos pertinentes al tema estudiado escrito por los autores Manuel Antonio Garretón, Juan Carlos Gómez Leyton y Luís Corvalán Márquez llevando a cabo un fichaje de los mismos, por tanto los resultados que se presenten sólo serán ciertos para este caso lo que no disminuye su veracidad general. Con estos autores se procedió a realizar una triangulación de la información obtenida, en sus escritos, tanto como en jornadas y conferencias a las cuales el autor asistió o son difundidas a través de internet.
Discusión y análisis de resultados
Luego del retorno de la democracia, se pensó, que las ya viejas prácticas autoritarias devendrían en nuevas formas democráticas y perticipativas, ese pensamiento, ingenuo por lo demás, dada la seguidilla de acuerdos entre una oposición socialdemócrata reconvertida y un régimen dictatorial que daba claras luces, a mi juicio, que no se experimentaría un cambio real, pues, en primer lugar, la constitución ilegitima de 1980 no sería revocada, segundo porque la derecha política se guardaba un amplio poder parlamentario gracias al sistema binominal y tercero porque los militares quedaban con el rotulo de “guardianes de la democracia” demostrando que eran ellos los que tenían el poder y no la nueva sociedad civil, que se habían encargado de desestructurar durante los años de dictadura, lo que suponía para la Concertación administrar lo dejado por Pinochet y sus secuaces, en vez de gobernar un país que iniciaba un periodo democrático.
La política concertacionista, una herencia de la dictadura
Una vez, retornada la “democracia” se pensó que lo hecho por el régimen militar sería al menos profundamente modificado, sino borrado, al parecer era una ilusión de personas ingenuas, ya que “Luego de 17 años de régimen autoritario se ha transitado a una democracia protegida que los propios autoritarios diseñaron y que las fuerzas democráticas no han podido lograr, aun, desmontar”[30], es difícil decir si en realidad han pretendido desmontar este orden cívico-militar dejado por los autoritarios que hoy vuelven a estar en el poder. A pesar de algunos actos teatrales, como la firma de Lagos en la constitución, reemplazando la de Pinochet es claro que, según Gómez Leyton:
“(…) allí estaban todos los que habían jurado mantener la obra institucional de la dictadura como aquellos que habían jurado combatirla. Los únicos que faltaron a la fiesta fueron los ciudadanos y ciudadanas de la sociedad chilena”[31].
La dictadura, desestructuró al estado moderno chileno transformándolo en una imitación de los estados desarrollados gracias a las teorías de gobernanza y “soft power” del norte, destinadas a minimizar el ejercicio del Estado, introduciéndonos en “(…) un sistema, llámese mercados o llámese sistema comunicacional, (que) opera a nivel planetario utilizando o simplemente atravesando y desconociendo a los Estados nacionales.”[32], ya no es exclusivamente el imperio Estado-nación, sino que empresas imperiales junto al Estado Imperial, en palabras de Garretón: “No es que no haya imperialismo, sino que se da en el contexto de esta interpenetración de sistemas, que utilizan y atraviesan a los Estados nacionales y actúan a nivel planetario”[33], dejando poco espacio para la administración política reservando la totalidad para la tecnocracia y el pragmatismo, entonces como postula Corvalán: “(…) la política renuncia a constituir identidades sociales, reservándose para sí sola el terreno más frío de la cambiantes lealtades políticas”[34], debido a la difusión de las posturas posmodernas, en la elite, contra las ideologías contrarias al neoliberalismo, durante los largos años de represión en dictadura.
Tras la caída de la URSS los partidos en el mundo, izquierda y derecha, se volvieron autópicos y por tanto dejaron de creer en el cambio social, Chile no es la excepción, más bien lidera el campo de los “políticos reformados” y en Latinoamérica está a la cabeza de los sistemas quietistas y “gobernables”.
Continuando, las utopías son transformadas y vaciadas de todo sentido por parte de las elites quienes al ejercer control sobre la sociedad han quitado a ésta el ejercicio político colectivo, dejándonos la individualidad, según Gómez Leyton:
“(…) la pérdida de centralidad de la política se refleja, entre otras cosas, en un cambio de sentido de la utopía, en efecto la utopía, ya no es, una cuestión en que se comprometan los ciudadanos, en forma colectiva, sino que es, ella, una cuestión meramente individual”[35]
Es de tal forma coartada la acción política de los ciudadanos, encontrándonos que:
“(…) los actores de clase, partidarios y movimientos sociales… ceden parte importante de su protagonismo a los públicos, redes, audiencias, ONGs, actores identitarios, especialmente étnicos, y poderes fácticos, característicos de la sociedad post-industrial globalizada”[36].
Los partidos ya no cumplen su función y sólo aparecen en un circo televisivo y electoral, basado en el sistema antidemocrático conocido como binominal, trastocando aun más el deficiente sistema democrático representativo, Garretón postula que:
“(…) es que no existe la estructuración, que en otra época existió y que ya no se puede reproducir, entre las formas de organización en la sociedad civil y las organizaciones políticas. Los partidos políticos, que fueron el gran sujeto de la vida social en Chile cumplen su función y la sociedad civil está también organizada por su cuenta. Hay múltiples y miles de organizaciones, 80 mil organizaciones”[37]
Consiguientemente la misma Democracia se ve afectada, pues:
“(…) la democracia pasa a ser concebida ya no como un sistema de participación de los ciudadanos en la determinación de las decisiones políticas de un Estado., sino que, por el contrario, se transforma en un mero mecanismo de legitimación del dominio de las elites”[38].
Mismas elites, que gobernaron con los militares en dictadura y que siguieron a la cabeza del país con los gobiernos de la Concertación, ya que, se crea “La democracia de los acuerdos (que) no es otra cosa que la administración consensuada del capitalismo neoliberal que es instaurado por la dictadura militar”[39], lo cual implica una continuación del modelo neoliberal construido por el poder extranjero “(…) la dictadura es removida por los Estados Unidos y la Concertación es colocada por los Estados Unidos”[40], ante el miedo que provocaban las protestas nacionales contra la dictadura, el país del norte no quería una nueva Nicaragua en Sudamérica por tanto necesitaba “(...) un recambio confiable, esta va a ser la Concertación”[41], no por nada Aylwin, Frei Ruiz-Tagle y Lagos fueron los mayores privatizadores de las empresas del Estado en “democracia”, además, Lagos, según los propios empresarios, fue el mejor Presidente para ellos.
Sin más, es posible delinear que “Otros ejemplos de esta institucionalidad heredada de la dictadura o de los arreglos de la transición son el sistema de televisión pública, que entrega al sector privado su dirección por la vía de la publicidad y el sistema de educación superior”[42], ambos sistemas, la televisión pública y la educación, de pésima calidad informativa y educacional, pues la idea es convertir a la sociedad en un ente sin conciencia de las brutalidades cometidas por los que manejan el sistema, tan enraizado que después de la crisis de 2008 donde se pensaba una reestructuración por parte de los “entendidos”, no ha sufrido cambios, ya que la especulación y el sistema bancario que llevó a la crisis de 1929 y 2008 siguen sin mejoras de calidad que pueda impedir una debacle económica, donde, nuevamente, sólo salen afectados los trabajadores y sus familias, vemos por tanto que
“(…) al bicentenario nos encontramos que ese esquema (dejado por la dictadura) está en pleno desarrollo, está consolidado a tal punto que ya no es necesario que este la concertación administrándolo y lo puede administrar, precisamente la derecha”[43].
Este sistema está pensado para ser administrado de esa forma, dos grupos consolidados, desde el inicio de lo que se llamó “transición a la democracia“, entes que claman para sí todas las aristas de la política dejando en claro que “(…) este régimen político democrático no le pertenece a la ciudadanía, sino a los poderes facticos y a la clase política”[44], transformando a los ciudadanos en alienados políticos a través de la coartación de la participación y la soberanía.
La ciudadanía coartada
Al estar, la política, influenciada por los universalismos de quietismo e indiferencia del posmodernismo el actor de ésta, el hombre; ciudadano(a) se aliena a través de la publicidad y la propaganda centrada en todo menos en las ideas que posibiliten una mejora al sistema binominal, adalid del posmodernismo quietista, conformista y desinteresado en el porvenir social, pues, el ciudadano es innecesario para las elites, esta alienación provoca que:
“Algunos se excluyen porque sienten que la democracia no resuelve sus problemas. Otros porque tienen tal nivel de pobreza o déficit de calidad de vida, que de hecho aunque se afirme su derecho como ciudadanos, no logran participar y entender el mundo, constituyendo un objeto de los medios de comunicación y de los poderes fácticos.”[45]
Porque, la Democracia, ya no pertenece al pueblo, mas bien es un acto de acuerdos de la elite, tampoco la soberanía implícita, se ha convertido, el sistema chileno, en votocracia un simple juego electoral, facilitando “Así, por un lado la base ciudadana se reduce a aquellos que tienen acceso a los bienes y mecanismos que permiten la participación en la vida de la polis”[46], pues los pobres se limitan, en este sistema, a entregar su voto y los jóvenes a no votar, pero además, los ciudadanos votantes de este país “(…) una vez que eligen se van para la casa y dejan que el representante haga lo que quiera”[47], no involucrándose más que en depositar su voto en las urnas. Lo cual auto perpetúa el sistema pues lo que busca es:
“(…) transformar la actividad política de los ciudadanos, especialmente, su práctica electoral, siguiendo los lineamientos que se exponían en materia económica, había que transformar la actividad política de los ciudadanos en una actividad más del mercado, por lo tanto se debe practicar la desregularización o flexibilización del mercado electoral liberando de esa forma a los ciudadanos de sus obligaciones políticas”[48]
Es tal el discurso, que te convencen de que te hacen un favor no dejando que te entrometas en las cosas de la administración de tu vida social, para que si otros lo pueden hacer por mí, yo me dedico a trabajar, otro medio de dominación, trabajando te retiras de la vida política generando que “La ciudadanía opta por retirarse hacia el espacio privado, automarginándose, renunciando a la política, dando origen al partido de los no electores”[49]
Partido de tres millones de personas que no tienen ningún peso en las acciones de las elites pues no tienen mecanismos de presión, tras la pérdida de la revolución sólo nos queda el voto, como consolación y el sistema binominal se encarga de decirnos a quién votar, aun así el voto debe ser obligatorio y transformado en ejercicio de soberanía, en forma cuasi carcelaria transformar en arma todo lo que el sistema te deje ejercer, pues:
“(…) es tan absurdo, que todos aquellos que piden que debe existir la no obligatoriedad del voto, es absurdo porque cualquiera decisión política, que se tome en el Estado, te obliga tanto a ti hayas votado o no hayas votado”[50].
Se dice que no votar es un acto de protesta y en cierto sentido, lo es, sólo que equivocado, es como cruzar los brazos una hora en la noche, no afecta en nada a las elites ni al sistema, “(…) la privatización como la automarginación del ciudadano de la política democrática no debe ser vista como una manifestación de resistencia política a la dominación neoliberal, todo lo contrario, se trata más bien de su triunfo”[51], nos ganan y lo único que hacen algunos es cruzar los brazos, aduciendo ser revolucionario, por su postura egoísta, individualista, conformista y quietista[52].
La Sociedad desgarrada
En Chile se vive un fenómeno, característico de las sociedades desarrolladas, ”La actual sociedad chilena es, como se anunciamos más arriba, un caso exitoso de reestructuración capitalista neoliberal”[53], sin más, constantemente “(…) lo primero que se nos dice es que estamos en un mundo globalizado, en una sociedad globalizada.”[54], pero más específicamente esto no es para nada algo positivo o fuente de satisfacción, pues, “Las sociedades neoliberales, como la chilena, son Conservadoras, despolitizadas, mercantilizadas, divididas e individualistas”[55], son sociedades del conocimiento donde la información manejada por los poderes fácticos controlan a los ciudadanos y su vinculación con el sistema y los mercados pero “(…) hay algo de mito porque no es cierto que el conocimiento y la información hayan reemplazado a la fuerza del dinero, al poder económico en su capacidad de dirigir los desarrollos”[56].
Esa falsedad nos lleva a pensar mas bien “(…) que estamos en presencia de una sociedad del riesgo. Hay autores que señalan que si la sociedad industrial se caracterizaba por producir bienes, la sociedad actual se caracteriza por producir riesgo e incertidumbre.”[57], miedo a los demás promoviendo la diferencia y la tolerancia por un lado y el miedo y la discriminación por otro, redefiniendo las pautas sociales de manera arbitraria borrando estructuras pasadas diciendo que hoy ya no son aplicables, según los que avalan los fines de la historia, del hombre, de las ideologías, las utopías, etc. Se ve todo en retrospectiva, anteriormente “(…) se pertenecía a una clase social o se pertenecía a una visión de mundo que estaba dada por las iglesias o por los partidos políticos o por ideologías más o menos estructuradas.”[58] , que por muy criticables, daban un sentido a la sociedad en su conjunto y no la abandonaba al individualismo, hoy en cambio estamos en la indefinición, como se dice:
“Ese mapa laboral, esa manera de estructurar las biografías individuales cambia y nos enfrentamos a biografías que ya no se pueden definir de una vez y para siempre por la pertenencia a una categoría. Esto se debe, entre otras cosas, a que la pertenencia a las categorías de clase social se ha debilitado enormemente.”[59]
Aboliendo las clases sociales tratan de acabar con las luchas del proletariado contra las elites, en este momento tratan de imponer el multiculturalismo, la exaltación y división de las culturas, siguiendo el viejo dicho “divide y vencerás”, así actualmente “Los seres humanos tienen menos pautas generales provenientes de la pertenencia a una categoría social, por lo que tienen que construirse más a sí mismos a lo largo de toda la vida, lo que genera inseguridades y riesgos”[60].
Podemos ver, entonces que:
“(…) la metamorfosis del partido socialista, la jibarización de la izquierda radical, la fragmentación y desideologización del mundo laboral, la despolitización de la ciudadanía y la imposición de una cultura individualista y consumista en ella”[61]
Son ejemplos claros, palpables, de la desestructuración de la sociedad desde la dictadura militar hasta hoy, pasando por un periodo de disque democracia donde todo juega un papel antipolítico desde “(…) los medios de comunicación de masas, pasando por las instituciones de educación superior hasta los jardines de infantes, desde las empresas a los sindicatos, desde las juntas de vecinos a los núcleos familiares”[62].
Por tanto, se puede decir que:
“En la sociedad actual se plantean… dos grandes problemáticas que tienen que ver, primero, con la transformación de la sociedad industrial que sigue presente en cierto modo, que no ha desaparecido, pero que fija las pautas fundamentales y que hoy día ya no las fija en exclusividad y, segundo, con la conformación de los sujetos.”[63]
Quienes se ven inmersos en este nuevo sistema que los consume, tan adormecidos y apáticos, por los medios de desinformación y las estructuras totalitarias heredadas de la dictadura, no se dan cuenta que:
“(…) el totalitarismo suave, al sustraer de las personas el problema del sentido, reemplazándola por una oferta de distracciones, espectáculos, y la perspectiva de diversas metas económicas… ha devenido en una crisis de valores y en un hedonismo extremo. Este hedonismo es correlativo a un vaciamiento de la existencia, la cual, por lo mismo, continuamente debe llenarse con nuevos espectáculos, sensaciones fuertes y otros mecanismos evasivos similares.”[64]
Los sujetos quedan excluidos de las decisiones, incluso de las que le afectan a ellos mismos:
“Se le dice no se preocupe, hay otros que se van a preocupar por usted para eso está el mundo del mercado, entonces se nos presenta el mundo del mercado, que es una invención social, como algo natural, en el cual el sujeto es aquel que resuelve bien sus estrategias de mercado a lo largo de la vida, lo que aumenta entonces el tema del riesgo y de la búsqueda de alguna identidad o pertenencia.” [65]
Así, es imposible no tratar por las vías necesarias romper ese sistema, que nos sustrae la calidad y cualidad de seres humanos para convertirnos en consumidores del mercado neoliberal, empero:
“La tarea pendiente es una movilización de la sociedad para reconstruir una comunidad ética, para tener su propia constitución y cambiar la institucionalidad para asegurar las tareas de redistribución y construcción de una sociedad más igualitaria.”[66]
Movilización que debe surgir desde abajo, pues de arriba ya hemos visto que la alternativa que se nos ofrece es la del inmovilismo y la aceptación de nuestra situación.
Una nueva utopía más abierta, crítica de sí misma, reformulable gracias a la actuación de las personas a través de la Democracia directa, asambleísta, deliberativa y con poder legislativo y no por acción del sistema, ajena de los totalitarismos autoritarios del modernismo y los totalitarismos suaves del posmodernismo.
Conclusiones
Las ideas modernas de emancipación, al no consumarse en un sistema libre que dé respuestas al hombre y ofrezca un futuro promisorio, acabó transformándose en un sistema totalitario de sutil dominio de las sociedades desarrolladas, que por obra y gracia de la dictadura militar se ha implantado también en la sociedad chilena, aunque se aprecia más en la política no debemos pensar que está fuera de las otras áreas.
La sociedad chilena se ha fragmentado, despolitizado y sumergido en el quietismo más intransigente, por el miedo y la represión de la dictadura, política seguida por la Concertación, siempre en busca de la “gobernabilidad”, esa oveja que avanza sin preocupación al matadero, es la sociedad de los ciudadanos votantes y no votantes, los primeros cayendo una y otra vez en la mala actuación de los “polítiqueros” chilenos que dicen, reclaman y exigen cambiar el sistema binominal, sin embargo cuando deben hacerlo se enfrentan a la posibilidad de no seguir beneficiándose de las arcas estatales y eso impide su actuación ética.
Los segundos en una constante evasión de la verdad, sus actos de “revolucionaria” abstención no pueden dañar a las elites y tal vez esa sea su intención, pues no van a votar porque están conformes con el sistema, que otros decidan, “yo no estoy ni ahí con la política”[67], así, no podremos crear la alternativa necesaria para acabar con el dominio del totalitarismo suave posmoderno.
Menos, se puede pensar en la reformulación societal, necesaria para desmontar las malas prácticas que hemos conseguido dominar, pues ya somos expertos en quietismo y adoración de la institucionalidad por lo demás ilegítima, implantada gracias al orden cívico-militar entronizado en la dictadura y seguido con inusual conformidad por los llamados Partidos por la Democracia.
Para finalizar, decir que ningún sistema ha sido permanente en el tiempo ni inalterable, por lo que a pesar de las numerosas dificultades para llegar a una deconstrucción del actual imperante, ésta es posible desde abajo y consciente de que debe ser autoconstruida, negando la legitimidad del orden cívico-militar existente hoy y todas sus instituciones, ya que estas están, principalmente, para impedir tal cambio.
Bibliografía
Libros
Garretón, Manuel Antonio. Espacio cultural latinoamericano, Bases para una política cultural de integración. Fondo de Cultura Económica, 2003
Gómez Leyton, Juan C. Política, Democracia y ciudadanía en una sociedad neoliberal. (Chile: 1990-2010). CLACSO- UARCIS. Chile. 2010
Artículos de revistas
Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo un enfoque histórico. En Revista Mapocho.1992
Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios en la sociedad contemporánea? conferencia. En Sociología: Perspectivas y debates. Nº 2. 2005
Archivo Audiovisual
Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación de un período. 1990-2008. Ponencia III jornada de Historia Universidad Pedro de Valdivia. 2008
Corvalán Márquez, Luís.Mesa 3: De la Revolución a la "Democracia de los acuerdos". Ponencia IV Jornadas de Historia Política, organizadas por el Taller de Historia Política de la Universidad de Valparaíso. 2010
Webgrafía
Gómez Leyton, Juan C. Nueva constitución con el sello autoritario. 2005.
http://www.archivochile.com/Chile_actual/04_gob/chact_gob0010.pdf
Hernández Sampieri et al.1997 http://www.carlosruizbolivar.com/articulos/archivos/PIDE%20Curso%20MIA%20Cap%201%20Hernádez%20Sampieri%20y%20otros.pdf
Pérez, Annoris e Ibáñez, María. Modernidad vs. Postmodernidad. Sin año. Pdf http://www.bibliociencias.cu/gsdl/collect/libros/index/assoc/HASH857c.dir/doc.pdf
Santana, Juan y Pérez, Antonia. Habermas y Foucault: Modernidad, Posmodernidad y teoría de la Historia. En Vegueta nº 4. 1999. Pdf http://www.webs.ulpgc.es/vegueta/num_ant_vegueta/downloads/04-103-116.pdf
Notas bibliográficas
[1] Bajo el sistema electoral chileno, sólo es ciudadano de plenos derechos quien ejerce el voto, aunque entenderemos por ciudadano, todo habitante del país, mientras que a los votantes se las designará con ese término.
[2] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo un enfoque histórico. En Revista Mapocho.1992. p 183.
[3] El hombre como genérico de humanidad, incluyendo a las mujeres.
[4] Santana, Juan y Pérez, Antonia. Habermas y Foucault: Modernidad, Posmodernidad y teoría de la Historia. En Vegueta nº 4. 1999. pdf. p 105
[5] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo… op.cit. p 184
[6] Pérez, Annoris e Ibáñez, María. Modernidad vs. Postmodernidad. p 1
[7] Ibíd. p. 2
[8] Ibíd.
[9] Ibíd. pp. 1-2
[10] Ibíd. p. 3
[11] Santana, Juan y Pérez, Antonia. Habermas y Foucault… op.cit. p 106
[12] Pérez, Annoris e Ibáñez, María. Modernidad… op.cit. p 2
[13] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo… op.cit. p 186
[14] Pérez, Annoris e Ibáñez, María. Modernidad… op.cit. p 1
[15] Ibíd. p 3
[16] Ibíd. p 1
[17] Ibíd. p 3
[18] Ibíd. pp. 3- 4
[19] Ibíd. p 3
[20] Santana, Juan y Pérez, Antonia. Habermas y Foucault… op.cit. p 113
[21] Ibíd. p 112
[22] Santana, Juan y Pérez, Antonia. Habermas y Foucault… op.cit. p 114
[23] Pérez, Annoris e Ibáñez, María. Modernidad… op.cit. p 4
[24] Ibíd.
[25] Para major información del multiculturalismo sus mecanismos y alternativas a éste: Ver Walsh, Catherine. Introducción. (Re)pensamiento crítico y (de)colonialidad. En, Walsh, C. (Editora): Pensamiento crítico y matriz colonial. Quito: UASB/Abya Yala. 2004. También Viaña, Jorge. Re conceptualizando la Interculturalidad. En: Mora, David y De Alarcón, Silvya (Coords.). Investigar y Transformar. Ed. CAB. La Paz. 2008. Viaña, Jorge. La interculturalidad como herramienta emancipatorio, hacia una redefinición de la interculturalidad y de sus usos estatales. Convenio Andrés Bello. La Paz. Bolivia. 2009.
[26] Pérez, Annoris e Ibáñez, María. Modernidad… op.cit. p 5
[27] Ibíd. p 4
[28] Ibíd. p 5
[29] Hernández Sampieri et al.1997. pp. 13-14. http://www.carlosruizbolivar.com/articulos/archivos/PIDE%20Curso%20MIA%20Cap%201%20Hernádez%20Sampieri%20y%20otros.pdf
[30] Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación de un período. 1990-2008. Ponencia III jornada de Historia Universidad Pedro de Valdivia. 2008.
[31] Gómez Leyton, Juan C. Nueva constitución con el sello autoritario. 2005. p 1. pdf.
[32] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios en la sociedad contemporánea? conferencia. En Sociología: Perspectivas y debates. Nº 2. 2005. p 134. pdf.
[33] Ibíd.
[34] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo… op.cit. p 197- 198
[35] Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación… op.cit.
[36] Garretón, Manuel Antonio. espacio cultural latinoamericano, Bases para una política cultural de integración. Fondo de Cultura Económica, 2003.p 44
[37] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p 141.
[38] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo… op.cit. p 191
[39] Corvalán Márquez, Luís.Mesa 3: De la Revolución a la "Democracia de los acuerdos". Ponencia IV Jornadas de Historia Política, organizadas por el Taller de Historia Política de la Universidad de Valparaíso. 2010
[40] Ibíd.
[41] Ibíd.
[42] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p 143
[43] Corvalán Márquez, Luís.Mesa 3: De la Revolución… op.cit.
[44] Gómez Leyton, Juan C. Política, Democracia y ciudadanía en una sociedad neoliberal. (Chile: 1990-2010). CLACSO- UARCIS. Chile. 2010. p. 171
[45] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. pp.138-139
[46] Ibíd. p. 139
[47] Gómez Leyton, Juan C. Política, ... op.cit. p. 174
[48] Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación… op.cit
[49] Ibíd.
[50] Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación… op.cit
[51] Ibíd.
[52] Por cierto existen quienes no votan y al mismo tiempo tratan de generar acciones revolucionarias contra el sistema imperante, a todos ellos, espero que puedan conseguirlo.
[53] Gómez Leyton, Juan C. Política, ... op.cit. p. 107
[54] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p 134
[55] Gómez Leyton, Juan C. Democracia Chilena: desafíos y evaluación… op.cit
[56] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p 135
[57] Ibíd. p.136
[58] Ibíd. pp. 136-137
[59] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p. 137
[60] Ibíd.
[61] Corvalán Márquez, Luís.Mesa 3: De la Revolución… op.cit.
[62] Gómez Leyton, Juan C. Política, ... op.cit. p. 107
[63] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit.p.138
[64] Corvalán Márquez, Luís. Modernismo y posmodernismo… op.cit. p 191
[65] Garretón, Manuel Antonio. ¿Cómo nos afectan los cambios… op.cit. p 138
[66] Ibíd. p 144
[67] Frase culmine de la dominación neoliberal posmoderna.
viernes, 2 de setiembre de 2011
UN NUEVO AMANECER DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN CHILE
x Sergio Grez Toso
Historiador, Universidad de Chile
El año 2011 quedará inscrito en la historia de Chile como el de un nuevo despertar de los movimientos sociales después de más de dos décadas de aletargamiento debido a la combinación de la acción “natural” del modelo económico neoliberal, del recuerdo del régimen de terror de la dictadura, de las trabas y cortapisas legales e institucionales para la expresión de las demandas sociales, de la virtual dictadura mediática impuesta por un puñado de grupos económicos y de poder, además del control y cooptación de estos movimientos ejercidos durante largo tiempo por los gobiernos de la Concertación y sus partidos.
En lo que va corrido de este año, los movimientos sociales en Chile se han sucedido
con insólita rapidez, masividad y persistencia. En apretada e incompleta síntesis habría que mencionar la protesta regional de Magallanes, las movilizaciones contra el megaproyecto de HidroAysén, las marchas por los derechos de la diversidad sexual, los paros comunales de Calama, la protesta de Arica, las huelgas de los trabajadores del cobre(estatales y privados), los paros de los empleados fiscales, sin olvidar la persistente lucha de los mapuches por la recuperación de sus tierras y la reconquista de su autonomía y libertad. Pero, sin duda, el más masivo y de mayores efectos sociales, culturales y políticos, ha sido el movimiento por la educación pública cuya columna vertebral y principal componente son los estudiantes.
Tal vez la principal virtud de este movimiento –aparte la de poner en la agenda política con tremenda fuerza la cuestión educacional- ha sido su aporte a la repolitización de la sociedad chilena, potenciando la reactivación de otros sectores y cuestionando certezas, valores, normas, instituciones y formas de hacer las cosas que parecían haber adquirido características “naturales” para millones de ciudadanos sometidos a la hegemonía ideológica del neoliberalismo. Hasta hace unos cuantos meses solo una minoría de chilenos cuestionaba seriamente el lucro en la educación y el rol subsidiario del Estado. Hoy son millones los que exigen junto a los estudiantes una educación estatal gratuita, laica, democrática, igualitaria y de calidad. El cambio ha sido radical. Igualmente, hasta hace poco, plantear demandas como el plebiscito para zanjar disyuntivas de gran interés ciudadano, la renacionalización del cobre y una reforma tributaria para financiar la solución de los más acuciantes problemas sociales, además de la convocatoria a una Asamblea Constituyente para que por primera vez en su historia los pueblos de Chile ejerzan su soberanía, eran sueños de izquierdistas impenitentes, sin gran eco social. Hoy son temas ineludibles y hasta la “clase política”, que ha pretendido monopolizar la representación ciudadana en las últimas décadas, debe, muy a contrapelo de sus naturales inclinaciones e intereses, tomarlas en cuenta para rebatirlas o simular acuerdo con ellas para mejor contener las exigencias provenientes de la sociedad civil.
Asistimos, tal como lo han señalado diversos analistas, a un colapso del acuerdo de
gobernabilidad suscrito entre los partidarios de la dictadura y sus opositores moderados en la segunda mitad de la década 1980, pero también a una crisis de legitimidad del modelo económico neoliberal y del sistema de democracia restringida, tutelada y de baja intensidad administrado por dichas fuerzas desde 1990. Al mismo tiempo se extiende el cuestionamiento a las viejas formas “delegadas” de hacer política a través de representaciones institucionales divorciadas de las bases sociales, altamente centralizadas y jerárquicas. En su lugar, los jóvenes y otros actores sociales han venido construyendo desde hace años formas más democráticas y horizontales, como los colectivos sociopolíticos, las asambleas territoriales y locales y las coordinaciones sectoriales, regionales y nacionales de colectivos y organizaciones sociales cuyas políticas y decisiones se toman colectivamente y en las que no es extraño que los dirigentes y voceros sean removidos por sus bases si estas lo estiman conveniente. El sistema político binominal, la elitización de la política “profesional” y los abusos de la “clase política”, han engendrado
sus propios sepultureros: una ciudadanía popular y de clases medias crecientemente
empoderada. La crisis del sistema es profunda aunque aún no es “terminal”.
¿Qué falta para que la democracia de baja intensidad y el extremista modelo
neoliberal chileno sean desalojados del escenario histórico?
Varios elementos. Los más importantes e inmediatos parecen ser los siguientes.
En primer lugar, que los trabajadores en tanto tales (y no solo como pobladores,
consumidores, padres o apoderados) entren decididamente en la lucha por sus propios
derechos, con los mismos grados de autonomía, radicalidad y sagacidad política
demostrados hasta ahora por el movimiento estudiantil. Ellos son y seguirán siendo el
elemento decisivo, como lo es la infantería en la guerra, considerada tradicionalmente como la “reina de las batallas”.
En segundo término, es indispensable que los movimientos sociales (no solo el estudiantil) sean capaces de elaborar sus propias propuestas políticas y de tender lazos solidarios entre sí para formar un frente común ante sus adversarios. Esos movimientos deben buscar sus puntos de acuerdo para construir plataformas unitarias consensuadas democráticamente. Pero también es imprescindible que se doten de sus propias representaciones en la esfera política. El profundo desprestigio que envuelve al duopolio de la “transición chilena” (la Concertación y la Derecha clásica) ofrece una oportunidad como pocas veces se ha visto en la historia de este país para que los movimientos sociales se auto representen políticamente y sean, por primera vez, los actores principales de la refundación de las bases políticas que la sociedad requiere so pena de deslizarse hacia callejones sin salida de sucesivos estallidos sociales sin capacidad de construir alternativas viables. La anomia política es un mal que suele acechar a los movimientos sociales si estos no están en condiciones de orientarse más allá de sus reivindicaciones sectoriales o
corporativas, y esa anomia es también un peligro que está rondando a la sociedad chilena.
La convocatoria a una Asamblea Constituyente en la cual los representantes de los
movimientos sociales sean la fuerza principal, debería ser el horizonte político para la refundación de una segunda República, que deje atrás la soberanía delegada y
esencialmente nominal que ha imperado durante doscientos años, sustituyéndola por la
soberanía efectiva de los pueblos que viven en este Estado nación. El plebiscito sobre la educación puede ser un hito importante en ese camino hacia la soberanía popular.
Historiador, Universidad de Chile
El año 2011 quedará inscrito en la historia de Chile como el de un nuevo despertar de los movimientos sociales después de más de dos décadas de aletargamiento debido a la combinación de la acción “natural” del modelo económico neoliberal, del recuerdo del régimen de terror de la dictadura, de las trabas y cortapisas legales e institucionales para la expresión de las demandas sociales, de la virtual dictadura mediática impuesta por un puñado de grupos económicos y de poder, además del control y cooptación de estos movimientos ejercidos durante largo tiempo por los gobiernos de la Concertación y sus partidos.
En lo que va corrido de este año, los movimientos sociales en Chile se han sucedido
con insólita rapidez, masividad y persistencia. En apretada e incompleta síntesis habría que mencionar la protesta regional de Magallanes, las movilizaciones contra el megaproyecto de HidroAysén, las marchas por los derechos de la diversidad sexual, los paros comunales de Calama, la protesta de Arica, las huelgas de los trabajadores del cobre(estatales y privados), los paros de los empleados fiscales, sin olvidar la persistente lucha de los mapuches por la recuperación de sus tierras y la reconquista de su autonomía y libertad. Pero, sin duda, el más masivo y de mayores efectos sociales, culturales y políticos, ha sido el movimiento por la educación pública cuya columna vertebral y principal componente son los estudiantes.
Tal vez la principal virtud de este movimiento –aparte la de poner en la agenda política con tremenda fuerza la cuestión educacional- ha sido su aporte a la repolitización de la sociedad chilena, potenciando la reactivación de otros sectores y cuestionando certezas, valores, normas, instituciones y formas de hacer las cosas que parecían haber adquirido características “naturales” para millones de ciudadanos sometidos a la hegemonía ideológica del neoliberalismo. Hasta hace unos cuantos meses solo una minoría de chilenos cuestionaba seriamente el lucro en la educación y el rol subsidiario del Estado. Hoy son millones los que exigen junto a los estudiantes una educación estatal gratuita, laica, democrática, igualitaria y de calidad. El cambio ha sido radical. Igualmente, hasta hace poco, plantear demandas como el plebiscito para zanjar disyuntivas de gran interés ciudadano, la renacionalización del cobre y una reforma tributaria para financiar la solución de los más acuciantes problemas sociales, además de la convocatoria a una Asamblea Constituyente para que por primera vez en su historia los pueblos de Chile ejerzan su soberanía, eran sueños de izquierdistas impenitentes, sin gran eco social. Hoy son temas ineludibles y hasta la “clase política”, que ha pretendido monopolizar la representación ciudadana en las últimas décadas, debe, muy a contrapelo de sus naturales inclinaciones e intereses, tomarlas en cuenta para rebatirlas o simular acuerdo con ellas para mejor contener las exigencias provenientes de la sociedad civil.
Asistimos, tal como lo han señalado diversos analistas, a un colapso del acuerdo de
gobernabilidad suscrito entre los partidarios de la dictadura y sus opositores moderados en la segunda mitad de la década 1980, pero también a una crisis de legitimidad del modelo económico neoliberal y del sistema de democracia restringida, tutelada y de baja intensidad administrado por dichas fuerzas desde 1990. Al mismo tiempo se extiende el cuestionamiento a las viejas formas “delegadas” de hacer política a través de representaciones institucionales divorciadas de las bases sociales, altamente centralizadas y jerárquicas. En su lugar, los jóvenes y otros actores sociales han venido construyendo desde hace años formas más democráticas y horizontales, como los colectivos sociopolíticos, las asambleas territoriales y locales y las coordinaciones sectoriales, regionales y nacionales de colectivos y organizaciones sociales cuyas políticas y decisiones se toman colectivamente y en las que no es extraño que los dirigentes y voceros sean removidos por sus bases si estas lo estiman conveniente. El sistema político binominal, la elitización de la política “profesional” y los abusos de la “clase política”, han engendrado
sus propios sepultureros: una ciudadanía popular y de clases medias crecientemente
empoderada. La crisis del sistema es profunda aunque aún no es “terminal”.
¿Qué falta para que la democracia de baja intensidad y el extremista modelo
neoliberal chileno sean desalojados del escenario histórico?
Varios elementos. Los más importantes e inmediatos parecen ser los siguientes.
En primer lugar, que los trabajadores en tanto tales (y no solo como pobladores,
consumidores, padres o apoderados) entren decididamente en la lucha por sus propios
derechos, con los mismos grados de autonomía, radicalidad y sagacidad política
demostrados hasta ahora por el movimiento estudiantil. Ellos son y seguirán siendo el
elemento decisivo, como lo es la infantería en la guerra, considerada tradicionalmente como la “reina de las batallas”.
En segundo término, es indispensable que los movimientos sociales (no solo el estudiantil) sean capaces de elaborar sus propias propuestas políticas y de tender lazos solidarios entre sí para formar un frente común ante sus adversarios. Esos movimientos deben buscar sus puntos de acuerdo para construir plataformas unitarias consensuadas democráticamente. Pero también es imprescindible que se doten de sus propias representaciones en la esfera política. El profundo desprestigio que envuelve al duopolio de la “transición chilena” (la Concertación y la Derecha clásica) ofrece una oportunidad como pocas veces se ha visto en la historia de este país para que los movimientos sociales se auto representen políticamente y sean, por primera vez, los actores principales de la refundación de las bases políticas que la sociedad requiere so pena de deslizarse hacia callejones sin salida de sucesivos estallidos sociales sin capacidad de construir alternativas viables. La anomia política es un mal que suele acechar a los movimientos sociales si estos no están en condiciones de orientarse más allá de sus reivindicaciones sectoriales o
corporativas, y esa anomia es también un peligro que está rondando a la sociedad chilena.
La convocatoria a una Asamblea Constituyente en la cual los representantes de los
movimientos sociales sean la fuerza principal, debería ser el horizonte político para la refundación de una segunda República, que deje atrás la soberanía delegada y
esencialmente nominal que ha imperado durante doscientos años, sustituyéndola por la
soberanía efectiva de los pueblos que viven en este Estado nación. El plebiscito sobre la educación puede ser un hito importante en ese camino hacia la soberanía popular.
FUENTE:
Artículo publicado en The Clinic, Nº409, Santiago, 1 de septiembre de 2011.
Artículo publicado en The Clinic, Nº409, Santiago, 1 de septiembre de 2011.
martes, 16 de agosto de 2011
JOSE CARRASCO TAPIA, VIVE
x Pedro Canales Tapia
Profesor de Historia
El próximo 8 de septiembre se cumplirán 25 años de la muerte, a mano de agentes de la CNI, del periodista José Carrasco Tapia. Pese a que el segundo apellido de este profesional de las comunicaciones, asesinado en dictadura, es el miso mio, no somos familiares.
¿A qué se debe esta columna?
Son varios motivos. El primero, es no permitir, en tiempos convulsos en los cuales vivimos hoy en dia bajo el gobierno del derechista empresario Sebatian Piñera, que este derramamiento de sangre, cruel y despiadado quede impune y olvidado por la opinión pública. En segundo lugar, porque dicho triste suceso me recuerda mi infancia, compleja y lúgubre, en un hogar de profesores (mis padres) dignos y comprometidos con la lucha en favor de los Derechos Humanos en la Comunidad Cristiana de Base (CCB) de mi población en El Salto, hoy comuna de Recoleta. Las noticias recorrian las pocas radioemisoras que se atrevian a informar este hecho. Mi padre escuchaba, mi madre también. Yo los miraba a ellos, sabiendo que en sus mentes decian: "Pinochet, Pinochet otra vez". Crecí con esa imagen. En tercer lugar, porque muchos años después, en los tiempos de Universidad en Huamachuco, Estación Central, más precisamente en la USACH, conocí a Luciano, un jóven que al igual que yo le apacionaba la Historia y todos sus derivados. Sin ser amigos, teniemos "buena onda", compartimos en "tomas universitarias", en más de una pichanguita y en otros menesteres. Pasaron los años. Me titulé y partí al sur como profesor de Historia y Geografía al Wallmapu o Pais Mapuche con un saco de ilusiones y convicciones en mi espalda. Muchos contactos universitarios se fueron perdiendo, en gran medida, por la dinámica de la realidad, por nada más. Los afectos y buenos recuerdos disipan cualquier atisbo de falta de compañerismo, solidaridad y/o hermandad con los "compañeros de historia".
Muchos años después, trabajando en la Región de Coquimbo, en la ciudad de La Serena, supe por un ex compañero de Universidad y amigo eterno, Jorge Rivas Medina, hoy profesor de la ARCIS en Santiago y de un Colegio en Puente Alto, que Luciano, había muerte. Mas puntualmente se había quitado la vida. Mi pesar fue cierto, inmediato, desolador.
Luciano era hijo de José Carrasco Tapia, y al momento de ser detenido por la CNI y sacado violenta y arbitarriamente de su casa estaba con Luciano. Este compañero de Historia nunca violvió a ver a su padre; a un viejo bueno, honesto, honrado, diafano, trabajador, comprometido con Chile y su futuro. El trauma invadió la vida de este compañero. La impunidad de la justicia chilena, la situación política inaugurada en 1990, en la cual los "perseguidos" de la dictadura comenzaron a pactar y negociar la democracia proteguida, con los "hijos de Pinochet", entre tantos otros factores, llevaron a Luciando a morir.
El 8 de septiembre de este año, José Carrasco Tapia cumplirá 25 años desde su asesinato. Con seguridad los canales de televisón, las radios y periódicos no diran nada al respecto. El manto del olvido, como dicen muchos, todo lo puede. Escribo estas lineas porque no creo en esa máxima acomodaticia y cobarde. José y Luciano viven.
martes, 26 de julio de 2011
SOBRE LA NECESIDAD DE UNA UNIVERSIDAD REGIONAL ESTATAL MAPUCHE
x Erwin Quintupil
Profesor y poeta mapuche
Saltapura
Me ha llegado por mail este artículo de Sergio que comparto con ustedes a través de un blog, pues aunque se trata del principio de una reflexión, me parece tremendamente valiosa. Hay muchos/as jóvenes mapuche deseando estudiar, queriendo especializarse probablemente con la intención de ser un aporte a su familia y a su lof; o en el mejor de los casos, pretenden ser un aporte para el desarrollo de nuestro pueblo.
Cuando emigré de Saltapura tenía 10,5 años. Cuando supe que debía partir, el dolor fue grande. Mi padre - como siempre - me habló de la importancia de continuar mis estudios y de llegar a ser profesional, para que de ese modo hiciera algo por "nosotros, los mapuche", me dijo. Él me decía que estábamos muy atrasados y que la educación nos permitiría salir adelante como mapuche. Así decía él, no hablaba de salir adelante como familia, sino como mapuche. Lo que mi padre no sabía es que el sistema educacional es una trampa para que nos alejemos de nuestra identidad. De lo contrario, observen a la mayoría de los/as que han llegado a ser profesional: vuelven a su lof sólo para visitar a la familia más cercana. De la familia amplia, ni hablar. Por otro lado, el Estado a través de sus instituciones hace todo lo posible para que los estudiantes mapuche estén dispersos, para que de ese modo no exista la posibilidad de reencontrarse con la memoria, con su identidad. El sistema de becas no considera - en absoluto - un programa que fortalezca nuestra condición mapuche y nos permita continuar con el proyecto de vida original (con identidad). Al final, la mayoría se awigka.
Entonces, sí necesitamos una universidad mapuche, para que nuestros peñi y lamgen se formen en conexión al contexto mapuche, sea este urbano y/o rural.
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Cuando fui dirigente estudiantil universitario me llamaba poderosamente la atención las normativas referentes a las universidades regionales, los párrafos que señalaban la misión de estas universidades: el desarrollo de la región. Siempre me pregunte quién era la región, en definitiva los mapuche no lo éramos, ya que si observábamos las mallas curriculares de las carreras de ingeniería, pedagogía, medicina o humanidades, no se hacía caso de la particularidad de los mapuche, por lo menos para aprender teóricamente de ellos. Ingresando a la vida laboral me di cuenta que el problema era más grave, la falta de teoría, metodología y práctica hacia los mapuche no existía de manera sistemática, todo se traducía a programa y proyectos pilotos, e improvisaciones en la diversas áreas que antes mencione.
Por ejemplo los ingenieros agrónomos y forestales se les educaban para trabajar con grandes predios, siendo que la realidad mapuche el promedio de tierra va entre los 0,5 a 3 hectáreas. El capital asignado por familia variaba entre 200 mil a 800 mil, mientras que los préstamos a grande predios eran varios millones. En pedagogía intercultural todavía no es posible llegar a curriculum que permita desarrollar estrategias de aprendizaje; al igual que en salud, solo tenemos modelos pilotos de atención. Si colocamos el caso de un ingeniero comercial, que sale preparado para trabajar con medianas y grandes empresas, le resulta complicado trabajar con empresas pequeñas, que justamente son las mayoritarias para el caso mapuche.
A ello hay que agregar que los sueldos para trabajar en la realidad mapuche son, por lo general, los más bajos. Agreguemos la especialización profesional, tampoco existen Magíster o Doctorados que corrijan o monitoreen esta situación, los modelos teóricos de interculturalidad siguen siendo vagos, ya que no existen líneas de investigación o bases para trabajar sistemáticamente estos temas. Un solo ejemplo, no tenemos estadísticas de qué se enferman los mapuche, con ello no tenemos los por qué y menos poder generar procesos de prevención que ayudarían a abaratar los gastos en salud.
Una Universidad Mapuche podría aportar a trabajar temas de desarrollo, combinando saberes ancestrales y científicos, pues en mi práctica investigativa existe la posibilidad de la complementación de saberes en distintos ámbitos, en pro del Desarrollo Mapuche, pues hasta la actualidad nos encontramos en una calidad de ciudadanos de segunda clase, sin posibilidad de decidir cómo desarrollarnos.
Sergio Caniuqueo Huircapan
Historiador.
Magíster © Estudios Latinoamericanos
Universidad de Chile
viernes, 8 de julio de 2011
POR CHILE Y POR LA LIBERTAD, PASEMOSNOS DE LA RAYA: RESPUESTA AL MINISTRO LAVÍN
x Claudio Gutierrez
Una de las cuestiones que más debería llamar la atención en la actual coyuntura es la increíble indiferencia con que son recibidas por el país las recurrentes declaraciones del ministro Joaquín Lavín quien repite casi al pie de la letra el doctrinarismo de un Vásquez de Mella y de otros próceres del tradicionalismo español de fines del siglo XIX y comienzos del XX, doctrinarismo cuyo contenido esencial consiste en un explícito rechazo al pluralismo ideológico y a la democracia representativa. Es en base a ese doctrinarismo, (recepcionado y difundido en Chile sobre todo por Osvaldo Lira (s.j.) maestro de Jaime Guzmán e ideólogo de distintos grupos extremistas de derecha-), que el ministro Lavín denosta y niega legitimidad a cualquier intento de práctica democrática, sin que nadie se dé cuenta de ello. Quizás en razón de la nula cultura cívica que nos distingue y de nuestra ideosincracia propensa al servilismo, al acomodo y a la ambigüedad.
Como muestra de ese ideologismo antidemocrático que profesa al ministro Lavín cabe subrayar las declaraciones que el mismo hiciera al día siguiente del paro del 30 de junio recién pasado. En ellas el ministro, en el mismo tenor de siempre, declaró: lo que no “se puede hacer es mezclar las legítimas demandas con exigencias políticas e ideológicas”.
De este modo, -en plena sintonía con el ideologismo tradicionalista que fuera el sustento de la dictadura de Francisco Franco-, el ministro Lavín por enésima vez nos dice que la política no es un ámbito en el que legítimamente podamos incursionar; que tampoco tenemos derecho a profesar visiones de la realidad en su conjunto, es decir, “ideologías”; y que, en fin, a lo más podemos preocuparnos de problemas estrictamente gremiales.
Estos planteamientos de Joaquín Lavín ocultan otras afirmaciones implícitas. A saber, 1)que si bien la política no es un ámbito de preocupaciones que legítimamente incumba pueblo, si lo de las elites (a las que él pertenece), modalidad a través de la cual el ministro defiende la existencia de un régimen político de corte oligárquico, y, en consecuencia, antidemocrático; y 2)que, al menos hoy, las únicas ideologías que legítimamente pueden circular por el espacio público son las de las elites en el poder, a las que, en todo caso, se las presenta como no ideologías, legitimándose así la existencia de un pensamiento único.
Cabe subrayar que esta visión radicalmente antidemocrática, y contraria al más elemental pluralismo ideológico, se sustenta en ciertos supuestos antropológicos que son propios de la ideología tradicionalista. Entre ellos en primer lugar hay que mencionar el supuesto según el cual el pueblo sería incapaz de elevarse al plano político y que, por lo mismo, su existencia y mentalidad discurriría exclusivamente en el plano de lo doméstico (“las cosas concretas”), de donde se deduce que la política no sería ni de su incumbencia ni de su interés. El pueblo sería aún menos capaz de acceder al pensamiento abstracto involucrado en las diversas visiones sobre el deber ser social, todo lo cual, nuevamente, sería privilegio exclusivo de las elites. Incluso más, estas limitaciones del pueblo –y esas capacidades de las elites- corresponderían al “orden natural” de las cosas, el cual, a su vez, representaría el “orden querido por Dios”.
Para este pensamiento si, pese a lo dicho, sectores del pueblo aparecieran en determinadas circunstancias trasgrediendo tales límites, -es decir, ingresando a la política y asumiendo ideologías- ello se debería a la acción conspirativa de soterrados grupos o sectas que le serían ajenas y que invariablemente pretenderían instrumentalizarlo en aras de objetivos perversos y, por tanto, ilegítimos, que la autoridad debería frustrar.
Es dentro esta lógica que la política y la ideología, asumidas por el pueblo, junto con serles ajenas, aparecen teñidas de ilegitimidad. Como se dijo, en estos casos el pueblo –hoy día los estudiantes- serían meros instrumentos de grupos “minoritarios” que pretenderían “instrumentalizar” sus demandas con el fin de alterar el único orden posible, que es el que defienden las elites en el poder. Cuando esta situación alcanza cierta magnitud, sería el deber de la autoridad aplicar la fuerza del Estado. De este modo queda justificada la violencia en contra de los disidentes, siempre criminalizados como “agitadores”, violentistas”, “políticos ideologizados”, etc. Fue precisamente con tal violencia que amenazó el ministro Lavín luego del paro del 30 de junio cuando dijo que ahora, agotado el diálogo ante la emergencia de la política y la ideología en el movimiento estudiantil, la autoridad tenía que poner orden. O sea, reprimir.
Los planteamientos del ministro Lavín arriba expuestos contradicen el constitucionalismo formal de nuestro país, cuya lógica (siempre formal) es la de la democracia representativa. En el plano estrictamente jurídico esos planteamientos del ministro atentan particularmente en contra del capítulo II de la Carta fundamental, que otorga la ciudadanía a todos los chilenos mayores de edad que estén inscritos en los registros electorales. ¿Y qué es la ciudadanía sino el derecho a ser partícipes de la política, a elegir y a ser elegido para los altos cargos estatales y debatir sobre los problemas nacionales desde la particular óptica ideológica que cada uno decida asumir? Esto es lo que precisamente el ministro nos niega.
Lo que, por tanto, el ministro Lavín no reconoce son nuestros derechos ciudadanos. Es decir, nuestro derecho, recogido por la Constitución, a la participación política profesando el pensamiento que cada cual desee. Como él no cree en estos derechos, pues su ideologismo no es otro que el “foráneo” tradicionalismo de Vásquez de Mella (que es también el de la UDI), se escandaliza de que el movimiento universitario en curso tenga un contenido político y que en su seno haya posturas ideológicas. Por eso es que lo que en cualquier país civilizado es considerado como el ejercicio de un indiscutible Derecho Humano, no lo es en éste, que se halla controlado por una oligarquía plutocrática oscurantista y sin alma (cuyos prohombres, como el ministro Lavín, integran en masa el Opus Dei, o en su defecto los Legionarios de Cristo, que siempre han sido críticos de la democracia representativa).
Como una adicional y palmaria muestra del ideologismo antidemocrático que venimos comentando, el ministro Lavín, el viernes primero de julio, inmediatamente después del paro nacional del 30, declaró: “aposté al diálogo hasta que los estudiantes rechazaron todas nuestras propuestas y se radicalizaron con demandas políticas e ideológicas que nada tienen que ver con la educación.” Y agregó: “Los estudiantes se pasaron de la raya al pedir reformas tributarias, Asamblea Constituyente y la nacionalización de las riquezas básicas, entre otras cosas.”
Nada más claro: una vez más para el ideologismo antidemocrático del ministro Lavín, tener “demandas políticas e ideológicas” (es decir, ejercer derechos contemplados en la Constitución) equivale a “pasarse de la raya”. Esa raya, evidentemente, es la que proscribe reservar con exclusividad la política y el pensamiento a la oligarquía dominante. Esa raya, en fin, es la que establece que la política y la ideología son un monopolio exclusivo de la oligarquía plutocrática y de los políticos que gobiernan para ella (y a los cuales financia). Esto es lo que los estudiantes habrían trasgredido al demandar reforma tributaria, nacionalización de las riquezas básicas, etc.
Lo anterior permite ver que el ministro Lavín estaría dispuesto a dialogar con los estudiantes sólo mientras estos se comporten como gremio, pero en ningún caso cuando se asuman como ciudadanos, que es la situación actual. Tal actitud del ministro constituye la materialización práctica del ideologismo tradicionalista de Vásquez de Mella, el cual distingue entre lo que denomina como “soberanía política” de lo que llama “soberanía social”. La primera es el derecho a gobernar, que corresponde en exclusiva a una monarquía que no responde ante nadie, como no sea ante Dios, siendo la encargada de poner en práctica el “bien común”. La segunda –la soberanía social- correspondería a los “cuerpos intermedios”, es decir, a los gremios, quienes podrían preocuparse de sus particulares problemas con plena autonomía, pero sin exceder sus límites corporativos y, por tanto, sin “pasarse de la raya”, o sea, sin tener derecho a intervenir en la política, la cual sería monopolio del Rey. Mantener separados estos dos planos –el social y el político- es vital para Vásquez de Mella. Como lo es también la exclusión del pluralismo ideológico (es decir, excluir a las distintas ideologías, obviamente, menos una: la gobernante, que para Vásquez de Mella era el catolicismo) pues de lo contrario, a su juicio, se destruirían las comunes bases espirituales de la nación, precipitándola al caos y la decadencia.
Este ideologismo, como se ve, niega el concepto de ciudadanía, hallándose, por lo mismo, en las antípodas de la moderna democracia representativa y de su filosofía política, que eleva el derecho a ser ciudadano a la categoría de Derecho Humano. No por casualidad en el documento que prologa a la Constitución francesa de 1791 se denomina Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Contra esta tradición histórica es que se levantó el tradicionalismo, de cuya modalidad española proviene Jaime Guzmán y sus discípulos de la UDI, entre ellos, el ministro Lavín.
¿Quién ha dicho algo en contra del escándalo representado por la negación que, desde las más negras tradiciones reaccionarias, ha hecho el ministro Lavín de las libertades ciudadanas? Nadie, con excepción del actual movimiento universitario, el cual ha hablado a través de su práctica. Él constituye uno de los pocos sujetos (junto a ciertos grupos de trabajadores) que, después de los dos decenios de abyecto sometimiento y alienación que nos han caracterizado como país, se ha atrevido a “pasarse de la raya”, marcando para los restantes chilenos un camino de dignidad y libertad.
Una de las cuestiones que más debería llamar la atención en la actual coyuntura es la increíble indiferencia con que son recibidas por el país las recurrentes declaraciones del ministro Joaquín Lavín quien repite casi al pie de la letra el doctrinarismo de un Vásquez de Mella y de otros próceres del tradicionalismo español de fines del siglo XIX y comienzos del XX, doctrinarismo cuyo contenido esencial consiste en un explícito rechazo al pluralismo ideológico y a la democracia representativa. Es en base a ese doctrinarismo, (recepcionado y difundido en Chile sobre todo por Osvaldo Lira (s.j.) maestro de Jaime Guzmán e ideólogo de distintos grupos extremistas de derecha-), que el ministro Lavín denosta y niega legitimidad a cualquier intento de práctica democrática, sin que nadie se dé cuenta de ello. Quizás en razón de la nula cultura cívica que nos distingue y de nuestra ideosincracia propensa al servilismo, al acomodo y a la ambigüedad.
Como muestra de ese ideologismo antidemocrático que profesa al ministro Lavín cabe subrayar las declaraciones que el mismo hiciera al día siguiente del paro del 30 de junio recién pasado. En ellas el ministro, en el mismo tenor de siempre, declaró: lo que no “se puede hacer es mezclar las legítimas demandas con exigencias políticas e ideológicas”.
De este modo, -en plena sintonía con el ideologismo tradicionalista que fuera el sustento de la dictadura de Francisco Franco-, el ministro Lavín por enésima vez nos dice que la política no es un ámbito en el que legítimamente podamos incursionar; que tampoco tenemos derecho a profesar visiones de la realidad en su conjunto, es decir, “ideologías”; y que, en fin, a lo más podemos preocuparnos de problemas estrictamente gremiales.
Estos planteamientos de Joaquín Lavín ocultan otras afirmaciones implícitas. A saber, 1)que si bien la política no es un ámbito de preocupaciones que legítimamente incumba pueblo, si lo de las elites (a las que él pertenece), modalidad a través de la cual el ministro defiende la existencia de un régimen político de corte oligárquico, y, en consecuencia, antidemocrático; y 2)que, al menos hoy, las únicas ideologías que legítimamente pueden circular por el espacio público son las de las elites en el poder, a las que, en todo caso, se las presenta como no ideologías, legitimándose así la existencia de un pensamiento único.
Cabe subrayar que esta visión radicalmente antidemocrática, y contraria al más elemental pluralismo ideológico, se sustenta en ciertos supuestos antropológicos que son propios de la ideología tradicionalista. Entre ellos en primer lugar hay que mencionar el supuesto según el cual el pueblo sería incapaz de elevarse al plano político y que, por lo mismo, su existencia y mentalidad discurriría exclusivamente en el plano de lo doméstico (“las cosas concretas”), de donde se deduce que la política no sería ni de su incumbencia ni de su interés. El pueblo sería aún menos capaz de acceder al pensamiento abstracto involucrado en las diversas visiones sobre el deber ser social, todo lo cual, nuevamente, sería privilegio exclusivo de las elites. Incluso más, estas limitaciones del pueblo –y esas capacidades de las elites- corresponderían al “orden natural” de las cosas, el cual, a su vez, representaría el “orden querido por Dios”.
Para este pensamiento si, pese a lo dicho, sectores del pueblo aparecieran en determinadas circunstancias trasgrediendo tales límites, -es decir, ingresando a la política y asumiendo ideologías- ello se debería a la acción conspirativa de soterrados grupos o sectas que le serían ajenas y que invariablemente pretenderían instrumentalizarlo en aras de objetivos perversos y, por tanto, ilegítimos, que la autoridad debería frustrar.
Es dentro esta lógica que la política y la ideología, asumidas por el pueblo, junto con serles ajenas, aparecen teñidas de ilegitimidad. Como se dijo, en estos casos el pueblo –hoy día los estudiantes- serían meros instrumentos de grupos “minoritarios” que pretenderían “instrumentalizar” sus demandas con el fin de alterar el único orden posible, que es el que defienden las elites en el poder. Cuando esta situación alcanza cierta magnitud, sería el deber de la autoridad aplicar la fuerza del Estado. De este modo queda justificada la violencia en contra de los disidentes, siempre criminalizados como “agitadores”, violentistas”, “políticos ideologizados”, etc. Fue precisamente con tal violencia que amenazó el ministro Lavín luego del paro del 30 de junio cuando dijo que ahora, agotado el diálogo ante la emergencia de la política y la ideología en el movimiento estudiantil, la autoridad tenía que poner orden. O sea, reprimir.
Los planteamientos del ministro Lavín arriba expuestos contradicen el constitucionalismo formal de nuestro país, cuya lógica (siempre formal) es la de la democracia representativa. En el plano estrictamente jurídico esos planteamientos del ministro atentan particularmente en contra del capítulo II de la Carta fundamental, que otorga la ciudadanía a todos los chilenos mayores de edad que estén inscritos en los registros electorales. ¿Y qué es la ciudadanía sino el derecho a ser partícipes de la política, a elegir y a ser elegido para los altos cargos estatales y debatir sobre los problemas nacionales desde la particular óptica ideológica que cada uno decida asumir? Esto es lo que precisamente el ministro nos niega.
Lo que, por tanto, el ministro Lavín no reconoce son nuestros derechos ciudadanos. Es decir, nuestro derecho, recogido por la Constitución, a la participación política profesando el pensamiento que cada cual desee. Como él no cree en estos derechos, pues su ideologismo no es otro que el “foráneo” tradicionalismo de Vásquez de Mella (que es también el de la UDI), se escandaliza de que el movimiento universitario en curso tenga un contenido político y que en su seno haya posturas ideológicas. Por eso es que lo que en cualquier país civilizado es considerado como el ejercicio de un indiscutible Derecho Humano, no lo es en éste, que se halla controlado por una oligarquía plutocrática oscurantista y sin alma (cuyos prohombres, como el ministro Lavín, integran en masa el Opus Dei, o en su defecto los Legionarios de Cristo, que siempre han sido críticos de la democracia representativa).
Como una adicional y palmaria muestra del ideologismo antidemocrático que venimos comentando, el ministro Lavín, el viernes primero de julio, inmediatamente después del paro nacional del 30, declaró: “aposté al diálogo hasta que los estudiantes rechazaron todas nuestras propuestas y se radicalizaron con demandas políticas e ideológicas que nada tienen que ver con la educación.” Y agregó: “Los estudiantes se pasaron de la raya al pedir reformas tributarias, Asamblea Constituyente y la nacionalización de las riquezas básicas, entre otras cosas.”
Nada más claro: una vez más para el ideologismo antidemocrático del ministro Lavín, tener “demandas políticas e ideológicas” (es decir, ejercer derechos contemplados en la Constitución) equivale a “pasarse de la raya”. Esa raya, evidentemente, es la que proscribe reservar con exclusividad la política y el pensamiento a la oligarquía dominante. Esa raya, en fin, es la que establece que la política y la ideología son un monopolio exclusivo de la oligarquía plutocrática y de los políticos que gobiernan para ella (y a los cuales financia). Esto es lo que los estudiantes habrían trasgredido al demandar reforma tributaria, nacionalización de las riquezas básicas, etc.
Lo anterior permite ver que el ministro Lavín estaría dispuesto a dialogar con los estudiantes sólo mientras estos se comporten como gremio, pero en ningún caso cuando se asuman como ciudadanos, que es la situación actual. Tal actitud del ministro constituye la materialización práctica del ideologismo tradicionalista de Vásquez de Mella, el cual distingue entre lo que denomina como “soberanía política” de lo que llama “soberanía social”. La primera es el derecho a gobernar, que corresponde en exclusiva a una monarquía que no responde ante nadie, como no sea ante Dios, siendo la encargada de poner en práctica el “bien común”. La segunda –la soberanía social- correspondería a los “cuerpos intermedios”, es decir, a los gremios, quienes podrían preocuparse de sus particulares problemas con plena autonomía, pero sin exceder sus límites corporativos y, por tanto, sin “pasarse de la raya”, o sea, sin tener derecho a intervenir en la política, la cual sería monopolio del Rey. Mantener separados estos dos planos –el social y el político- es vital para Vásquez de Mella. Como lo es también la exclusión del pluralismo ideológico (es decir, excluir a las distintas ideologías, obviamente, menos una: la gobernante, que para Vásquez de Mella era el catolicismo) pues de lo contrario, a su juicio, se destruirían las comunes bases espirituales de la nación, precipitándola al caos y la decadencia.
Este ideologismo, como se ve, niega el concepto de ciudadanía, hallándose, por lo mismo, en las antípodas de la moderna democracia representativa y de su filosofía política, que eleva el derecho a ser ciudadano a la categoría de Derecho Humano. No por casualidad en el documento que prologa a la Constitución francesa de 1791 se denomina Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Contra esta tradición histórica es que se levantó el tradicionalismo, de cuya modalidad española proviene Jaime Guzmán y sus discípulos de la UDI, entre ellos, el ministro Lavín.
¿Quién ha dicho algo en contra del escándalo representado por la negación que, desde las más negras tradiciones reaccionarias, ha hecho el ministro Lavín de las libertades ciudadanas? Nadie, con excepción del actual movimiento universitario, el cual ha hablado a través de su práctica. Él constituye uno de los pocos sujetos (junto a ciertos grupos de trabajadores) que, después de los dos decenios de abyecto sometimiento y alienación que nos han caracterizado como país, se ha atrevido a “pasarse de la raya”, marcando para los restantes chilenos un camino de dignidad y libertad.
martes, 7 de junio de 2011
Inti Raymi, We Tripantu en La Serena
martes, 24 de mayo de 2011
¿Cómo enseñar la Historia? La idea es no repetir
19/05/2011
Los estudiantes de enseñanza media y universitaria cuentan con unaserie de ideas previas respecto de lo social y la historia. Tienden incluso a creer que el orden social y el presente constituyen algo natural, eterno, necesario, y lo que piensan sobre lo histórico y la realidad responde más bien a la construcción de un sentido común, acrítico. "Pero los profesores de Historia no podemos ser meros articuladores ni menos repetidores de ese sentido común, y debemos impulsar un cambio conceptual, desde ese cuerpo de ideas previas al saber disciplinario, crítico".
Así lo afirmó Pablo Aravena, profesor de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales de la Universidad Viña del Mar, en la conferencia "Hacia una didáctica del cambio conceptual", con la cual se inauguró el Seminario "¿Cómo enseñar la historia? Conceptos y problemas de la didáctica de la Historia y Ciencias Sociales", organizado por dicha carrera.
NO PERPETUAR EL SENTIDO COMÚN
Aravena, licenciado en Historia y magíster en Filosofía, expuso que la didáctica del cambio conceptual se vincula a un planteamiento del gran biólogo y psicólogo experimental suizo Jean Piaget, en orden a que el estudiante ha de ser no un receptor de contenidos, sino sujeto de su propia educación y transformación.
Y prosiguió: "el cambio conceptual fue trabajado como teoría, hace varias décadas, por profesores de Física y Matemática de la Universidad de Cornell (Estados Unidos), quienes se dieron cuenta de la dificultad que tenían muchos alumnos para aprender los procedimientos correctos en esas disciplinas, debido sobre todo a los saberes arraigados que traían y que hacían más complejo instalar en ellos un conocimiento científico".
"Imagínense la dificultad que implica el conocimiento previo y acrítico del alumno para enseñar en el campo de la historia y las ciencias sociales, donde el saber es subjetivo", añadió el doctorando en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile y especialista en teoría historiográfica.
Ante ello, expuso Aravena, "el profesor de Historia no puede seguir reproduciendo estupideces ni el mero sentido común; no puede perpetuarlo. Debe enseñar un saber histórico, disciplinario, que mueva a la reflexión, a la crítica, al debate, y que enfrente las respuestas automáticas y a veces unánimes que suelen dar los alumnos respecto de cuestiones como sus formas de aproximación al pasado, la función del saber histórico o los problemas del presente. Entre otras cosas, porque de ese sentido común derivan muchas de las opciones que las personas toman, en aspectos tan diversos como el tipo de gobierno, su relación frente a los pueblos originarios, su sexualidad, etcétera".
Pablo Aravena dijo que cabe enseñar que el presente es fruto de una construcción, en buena medida impuesta en el caso chileno, y que además dicho presente puede ser la base del futuro que tendremos como sociedad. "Yo me siento muy ajeno a este presente y no me parece bien que incluso los que son explotados en el trabajo y los que sufren la injusticia y la desigualdad digan que así nomás son las cosas, porque así ha sido siempre. En general, no hay conciencia de que nuestro presente es más bien el proyecto de otros", sostuvo el docente UVM.
PRÓXIMAS CONFERENCIAS
El seminario continuará el jueves 26, cuando José Miguel Olave, profesor de las universidades de Chile y Alberto Hurtado, dicte la conferencia "¿Qué se evalúa cuando se evalúa en Ciencias Sociales?".En tanto, Mabelin Garrido, de la Universidad de Chile, continuará el ciclo el jueves 2 de junio, con la conferencia “La construcción del discurso histórico en profesores de Historia”.El 9 de junio, el jefe de carrera de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales UVM y candidato a doctor en historia por la Universidad de Chile, Nelson Castro, dictará “Enfoques y problemas de la Pedagogía de la Diferencia en Historia y Ciencias Sociales”.
El ciclo finalizará el jueves 16 del próximo mes, cuando Isidora Salinas, profesora de la Universidad de Chile y de la UVM, exponga la conferencia “Reflexiones en torno a la perspectiva de género en la enseñanza de la Historia”.Todas las exposiciones serán ofrecidas en el auditorio 230 del Campus Rodelillo de la Universidad Viña del Mar (avenida Agua Santa 7055, Viña del Mar).
Colaboración: Historiador Sergio Grez Toso. Universidad de Chile.
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