La Serena.- 25 marzo 2010.
la Escuela de Historia y Geografía de la Universidad Pedro de Valdivia, sede La Serena, llevó a cabo la Iª Jornada sobre adecuación curricular en el sub sector de Historia y Ciencias Sociales, el pasado Jueves 25 de marzo en dependencias de esta Univerdidad.
la Convocatoria, realizada por la directora de la carrera, Maggie Draguicevic Tolmo, contó con la participación de más de 30 profesores del área, venidos de La Serena. Coquimbo y Andacollo. La Jornada se extendió entre las 15.30 y 19 hrs., coffe break inclido a la media tarde.
Los profesores de la Escuela que participaron como expositores, fueron, una geografa y dos historiadores. La primera en exponer fue la Dr(c) en Geografía, Carmen Varela, luego lo hizo el Dr (c) Patricio Cerda Carrillo y por último el Dr (c) Pedro Canales Tapia. Todos se refieron al trabajo en aula que se lleva a cabo día a día, dando sugerencias participativas y novedosas, además de generar un rico debate entre pares.
lunes, 29 de marzo de 2010
lunes, 1 de marzo de 2010
Mega terremoto en Chile
Terremoto natural y terremoto social en Chile.
Por Mario Garcés Durán. Historiador. Docente Universidad de Santiago de Chile. Director ECO, Educación y Comunicaciones.
La naturaleza nos ha golpeado, no hay dudas, hemos vivido el mayor terremoto de los últimos 50 años. Todos los chilenos tenemos en nuestras vidas, la experiencia de a lo menos un terremoto, los más viejos, más de uno. Todos sabemos, además, lo que hay que hacer cuando el piso se mueve: protegerse bajo los dinteles de las puertas, mantener la calma, proteger a los niños y los ancianos.
Si bien todo esto forma parte de nuestros aprendizajes básicos, siempre un terremoto es una experiencia excepcional: el movimiento, el ruido, los objetos que caen, las murallas y techumbres que a veces ceden, el colapso de los servicios básicos, sobre todo, agua y luz, todo ello configura un cuadro extraordinario, más agudo en unos casos, por ejemplo, para los que viven en alturas o viviendas antiguas, menos en otros, para los que habitan viviendas bien construidas, de uno o dos pisos.
En esta ocasión, todos los aspectos extraordinarios fueron vivenciados por la población con especial agudeza. Un movimiento sobre los 8 grados en la escala de Richter es agudo, y en algunos sentidos, apocalíptico. Y en el caso de la zona costera del Maule al Bio Bio, la catástrofe fue sin dudas, la mayor, al punto que aún no la podemos dimensionar, ni sabemos con certeza el número de víctimas. Que al terremoto siga un maremoto es una experiencia que supera todo lo previsible y en el caso actual, más allá de los errores de los sistemas estatales para alertar a la población, que fallaron, solo el ”saber local” de las poblaciones permitió que el desastre no fuera mayor (se afirmó reiteradamente que no había peligro de tsunami mientras el mar ya había arrollado a algunas poblaciones o lo hacía a las pocas horas que la autoridad desestimaba tal evento. ¿Se pudieron salvar muchas vidas, si la alerta de tsunami hubiese funcionado bien?).
El balance del terremoto lo hemos podido seguir por las radios y la televisión y es evidente que se trata de un desastre de proporciones. Solo el número de víctimas, hasta ahora reconocido, de 799, es impresionante y doloroso, y todo indica que esta cifra seguirá creciendo. Pero, también es verdad que la información fue fluyendo lenta y paulatinamente, porque entre otros de los efectos inmediatos del sismo, es que colapsaron los sistemas de comunicaciones privados y públicos. Durante varias horas, Concepción fue un “hoyo negro”: nada se sabía, solo que las comunicaciones estaban interrumpidas, y del maremoto, nos tomó horas saber de que éste había acontecido.
Este “impasse comunicacional” pareciera dar cuenta de la transición entre dos fases de la catástrofe. En efecto, primero fue el impacto del sismo, con todas sus consecuencias; las primeras víctimas humanas, edificios dañados estructuralmente, muchas viviendas destruidas, cortes de rutas, puentes colapsados, el aeropuerto cerrado, etc. Y cuando la información de los medios pudo mejorar, se pudieron apreciar mejor los efectos del maremoto con pueblos arrasados, balnearios destruidos, etc. Sin embargo, pronto la catástrofe dio paso a una segunda fase, la de la inseguridad, los saqueos, especialmente en Concepción, la dificultad para abastecerse de alimentos, la lentitud en la administración de la ayuda a los zonas más afectadas, etc. Es lo que algunas personas de Concepción y los medios han comenzado a llamar el “terremoto social”.
Y al parecer, habría que admitir que hasta ahora el terremoto ha transitado por dos fases: una natural y otra política y social. Estamos viviendo en medio de ambas, y la segunda llevó a las zonas de Concepción y el Maule, no sólo a que se declararan zonas en “estado de catástrofe”, sino que al toque de queda y al traslado de miles de efectivos militares para que patrullen las calles y administren el alterado y soliviantado orden social.
Terremoto natural y terremoto político y social
De acuerdo con las últimas informaciones que entrega la TV, a muchos lugares críticos, la ayuda recién ha comenzado a llegar el día martes 2 de marzo, es decir, al cuarto día del siniestro. En Concepción, que ha sido la zona más crítica desde el punto de vista social, donde los saqueos se iniciaron el domingo y se hicieron, al parecer incontrolables el día lunes, el terremoto no solo hizo colapsar el sistema de comunicaciones, sino todo el sistema de abastecimiento de la población, amén que colapsaron los sistemas de agua potable y luz eléctrica. Es decir, por una parte, con el terremoto se alteraron condiciones básicas de la vida cotidiana de la población, y por otra, la ayuda ha demorado hasta tres y cuatro días en organizarse y llegar a los grupos más afectados.
Estamos frente a diversos problemas del moderno Chile neoliberal: primero, el abastecimiento de productos básicos está en manos de grandes cadenas privadas de supermercados y los medicamentos de grandes cadenas de farmacias, que han provocado prácticamente la desaparición del comercio de los barrios. Este sistema oligopolico colapsó, en parte por efectos directos del sismo mismo (caída de la mercadería de la estanterías, daños en la infraestructura de los locales, etc.), pero además porque depende del sistema eléctrico (cobros en cajas, acceso al sistema de tarjetas, el denominado “sistema”, que cayó). El resultado, los supermercados y farmacias cerraron sus puertas. Entonces las preguntas son: ¿dónde podía la población abastecerse de elementos básicos? Y ¿cuánto tiempo era razonable esperar para que se repusieran todos los sistemas de las grandes cadenas? Las respuestas parecen sencillas, para la primera pregunta no hay muchas respuestas, si el abastecimiento es un gran negocio de grandes cadenas y si estas colapsan, no hay como acceder a los productos básicos; para la segunda pregunta es un asunto de tiempo relativo a cuanto dura la paciencia de la población. En Concepción, la segunda ciudad en importancia en Chile, la paciencia duró aproximadamente 48 horas y dio paso a la acción directa: asaltar supermercados, abrir y descerrajar cortinas, pero además, con un componente adicional: llevarse de todo, no solo alimentos, sino también TV plasma, zapatos, electrodomésticos, etc., frente a lo cual los medios de comunicación rasgaron vestiduras (eso no es necesidad, sino vandalismo, pillaje) y junto a diversas autoridades, llamaban urgentemente a los militares. En realidad, no solo se había agotado la paciencia frente al colapsado sistema oligopolico de abastecimientos, sino que en el contexto de la desigualdad social estructural que organiza la sociedad chilena, muchos encontraron la oportunidad de “pasar la cuenta”.
En consecuencia, sistema oligopolico de “mercado”, lentitud político administrativa para organizar la ayuda y desigualdad social estructural, todo conducía a “hacer justicia por mano propia” y soliviantar el orden social. El desorden se comenzó a extender por la ciudad de Concepción y la salida fue que el poder político decretara el “estado de catástrofe”, enviara 4 mil efectivos militares a la zona y estableciera ya por dos días “toque de queda” ente las 18 horas y las 12 horas del día siguiente, es decir permitir el libre desplazamiento de la población solo por seis horas al día. Increíble, cuesta creerlo.
La televisión informa al día 4 posterior al sismo, que se recupera la calma, claro que solo con seis horas de movimiento de los ciudadanos y con militares que controlan la ciudad.
Quedamos por cierto con muchas preguntas.
- La primera y más graves es ¿cómo se administra el sistema de alarma frente a un tsunami? El hecho concreto es que en Chile falló y recién comienzan a conocerse algunas explicaciones, la más importante es que cuando la presidente de la república llamó a los responsables de la Armada a las 5.10 de la mañana del sábado 27, estos respondieron de manera ambigua. Frente a esta falla de los sistemas estatales, solo el sentido común, y como dijimos más arriba, el saber local, impidió más víctimas.
- La segunda pregunta, en medio de la mayor revolución tecnológica de las comunicaciones, lo primero que colapsó fue el sistema de comunicaciones. Esta es una zona compleja, porque habrá que concluir que no se deben desestimar viejos sistema radiales, o poner en movimiento con mayor celeridad formas de comunicación área.
- Tercero, el sistema oligopolico de abastecimientos representa un límite, aparentemente insalvable, frente a una catástrofe. Sin el viejo comercio local de los barrios, todo depende grandes cadenas de farmacias y supermercados, con modernos sistema de control de cajas, tarjetas, etc. ¿Cuánto es el tiempo razonable de reposición de los servicios y cuál la flexibilidad con que deben actuar estos servicios? O sea, ¿Hay que esperar el retorno de la luz eléctrica como condición sine qua non para que estos funcionen?.
- Cuarto, el Estado demostró una buena estrategia comunicacional y una débil capacidad de reacción, en el tiempo que se ocupó, para llegar con la ayuda. La pregunta es aquí, ¿Cuánto hemos avanzado realmente en “descentralización” y cuántas capacidades comunitarias han sido desestimadas por el poder político, que de contar con ellas, el desastre hubiese sido menor?
Si nos pudiéramos hacer cargo de algunos de estos problemas, tal vez se hubiese mitigado la reacción desesperada de los ciudadanos de Concepción, que a las 48 horas del terremoto decidieron salir a las calles; pero también hay que admitir que una sociedad menos desigual seguiría otras conductas; que una sociedad que valora sus tradiciones comunitarias contaría con otros recursos y capacidades frente a una emergencia. Es decir, las soluciones no pueden reducirse a la clásica y tan chilena apelación a las fuerzas armadas para reestablezcan el orden, es decir para que impongan “el peso de la noche” (el prolongado toque de queda) como única salida a la crisis.
Queda pendiente todavía una tercera fase de la catástrofe: la reconstrucción, que tomará tiempo e implicará grandes recursos, Y que tensará las relaciones entre el Estado, la sociedad civil y el mercado, tensiones que marcará el gobierno de Sebastián Piñera, que ya la próxima semana debe comenzar a administrar la situación de crisis? ¿Qué papel jugará el Estado en el proceso de reconstrucción? ¿Qué normativas nuevas se dictarán para hacer frente a una catástrofe? ¿Se avanzará más en serio en la descentralización? ¿Cuánto responderán las empresas aseguradoras y las empresas inmobiliarias frente a los daños ocurridos? ¿Se terminará de reconocer que una sociedad civil más organizada es el mayor capital social con que puede contar la sociedad?
NOTA: reflexión aportada a este medio por la colega y amiga Dra. Cristina Moyano. Se le agradece.
Por Mario Garcés Durán. Historiador. Docente Universidad de Santiago de Chile. Director ECO, Educación y Comunicaciones.
La naturaleza nos ha golpeado, no hay dudas, hemos vivido el mayor terremoto de los últimos 50 años. Todos los chilenos tenemos en nuestras vidas, la experiencia de a lo menos un terremoto, los más viejos, más de uno. Todos sabemos, además, lo que hay que hacer cuando el piso se mueve: protegerse bajo los dinteles de las puertas, mantener la calma, proteger a los niños y los ancianos.
Si bien todo esto forma parte de nuestros aprendizajes básicos, siempre un terremoto es una experiencia excepcional: el movimiento, el ruido, los objetos que caen, las murallas y techumbres que a veces ceden, el colapso de los servicios básicos, sobre todo, agua y luz, todo ello configura un cuadro extraordinario, más agudo en unos casos, por ejemplo, para los que viven en alturas o viviendas antiguas, menos en otros, para los que habitan viviendas bien construidas, de uno o dos pisos.
En esta ocasión, todos los aspectos extraordinarios fueron vivenciados por la población con especial agudeza. Un movimiento sobre los 8 grados en la escala de Richter es agudo, y en algunos sentidos, apocalíptico. Y en el caso de la zona costera del Maule al Bio Bio, la catástrofe fue sin dudas, la mayor, al punto que aún no la podemos dimensionar, ni sabemos con certeza el número de víctimas. Que al terremoto siga un maremoto es una experiencia que supera todo lo previsible y en el caso actual, más allá de los errores de los sistemas estatales para alertar a la población, que fallaron, solo el ”saber local” de las poblaciones permitió que el desastre no fuera mayor (se afirmó reiteradamente que no había peligro de tsunami mientras el mar ya había arrollado a algunas poblaciones o lo hacía a las pocas horas que la autoridad desestimaba tal evento. ¿Se pudieron salvar muchas vidas, si la alerta de tsunami hubiese funcionado bien?).
El balance del terremoto lo hemos podido seguir por las radios y la televisión y es evidente que se trata de un desastre de proporciones. Solo el número de víctimas, hasta ahora reconocido, de 799, es impresionante y doloroso, y todo indica que esta cifra seguirá creciendo. Pero, también es verdad que la información fue fluyendo lenta y paulatinamente, porque entre otros de los efectos inmediatos del sismo, es que colapsaron los sistemas de comunicaciones privados y públicos. Durante varias horas, Concepción fue un “hoyo negro”: nada se sabía, solo que las comunicaciones estaban interrumpidas, y del maremoto, nos tomó horas saber de que éste había acontecido.
Este “impasse comunicacional” pareciera dar cuenta de la transición entre dos fases de la catástrofe. En efecto, primero fue el impacto del sismo, con todas sus consecuencias; las primeras víctimas humanas, edificios dañados estructuralmente, muchas viviendas destruidas, cortes de rutas, puentes colapsados, el aeropuerto cerrado, etc. Y cuando la información de los medios pudo mejorar, se pudieron apreciar mejor los efectos del maremoto con pueblos arrasados, balnearios destruidos, etc. Sin embargo, pronto la catástrofe dio paso a una segunda fase, la de la inseguridad, los saqueos, especialmente en Concepción, la dificultad para abastecerse de alimentos, la lentitud en la administración de la ayuda a los zonas más afectadas, etc. Es lo que algunas personas de Concepción y los medios han comenzado a llamar el “terremoto social”.
Y al parecer, habría que admitir que hasta ahora el terremoto ha transitado por dos fases: una natural y otra política y social. Estamos viviendo en medio de ambas, y la segunda llevó a las zonas de Concepción y el Maule, no sólo a que se declararan zonas en “estado de catástrofe”, sino que al toque de queda y al traslado de miles de efectivos militares para que patrullen las calles y administren el alterado y soliviantado orden social.
Terremoto natural y terremoto político y social
De acuerdo con las últimas informaciones que entrega la TV, a muchos lugares críticos, la ayuda recién ha comenzado a llegar el día martes 2 de marzo, es decir, al cuarto día del siniestro. En Concepción, que ha sido la zona más crítica desde el punto de vista social, donde los saqueos se iniciaron el domingo y se hicieron, al parecer incontrolables el día lunes, el terremoto no solo hizo colapsar el sistema de comunicaciones, sino todo el sistema de abastecimiento de la población, amén que colapsaron los sistemas de agua potable y luz eléctrica. Es decir, por una parte, con el terremoto se alteraron condiciones básicas de la vida cotidiana de la población, y por otra, la ayuda ha demorado hasta tres y cuatro días en organizarse y llegar a los grupos más afectados.
Estamos frente a diversos problemas del moderno Chile neoliberal: primero, el abastecimiento de productos básicos está en manos de grandes cadenas privadas de supermercados y los medicamentos de grandes cadenas de farmacias, que han provocado prácticamente la desaparición del comercio de los barrios. Este sistema oligopolico colapsó, en parte por efectos directos del sismo mismo (caída de la mercadería de la estanterías, daños en la infraestructura de los locales, etc.), pero además porque depende del sistema eléctrico (cobros en cajas, acceso al sistema de tarjetas, el denominado “sistema”, que cayó). El resultado, los supermercados y farmacias cerraron sus puertas. Entonces las preguntas son: ¿dónde podía la población abastecerse de elementos básicos? Y ¿cuánto tiempo era razonable esperar para que se repusieran todos los sistemas de las grandes cadenas? Las respuestas parecen sencillas, para la primera pregunta no hay muchas respuestas, si el abastecimiento es un gran negocio de grandes cadenas y si estas colapsan, no hay como acceder a los productos básicos; para la segunda pregunta es un asunto de tiempo relativo a cuanto dura la paciencia de la población. En Concepción, la segunda ciudad en importancia en Chile, la paciencia duró aproximadamente 48 horas y dio paso a la acción directa: asaltar supermercados, abrir y descerrajar cortinas, pero además, con un componente adicional: llevarse de todo, no solo alimentos, sino también TV plasma, zapatos, electrodomésticos, etc., frente a lo cual los medios de comunicación rasgaron vestiduras (eso no es necesidad, sino vandalismo, pillaje) y junto a diversas autoridades, llamaban urgentemente a los militares. En realidad, no solo se había agotado la paciencia frente al colapsado sistema oligopolico de abastecimientos, sino que en el contexto de la desigualdad social estructural que organiza la sociedad chilena, muchos encontraron la oportunidad de “pasar la cuenta”.
En consecuencia, sistema oligopolico de “mercado”, lentitud político administrativa para organizar la ayuda y desigualdad social estructural, todo conducía a “hacer justicia por mano propia” y soliviantar el orden social. El desorden se comenzó a extender por la ciudad de Concepción y la salida fue que el poder político decretara el “estado de catástrofe”, enviara 4 mil efectivos militares a la zona y estableciera ya por dos días “toque de queda” ente las 18 horas y las 12 horas del día siguiente, es decir permitir el libre desplazamiento de la población solo por seis horas al día. Increíble, cuesta creerlo.
La televisión informa al día 4 posterior al sismo, que se recupera la calma, claro que solo con seis horas de movimiento de los ciudadanos y con militares que controlan la ciudad.
Quedamos por cierto con muchas preguntas.
- La primera y más graves es ¿cómo se administra el sistema de alarma frente a un tsunami? El hecho concreto es que en Chile falló y recién comienzan a conocerse algunas explicaciones, la más importante es que cuando la presidente de la república llamó a los responsables de la Armada a las 5.10 de la mañana del sábado 27, estos respondieron de manera ambigua. Frente a esta falla de los sistemas estatales, solo el sentido común, y como dijimos más arriba, el saber local, impidió más víctimas.
- La segunda pregunta, en medio de la mayor revolución tecnológica de las comunicaciones, lo primero que colapsó fue el sistema de comunicaciones. Esta es una zona compleja, porque habrá que concluir que no se deben desestimar viejos sistema radiales, o poner en movimiento con mayor celeridad formas de comunicación área.
- Tercero, el sistema oligopolico de abastecimientos representa un límite, aparentemente insalvable, frente a una catástrofe. Sin el viejo comercio local de los barrios, todo depende grandes cadenas de farmacias y supermercados, con modernos sistema de control de cajas, tarjetas, etc. ¿Cuánto es el tiempo razonable de reposición de los servicios y cuál la flexibilidad con que deben actuar estos servicios? O sea, ¿Hay que esperar el retorno de la luz eléctrica como condición sine qua non para que estos funcionen?.
- Cuarto, el Estado demostró una buena estrategia comunicacional y una débil capacidad de reacción, en el tiempo que se ocupó, para llegar con la ayuda. La pregunta es aquí, ¿Cuánto hemos avanzado realmente en “descentralización” y cuántas capacidades comunitarias han sido desestimadas por el poder político, que de contar con ellas, el desastre hubiese sido menor?
Si nos pudiéramos hacer cargo de algunos de estos problemas, tal vez se hubiese mitigado la reacción desesperada de los ciudadanos de Concepción, que a las 48 horas del terremoto decidieron salir a las calles; pero también hay que admitir que una sociedad menos desigual seguiría otras conductas; que una sociedad que valora sus tradiciones comunitarias contaría con otros recursos y capacidades frente a una emergencia. Es decir, las soluciones no pueden reducirse a la clásica y tan chilena apelación a las fuerzas armadas para reestablezcan el orden, es decir para que impongan “el peso de la noche” (el prolongado toque de queda) como única salida a la crisis.
Queda pendiente todavía una tercera fase de la catástrofe: la reconstrucción, que tomará tiempo e implicará grandes recursos, Y que tensará las relaciones entre el Estado, la sociedad civil y el mercado, tensiones que marcará el gobierno de Sebastián Piñera, que ya la próxima semana debe comenzar a administrar la situación de crisis? ¿Qué papel jugará el Estado en el proceso de reconstrucción? ¿Qué normativas nuevas se dictarán para hacer frente a una catástrofe? ¿Se avanzará más en serio en la descentralización? ¿Cuánto responderán las empresas aseguradoras y las empresas inmobiliarias frente a los daños ocurridos? ¿Se terminará de reconocer que una sociedad civil más organizada es el mayor capital social con que puede contar la sociedad?
NOTA: reflexión aportada a este medio por la colega y amiga Dra. Cristina Moyano. Se le agradece.
lunes, 22 de febrero de 2010
martes, 19 de enero de 2010
¿La transición joven… ???: algunas reflexiones a partir de las imágenes de ayer.
x Jorge Rivas Medina
Profesor de Historia
Universidad Arcis
Santiago
Al igual que Luis Barrales –destacado dramaturgo contemporáneo de nuestro país- lo reconoció en su columna de domingo la semana anterior, yo reniego de Frei. Me había prometido incansablemente no votar por quien hizo las gestiones para traer de vuelta de Inglaterra a Pinochet, cuando éste pudo ser condenado aquí en la tierra (qué duda cabe que en otro lugar su violencia de Estado ya ha sido purgada). Me lo repetí una y otra vez: “en segunda vuelta anularé”. Y no es que condene, y allí me alejo de Barrales, a quienes hayan anulado, pues también es una forma de manifestarse críticamente. No está validada institucionalmente, porque a los detentores del poder no les gusta leer ese desapego en clave crítica, así como tampoco gustan de sintonizar reflexivamente con los jóvenes no inscritos, prefiriendo reemplazar ambos fenómenos con esas frasecitas autocomplacientes de los periodistas nacionales como “la gran educación cívica de este pueblo” y otras más. En definitiva respeto la anulación como legítima manifestación, pero en mi fuero interno, no estuve dispuesto a darle un voto menos al candidato concertacionista. Actué como seguramente muchos de mi edad en Francia lo hicieron cuando tuvieron que elegir entre el fascista y xenófobo Jean Marie Le Pen y el conservador Chirac, a la postre Presidente del país galo, a comienzos de este milenio.
Definitivamente fue así: entre dos escenarios negativos, apreté la guata y marqué por Frei. Voté por Chirac, para impedir un Le Pen a la chilena, tal vez no tanto porque el propio Piñera represente eso (se parece más en verdad a Berlusconi, que no es un muy buen referente en todo caso), pero inevitablemente porque su coalición, con la UDI por delante, representa a mi entender lo peor de la derecha. Una derecha que jamás ha reconocido su complicidad en los crímenes alevosos de la Dictadura Militar chilena, que superaron con creces lo que a los fascistas les acomoda llamar “excesos”.
Ya lo sé, muchos dirán que eso ocurrió hace treinta y tantos años, pero les recuerdo que ello implica una sola generación completa, lo que en relación con la vida de la humanidad es un período brevísimo. Pero más allá de eso, no existe posibilidad de proyecto sustentable en el futuro, para quienes invitan con tanto ánimo a olvidar el pasado. Quienes insisten en dejar el pasado y mirar al futuro como una suerte de automatización retórica, deben ser personajes de los cuales se desconfíe. Piñera seguramente no debe desear con mucha fuerza recordar, por ejemplo, el caso vivido con su entonces amiga y compañera de partido, Evelyn Mathei, cuando demostró lo peor de las competencias, zancadillas, amenazas, suciedades y faltas de ética en la derecha nacional. Claro, frente a esos fenómenos, mejor olvidar el pasado, en una de esas las generaciones actuales no se enteran y les da lo mismo votar por alguien cuyo comportamiento político en el pasado estuvo bastante lejos de la corrección moral que hoy enarbola. Para los que no conozcan el caso llamado “piñeragate”, los invito a leer, ya que no todo es sonrisa de publicidad.
Esos mismos que hoy hablan del “futuro”, podrían ser ministros de Piñera habiendo ocupado cargos políticos en la Dictadura pinochetista: Jovino Novoa, por ejemplo, o Carlos Bombal, o Carlos Cáceres. Ninguno de ellos es de futuro. Pero incluso los jovencitos de entonces, los Longueira, los Coloma, los Allamand, tenían responsabilidades estudiantiles y por tanto cargos desde los cuales se sabía que existían alumnos desapareciendo en las universidades, secuestrados, asesinados o perseguidos por agentes de seguridad que eran pagados con platas del Estado para violar, torturar, quemar, asesinar… Si lo sé, no es agradable hablar de esto, es volver a la misma cantinela incómoda, pero justamente por incómoda y dolorosa, necesaria de ser considerada al momento de elegir quienes gobiernan y de evaluar las conductas de personas que hoy aparecen vestidos de mañana, cuando se sabe que son de ayer. Cuando se sabe de dónde vienen y qué omisiones flagrantes cometieron. Frente a ese tropel de caraduras, Frei apareció para mí, como el mal menor.
Vote por el candidato del 29% -citando al autorreferente MEO-, porque a pesar que no comparto gran parte de los manejos que ha hecho la Concertación, reconozco dentro de esa coalición gente decente que me hace gustar aún de la política partidista: un Carlos Montes, por ejemplo, un Osvaldo Andrade, una Carolina Tohá, pero también viejos señeros –ojo que la juventud en política no tiene por qué ser un bien en sí mismo, esa apreciación me parece demagógica y equívoca, sino observen el actuar de la jovencita Marcela Sabat-, como Andrés Aylwin, que desde la Democracia Cristiana, fue, es y será un referente que no se acomodó a los tiempos en materias tan trascendentes como los derechos humanos.
Si lo escrito no es suficiente argumento para justificar la disconformidad con la opinión ciudadana de ayer, vayamos a las imágenes.
Desde que trabajo como asesor pedagógico de un proyecto universitario sobre imágenes, mi forma de observar cambió. De todas formas no se requiere ser un Joan Ferrés o un Chistian Metz, para corroborar críticamente lo que a continuación señalaré. Sobretodo si pudieron ver ayer la portada del diario La Tercera.
En dicho medio -de derecha, como el 80% de la prensa escrita, los canales de televisión “públicos” y las cadenas radiales-, aparecían los dos candidatos de espaldas saludando a sus partidarios, en un ejercicio de empate icónico. Sin embargo las diferencias saltaban a la vista. La foto en que aparecía Piñera era una imagen en donde se apreciaban colores, en contraste con la de Frei; en la del candidato de derecha el público se apreciaba claramente, en la de Frei se notaba una nebulosa mancha de personas; en la de Piñera llegaba luz a la espalda del candidato y en la de Frei sólo sombra… Puede parecerles una cuestión exigua, pero estos medios venden simbólicamente una opinión y la imagen en ello es sustancial. Son los mismos medios que pudieron tergiversar y mostrar a su antojo la “revolución pingüina”, así como la muerte del dictador militar, cuando este mismo diario al que aludo se negó a poner la palabra “dictador” en portada y acompañó dicho titular con una colorida y dulzona imagen del anciano. Su actitud reflexiva en la foto incluso daba para pensar que moría un gran estadista y no el milico que se reunía los días martes con Manuel Contreras para dar luz verde a las atrocidades a las que se sometieron a demasiados chilenos, hijos del mismo país que estos infelices decían defender.
Una de mis fundamentales preocupaciones es que la concentración de los medios de comunicación, tradicionalmente en manos de derecha y administrada y subvencionada de la misma manera durante el período concertacionista, pase a ser un monopolio completo, porque si el escenario de hoy ya es trágico, con un presidente que es dueño de un canal de televisión y que podrá manejar a su antojo la línea editorial de La Nación –de los pocos medios no conservadores y bastante decente al menos el día domingo-, el tema podría ser simplemente asqueroso.
Hablemos de otras imágenes.
Cuando ya se oficializaba el primer cómputo de la tarde, los canales de televisión comenzaron a mostrar la alegría de los partidarios de la derecha: Miguel Piñera y su “Belencita” aparecían en primer plano; Arturo Longton hijo, José Miguel Viñuela y obviamente variados militantes RN y UDI. Es decir, mujercitas gomero, chicos realityes, animadores de programas juveniles de un profundo contenido social… Para más tarde dar paso a la animación del rey de la cultura televisiva: Kike Morandé, el mismo que animaba los cumpleaños de Pinochet y que a la mayoría de la gente debe parecerle un cuico “buena onda”. Las imágenes eran claras y al mismo tiempo terribles. Anunciaban el aporte cultural que existe detrás de este nuevo presidente. El mismo que tuvo que importar un intelectual desde el Perú, para dar al menos una señal en esa línea, ante la estrepitosa evidencia de carecer de figuras trascendentes del mundo artístico y cultural y menos aún con un programa que ponga de relevo el teatro, la música, la pintura, el cine y un largo ítem de etc que han hecho que este país se respire polifónicamente y se haga justicia al legado de poetas como Neruda y Mistral, escritores como Manuel Rojas, a directores teatrales como Andrés Pérez, a dramaturgos como Jorge Díaz, a músicos tan notables como Violeta y Víctor, a pintores como Antúnez y Matta, a cineastas como Helvio Soto y Patricio Kaulen, a actrices como Ana González o actores como Roberto Parada. Todos fallecidos y todos de izquierda.
En esa misma línea de preocupaciones, resulta maravilloso poder seguir un derrotero cultural con poetas como Nicanor Parra o Gonzalo Rojas, escritores como Antonio Skármeta o Alejandro Zambra, directores teatrales como Alfredo Castro y Manuela Infante, a dramaturgos como Radrigán y Luis Barrales, a músicos como Camila Moreno y Manuel García, los propios Inti, Congreso, Jaivas y un vasto listado de grupos diversos en el ámbito musical; cineastas como Andrés Wood o Caiozzi, actrices como la Di Girolamo, Tamara Acosta o Cata Saavedra y actores como Héctor Noguera, Nissim Sharim y Quercia. Todos vivos y todos de izquierda.
El listado omite a demasiados, pero es una muestra representativa de una sensibilidad artística que comparto profundamente y que frente al próximo gobierno no desaparecerá, pero pudiera ensombrecerse. La política cultural de este gobierno electo es una tremenda, y costosa, incertidumbre. Quienes aparecieron en las primeras tomas del triunfo ayer, generan demasiadas dudas.
Vamos a una última imagen.
Cuando la televisión mostraba ya la celebración de los partidarios piñeristas frente al Crowm Plaza –y ojo que varios canales hicieron primero contacto en directo con lugares de Las Condes, lo que vuelve a demostrar dónde está la base de votación de derecha del país-, las cámaras mostraron a un concurrente con un busto de Pinochet y la banda presidencial cruzada. Casi no admite comentario. Baste señalar que si algunos propios partidarios vinculan la celebración de ayer con la imagen del viejo dictador, es porque algo de esa sensibilidad está más que viva en la derecha de este país. No hace falta escuchar a lo “resentidos” de izquierda para dar con la razón de que en el alma de la derecha, esa “alma profunda” a la que se refirió ayer Piñera, citando a Huidobro –poeta que militó en el PC, tal vez habría sido mejor una cita de Vargas Llosa-, está anclado el autoritarismo, ese mismo autoritarismo que desea acabar con la delincuencia poniendo más carabineros en las calles, pues no se asume otra forma de aplacar un fenómeno de este tipo sino desde las consecuencias, no desde las causas.
Piñera llamó ayer a este comienzo “la transición joven”. Otro error. Ya no se quiere más transición. No basta un cambio por el cambio. Sus compañeros de labor son demasiado conocidos, aunque se vistan con piel de oveja, como para creerse herederos de un tiempo nuevo.
Porque la comunicación de masas y su concentración antidemocrática es mi preocupación, hoy más que antes; porque valoro el arte de este país y los espacios públicos para la cultura y las muestras artísticas variadas, porque me importa el pasado y la historia y porque las primeras imágenes de ayer no fueron muy optimistas, me siento intranquilo con esta elección. No comparto este gobierno. Desconfío del líder y sus secuaces. Al igual que la contratapa del último The Clinic, yo pensaba y sigo sosteniendo que Piñera, definitivamente NO.
Profesor de Historia
Universidad Arcis
Santiago
Al igual que Luis Barrales –destacado dramaturgo contemporáneo de nuestro país- lo reconoció en su columna de domingo la semana anterior, yo reniego de Frei. Me había prometido incansablemente no votar por quien hizo las gestiones para traer de vuelta de Inglaterra a Pinochet, cuando éste pudo ser condenado aquí en la tierra (qué duda cabe que en otro lugar su violencia de Estado ya ha sido purgada). Me lo repetí una y otra vez: “en segunda vuelta anularé”. Y no es que condene, y allí me alejo de Barrales, a quienes hayan anulado, pues también es una forma de manifestarse críticamente. No está validada institucionalmente, porque a los detentores del poder no les gusta leer ese desapego en clave crítica, así como tampoco gustan de sintonizar reflexivamente con los jóvenes no inscritos, prefiriendo reemplazar ambos fenómenos con esas frasecitas autocomplacientes de los periodistas nacionales como “la gran educación cívica de este pueblo” y otras más. En definitiva respeto la anulación como legítima manifestación, pero en mi fuero interno, no estuve dispuesto a darle un voto menos al candidato concertacionista. Actué como seguramente muchos de mi edad en Francia lo hicieron cuando tuvieron que elegir entre el fascista y xenófobo Jean Marie Le Pen y el conservador Chirac, a la postre Presidente del país galo, a comienzos de este milenio.
Definitivamente fue así: entre dos escenarios negativos, apreté la guata y marqué por Frei. Voté por Chirac, para impedir un Le Pen a la chilena, tal vez no tanto porque el propio Piñera represente eso (se parece más en verdad a Berlusconi, que no es un muy buen referente en todo caso), pero inevitablemente porque su coalición, con la UDI por delante, representa a mi entender lo peor de la derecha. Una derecha que jamás ha reconocido su complicidad en los crímenes alevosos de la Dictadura Militar chilena, que superaron con creces lo que a los fascistas les acomoda llamar “excesos”.
Ya lo sé, muchos dirán que eso ocurrió hace treinta y tantos años, pero les recuerdo que ello implica una sola generación completa, lo que en relación con la vida de la humanidad es un período brevísimo. Pero más allá de eso, no existe posibilidad de proyecto sustentable en el futuro, para quienes invitan con tanto ánimo a olvidar el pasado. Quienes insisten en dejar el pasado y mirar al futuro como una suerte de automatización retórica, deben ser personajes de los cuales se desconfíe. Piñera seguramente no debe desear con mucha fuerza recordar, por ejemplo, el caso vivido con su entonces amiga y compañera de partido, Evelyn Mathei, cuando demostró lo peor de las competencias, zancadillas, amenazas, suciedades y faltas de ética en la derecha nacional. Claro, frente a esos fenómenos, mejor olvidar el pasado, en una de esas las generaciones actuales no se enteran y les da lo mismo votar por alguien cuyo comportamiento político en el pasado estuvo bastante lejos de la corrección moral que hoy enarbola. Para los que no conozcan el caso llamado “piñeragate”, los invito a leer, ya que no todo es sonrisa de publicidad.
Esos mismos que hoy hablan del “futuro”, podrían ser ministros de Piñera habiendo ocupado cargos políticos en la Dictadura pinochetista: Jovino Novoa, por ejemplo, o Carlos Bombal, o Carlos Cáceres. Ninguno de ellos es de futuro. Pero incluso los jovencitos de entonces, los Longueira, los Coloma, los Allamand, tenían responsabilidades estudiantiles y por tanto cargos desde los cuales se sabía que existían alumnos desapareciendo en las universidades, secuestrados, asesinados o perseguidos por agentes de seguridad que eran pagados con platas del Estado para violar, torturar, quemar, asesinar… Si lo sé, no es agradable hablar de esto, es volver a la misma cantinela incómoda, pero justamente por incómoda y dolorosa, necesaria de ser considerada al momento de elegir quienes gobiernan y de evaluar las conductas de personas que hoy aparecen vestidos de mañana, cuando se sabe que son de ayer. Cuando se sabe de dónde vienen y qué omisiones flagrantes cometieron. Frente a ese tropel de caraduras, Frei apareció para mí, como el mal menor.
Vote por el candidato del 29% -citando al autorreferente MEO-, porque a pesar que no comparto gran parte de los manejos que ha hecho la Concertación, reconozco dentro de esa coalición gente decente que me hace gustar aún de la política partidista: un Carlos Montes, por ejemplo, un Osvaldo Andrade, una Carolina Tohá, pero también viejos señeros –ojo que la juventud en política no tiene por qué ser un bien en sí mismo, esa apreciación me parece demagógica y equívoca, sino observen el actuar de la jovencita Marcela Sabat-, como Andrés Aylwin, que desde la Democracia Cristiana, fue, es y será un referente que no se acomodó a los tiempos en materias tan trascendentes como los derechos humanos.
Si lo escrito no es suficiente argumento para justificar la disconformidad con la opinión ciudadana de ayer, vayamos a las imágenes.
Desde que trabajo como asesor pedagógico de un proyecto universitario sobre imágenes, mi forma de observar cambió. De todas formas no se requiere ser un Joan Ferrés o un Chistian Metz, para corroborar críticamente lo que a continuación señalaré. Sobretodo si pudieron ver ayer la portada del diario La Tercera.
En dicho medio -de derecha, como el 80% de la prensa escrita, los canales de televisión “públicos” y las cadenas radiales-, aparecían los dos candidatos de espaldas saludando a sus partidarios, en un ejercicio de empate icónico. Sin embargo las diferencias saltaban a la vista. La foto en que aparecía Piñera era una imagen en donde se apreciaban colores, en contraste con la de Frei; en la del candidato de derecha el público se apreciaba claramente, en la de Frei se notaba una nebulosa mancha de personas; en la de Piñera llegaba luz a la espalda del candidato y en la de Frei sólo sombra… Puede parecerles una cuestión exigua, pero estos medios venden simbólicamente una opinión y la imagen en ello es sustancial. Son los mismos medios que pudieron tergiversar y mostrar a su antojo la “revolución pingüina”, así como la muerte del dictador militar, cuando este mismo diario al que aludo se negó a poner la palabra “dictador” en portada y acompañó dicho titular con una colorida y dulzona imagen del anciano. Su actitud reflexiva en la foto incluso daba para pensar que moría un gran estadista y no el milico que se reunía los días martes con Manuel Contreras para dar luz verde a las atrocidades a las que se sometieron a demasiados chilenos, hijos del mismo país que estos infelices decían defender.
Una de mis fundamentales preocupaciones es que la concentración de los medios de comunicación, tradicionalmente en manos de derecha y administrada y subvencionada de la misma manera durante el período concertacionista, pase a ser un monopolio completo, porque si el escenario de hoy ya es trágico, con un presidente que es dueño de un canal de televisión y que podrá manejar a su antojo la línea editorial de La Nación –de los pocos medios no conservadores y bastante decente al menos el día domingo-, el tema podría ser simplemente asqueroso.
Hablemos de otras imágenes.
Cuando ya se oficializaba el primer cómputo de la tarde, los canales de televisión comenzaron a mostrar la alegría de los partidarios de la derecha: Miguel Piñera y su “Belencita” aparecían en primer plano; Arturo Longton hijo, José Miguel Viñuela y obviamente variados militantes RN y UDI. Es decir, mujercitas gomero, chicos realityes, animadores de programas juveniles de un profundo contenido social… Para más tarde dar paso a la animación del rey de la cultura televisiva: Kike Morandé, el mismo que animaba los cumpleaños de Pinochet y que a la mayoría de la gente debe parecerle un cuico “buena onda”. Las imágenes eran claras y al mismo tiempo terribles. Anunciaban el aporte cultural que existe detrás de este nuevo presidente. El mismo que tuvo que importar un intelectual desde el Perú, para dar al menos una señal en esa línea, ante la estrepitosa evidencia de carecer de figuras trascendentes del mundo artístico y cultural y menos aún con un programa que ponga de relevo el teatro, la música, la pintura, el cine y un largo ítem de etc que han hecho que este país se respire polifónicamente y se haga justicia al legado de poetas como Neruda y Mistral, escritores como Manuel Rojas, a directores teatrales como Andrés Pérez, a dramaturgos como Jorge Díaz, a músicos tan notables como Violeta y Víctor, a pintores como Antúnez y Matta, a cineastas como Helvio Soto y Patricio Kaulen, a actrices como Ana González o actores como Roberto Parada. Todos fallecidos y todos de izquierda.
En esa misma línea de preocupaciones, resulta maravilloso poder seguir un derrotero cultural con poetas como Nicanor Parra o Gonzalo Rojas, escritores como Antonio Skármeta o Alejandro Zambra, directores teatrales como Alfredo Castro y Manuela Infante, a dramaturgos como Radrigán y Luis Barrales, a músicos como Camila Moreno y Manuel García, los propios Inti, Congreso, Jaivas y un vasto listado de grupos diversos en el ámbito musical; cineastas como Andrés Wood o Caiozzi, actrices como la Di Girolamo, Tamara Acosta o Cata Saavedra y actores como Héctor Noguera, Nissim Sharim y Quercia. Todos vivos y todos de izquierda.
El listado omite a demasiados, pero es una muestra representativa de una sensibilidad artística que comparto profundamente y que frente al próximo gobierno no desaparecerá, pero pudiera ensombrecerse. La política cultural de este gobierno electo es una tremenda, y costosa, incertidumbre. Quienes aparecieron en las primeras tomas del triunfo ayer, generan demasiadas dudas.
Vamos a una última imagen.
Cuando la televisión mostraba ya la celebración de los partidarios piñeristas frente al Crowm Plaza –y ojo que varios canales hicieron primero contacto en directo con lugares de Las Condes, lo que vuelve a demostrar dónde está la base de votación de derecha del país-, las cámaras mostraron a un concurrente con un busto de Pinochet y la banda presidencial cruzada. Casi no admite comentario. Baste señalar que si algunos propios partidarios vinculan la celebración de ayer con la imagen del viejo dictador, es porque algo de esa sensibilidad está más que viva en la derecha de este país. No hace falta escuchar a lo “resentidos” de izquierda para dar con la razón de que en el alma de la derecha, esa “alma profunda” a la que se refirió ayer Piñera, citando a Huidobro –poeta que militó en el PC, tal vez habría sido mejor una cita de Vargas Llosa-, está anclado el autoritarismo, ese mismo autoritarismo que desea acabar con la delincuencia poniendo más carabineros en las calles, pues no se asume otra forma de aplacar un fenómeno de este tipo sino desde las consecuencias, no desde las causas.
Piñera llamó ayer a este comienzo “la transición joven”. Otro error. Ya no se quiere más transición. No basta un cambio por el cambio. Sus compañeros de labor son demasiado conocidos, aunque se vistan con piel de oveja, como para creerse herederos de un tiempo nuevo.
Porque la comunicación de masas y su concentración antidemocrática es mi preocupación, hoy más que antes; porque valoro el arte de este país y los espacios públicos para la cultura y las muestras artísticas variadas, porque me importa el pasado y la historia y porque las primeras imágenes de ayer no fueron muy optimistas, me siento intranquilo con esta elección. No comparto este gobierno. Desconfío del líder y sus secuaces. Al igual que la contratapa del último The Clinic, yo pensaba y sigo sosteniendo que Piñera, definitivamente NO.
sábado, 2 de enero de 2010
NUEVA HISTORIA SOCIAL Y PROYECTO POPULAR EN CHILE
x PAMELA QUIROGA VENEGAS
En ANALECTA Revista de Humanidades
Año III, Nº 3, segunso semestre 2009
Nota en construcción
Ver todos los artículos: http://www.uvm.cl/educacion/departamentos/humanidades/Web%20CEHI/Revista%20Analecta/Analecta_III_2009.pdf
En ANALECTA Revista de Humanidades
Año III, Nº 3, segunso semestre 2009
Nota en construcción
Ver todos los artículos: http://www.uvm.cl/educacion/departamentos/humanidades/Web%20CEHI/Revista%20Analecta/Analecta_III_2009.pdf
viernes, 25 de diciembre de 2009
EN LIBRERIAS...

Antes de finalizar el año, una de las grandes novedades historiográficas ha sido el lanzamiento del libro "A cien años de la Matanza de la escuela Santa María de Iquique", cuyos editopres son Pablo Artza de la Universidad de Chile y Ximena Jiles y Sergio Gonzalez Miranda de la Universidad Arturo Prat de Iquique.
Este libro tienen su genesis en el IIº Encuentro de Historiadores a Cien Años de la Matanza de la escuela santa María de Iquique, levado a cabo en esta ciudad en diciembre de 2007. En dicha ocasión participaron historiadores chilenos y extranjeros, de primer nivel académico y editorial.
Debemos consignar que los articulos que configuran este interesante texto son de autoria de varios historiadores participantes en dicho Encuentro tales como los Premios Nacionales de Historia a la fecha, profesores Lautaro Núñez, Jorge Hidalgo, además de María Angélica Illanes, eduardo Cavires -premio Nacionalde Historia 2008-, Sergio Grez, Sergio Gonzalez, Pablo Artaza, Julio Pinto, Igor Goicovic, Leonardo León, Juan Carlos Gómez y José Bengoa junto a un grupo de nuevos historiadores entre los que destacan Alberto Aramburü y Pedro Canales Tapia, entre otros.
El libro fue publicado por Lom y ya se encuentra en las mejores librerias del país.
Este libro tienen su genesis en el IIº Encuentro de Historiadores a Cien Años de la Matanza de la escuela santa María de Iquique, levado a cabo en esta ciudad en diciembre de 2007. En dicha ocasión participaron historiadores chilenos y extranjeros, de primer nivel académico y editorial.
Debemos consignar que los articulos que configuran este interesante texto son de autoria de varios historiadores participantes en dicho Encuentro tales como los Premios Nacionales de Historia a la fecha, profesores Lautaro Núñez, Jorge Hidalgo, además de María Angélica Illanes, eduardo Cavires -premio Nacionalde Historia 2008-, Sergio Grez, Sergio Gonzalez, Pablo Artaza, Julio Pinto, Igor Goicovic, Leonardo León, Juan Carlos Gómez y José Bengoa junto a un grupo de nuevos historiadores entre los que destacan Alberto Aramburü y Pedro Canales Tapia, entre otros.
El libro fue publicado por Lom y ya se encuentra en las mejores librerias del país.
sábado, 21 de noviembre de 2009
LA GUERRA SOCIAL
x Sergio Grez Toso
Historiador, académico Universidad de Chile y
Director Museo Nacional B. Vicuña Mackenna.
En The Clinic, Santiago, Nº 320, 19 de Noviembre 2009.
La idea de “guerra social” nos remite a un conflicto particularmente agudo entre componentes antagónicos de una sociedad, enemigos que se perciben como irreconciliables y que buscan su eliminación completa, no solo política o económica sino también física. El más acendrado odio clasista, racial o religioso es su principal motor. Se trata de enfrentamientos no temperados por mediaciones ideológicas, culturales o políticas como las que intervienen en tiempos “normales”, cuando la hegemonía de unos, o el sistema político, o un consenso social mínimo canalizan el conflicto por cauces que impiden la destrucción mutua de los bandos en lucha.
Características de “guerras sociales” tuvieron los levantamientos de esclavos desde la Antigüedad hasta el siglo XIX y de los campesinos contra sus señores en la Europa de la Edad Media, de los Tiempos Modernos y de comienzos de la Época Contemporánea. La ejecución de los amos acompañó invariablemente estas sublevaciones La quema de castillos y de “cartas” en la que estaban inscritos los derechos feudales que condenaban a los siervos a la más oprobiosa miseria y dominación fue uno de los elementos que minó y terminó por derribar a la sociedad feudal. La “guerra a los castillos” de los campesinos hambrientos y harapientos perturbó durante siglos el sueño de los nobles que, cada vez que se presentó la ocasión, respondieron a la “guerra social” de los pobres con la “guerra social” de los poderosos: los tormentos de todo tipo, la horca, la hoguera, las excomuniones, la acción de curas e inquisidores y la política de tierra arrasada fueron las armas de los dominadores. La “guerra social” de los de arriba fue la respuesta a la “guerra social” de los de abajo.
También tuvieron aspectos de “guerra social” (de razas y de castas) las acciones punitivas de una crueldad extrema de los conquistadores blancos en América, Asia y África, desde los Tiempos Modernos hasta el siglo XX, y los levantamientos de indígenas, negros, amarillos, mestizos y demás mezclas de estos continentes contra sus dominadores. La lista de ejemplos es larguísima. Entre los más conocidos en América podemos citar la insurrección en el siglo XVIII de Tupac Amaru y la feroz reacción represiva en su contra de los representantes del Rey de España en el Virreynato del Perú. Tan o más despiadados como estos fueron los episodios de “depuración étnica” y guerra de castas que acompañaron la rebelión de esclavos negros en Haití a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Allí se enfrentaron esclavos negros contra esclavistas blancos, pero también negros contra mestizos. Intervinieron franceses, españoles e ingleses que concluyeron alianzas momentáneas con los negros o con los mestizos. Estas luchas desembocaron en la formación de la primera república independiente en América Latina. El líder negro Jean-Jacques Dessalines proclamó en 1804 la Independencia de Haití y ordenó la muerte de todos los blancos con la sola excepción de religiosos y médicos, prohibiéndoles que tuvieran propiedades. Los oficiales franceses respondieron ordenando la caza de todos los niños negros de ambos sexos menores de catorce años para ser vendidos como esclavos, Dessalines (que se había hecho proclamar Emperador), replicó arrasando buena parte del sector oriental de la isla (actual Santo Domingo), pero no logró doblegar por completo a los franceses.
Pocos años más tarde la “guerra social” acompañó el nacimiento de varias repúblicas hispanoamericanas. Uno de los casos más crudos fue el de Venezuela. La dirección de la lucha independentista por la aristocracia (la clase mantuana) empujaba a los negros, mulatos, pardos, quinterones, zambos, e incluso a los blancos pobres, a oponerse a los patricios patriotas percibidas como sus principales enemigos. Por ello las masas venezolanas marcharon detrás del capitán de fragata Domingo Monteverde, un canario que desembarcó en 1812 en Corio para defender los derechos del rey de España. Muy pronto sus doscientos treinta hombres (entre españoles y corianos) fueron miles (la inmensa mayoría venezolanos). A nombre del monarca, Monteverde autorizó el saqueo de los mantuanos. Los soldados patriotas se pasaron por centenares a las filas realistas. La guerra adquirió un marcado carácter social: las masas populares saquearon, violaron y destruyeron. Luego de la derrota de Monteverde en 1813, otro español, José Tomás Boves, decretó en los llanos la “guerra a muerte” contra los patriotas. Los llaneros de todos los colores se sumaron en masa a las tropas de este oficial realista e hicieron la “guerra social”. A las matanzas de españoles, canarios y venezolanos sospechosos de ser realistas cometidas por las “Tropas de exterminio” de Bolívar, respondieron las matanzas de mantuanos sin distinción de partidos cometidas por los llaneros de Boves. A pesar de que este caudillo no respetaba ni las iglesias ni su propia palabra, el éxito lo acompañó hasta su muerte en la batalla de Urica (5 de diciembre de 1814), ocasión en que sus tropas derrotaron a los patriotas, provocando el colapso de la Segunda República venezolana. Aunque Bolívar –como todos los representantes de la clase mantuana- era reacio a reconocer el origen racial y social de la guerra que lo expulsó de su país en 1814, terminó hablando de una “guerra de colores”, es decir, de razas. Su cambio de percepción fue acertado. Luego del desembarco de Morillo -un alto oficial español que hacía la guerra en términos más clásicos y no conocía la realidad venezolana-, los llaneros de Boves buscaron entre los jefes de los ejércitos patriotas a aquellos que pudieran garantizarles impunidad por sus acciones pasadas y concederles tierras, rangos militares o pensiones.
Un cierto parecido con lo ocurrido en Venezuela, aunque menos intensamente, se observó en las guerras de Independencia en Chile, especialmente después de la derrota realista de Maipú (1818). El chileno Vicente Benavides acaudilló a los partidarios del rey de España en el sur y desarrolló la “guerra a muerte” contra los patriotas. También se sumaron a la resistencia realista varias montoneras autónomas, la banda guerrillera de los hermanos Pincheira y algunas tribus mapuches. Ambos bandos cometieron todo tipo de atropellos y exacciones. Las autoridades patriotas reconocieron la “guerra de vandalaje”, incentivando la violencia sin cuartel. Miles de campesinos chilenos se unieron a las fuerzas del monarca por odio a sus patrones criollos y para escapar a las levas forzosas de los ejércitos de “la Patria”. La guerra campesina realista adquirió, como en tantas otras oportunidades un carácter “social”. Ni el fusilamiento de Benavides en 1822 pudo asegurar la paz en el sur del país. Los Pincheira (bandidos tradicionales que asumieron la defensa del rey y lograron concitar gran apoyo popular) ampliaron enormemente hacia el norte su radio inicial de acción, la zona de Chillán y San Carlos. En 1822 saquearon Parral, en 1823 Linares, en 1825 pasaron a la Pampa argentina. En 1827, atacaron Curicó, Longaví, Cumpeo y la zona de Antuco. De vuelta en Argentina, incursionaron en las zonas de Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. El 10 de julio de 1829 los Pincheira llegaron a las puertas de Mendoza. Al año siguiente alcanzaron las orillas del Maipo, en San José. El gobierno de Chile recurrió a todos los medios para derrotarlos: cerró ciudades, fortificó los pasos cordilleranos, hizo la guerra a los indígenas que los ayudaban y se buscó la alianza con sus enemigos. Solo en 1832, recurriendo a la traición, el general Manuel Bulnes logró vencerlos y tomar la cueva donde funcionaba el cuartel general del último de ellos, José Antonio Pincheira.
La “guerra social” de los campesinos chilenos fue derrotada por las fuerzas del Estado republicano, pero renació en las guerra civiles de 1851 y 1859, siendo adoptada también por otros grupos populares, como los mineros del Norte Chico, que sumándose a los insurrectos liberales aprovecharon la oportunidad para levantarse utilizando los métodos de la “guerra social”: saqueos, depredaciones y castigos a los propietarios sin distinción de bandos políticos.
En estos conflictos y en muchos otros ocurridos durante la Época Contemporánea se pueden apreciar de manera muy decantada los rasgos de toda “guerra social”: violencia extrema sobre el enemigo de clase, de raza o de religión, pero por sobre todo, violencia ejercida directamente por la masa, con un alto grado de autonomía e iniciativa propia, a veces en consenso con ciertas instituciones (partidos. movimientos, organismos estatales, jerarquías militares, civiles o eclesiásticas), pero muy frecuentemente desbordándolas.
Las ejecuciones masivas de prisioneros y la persecución despiadada de los trabajadores parisinos vencidos por las tropas de la burguesía republicana en las jornadas de junio de 1848 y los fusilamientos en masa de “comuneros” en las calles y en el cementerio Père Lachaise de la “ciudad luz” en mayo de 1871, tuvieron el sello de la “guerra social” de los ricos contra los pobres. Los “pogroms” anti judíos en el imperio ruso zarista, el genocidio armenio cometido por los turcos durante la Primera Guerra Mundial, la “solución final” implementada por el nazismo en contra de los judíos, gitanos, ciertos pueblos eslavos y otros grupos considerados como “inferiores” o “subhumanos” durante la Segunda Guerra Mundial, fueron episodios de una “guerra social” de tipo racial. Ciertos pasajes de la guerra civil rusa (combinada con intervención extranjera) después del triunfo de la Revolución de octubre, y la guerra anti campesina (“colectivización forzosa de la agricultura”) decretada por Stalin a fines de la década de 1920 en la Unión Soviética, fueron más bien de tipo clasista. Simplificando, podemos decir que en la primera se enfrentaron con saña los trabajadores revolucionarios con las fuerzas de las antiguas clases dirigentes, aristócratas y burguesas, y en la segunda la nueva clase dominante, la burocracia o nomenklatura soviética, arregló cuentas con el campesinado para someterlo definitivamente al despotismo del Estado burocrático “socialista”. También tuvieron características de “guerra social” de clases las matanzas de cerca de medio millón de comunistas y militantes populares perpetradas en 1965 en Indonesia por los militares con la colaboración activa de numerosos civiles (musulmanes y católicos), lo que prueba que su carácter fue de tipo político y social (no racial ni religioso). El exterminio indonesio se convirtió desde entonces en el símbolo de la “guerra social” de las clases pudientes contra los sueños igualitarios de los desposeídos. “Yakarta viene”, era el siniestro presagio que los golpistas chilenos escribían en los muros de las ciudades durante los mil días de la Unidad Popular, anunciando su “guerra social” anti popular, la “guerra de los momios” de la primavera de 1973.
El genocidio de cerca de dos millones de personas (por ejecuciones y por hambrunas) provocado por el régimen de los “Jemeres rojos” en Camboya entre 1975 y 1979 aunque tuvo algunos rasgos de una “guerra social” clasista (los intelectuales y los habitantes de las ciudades eran considerados automáticamente como enemigos que debían ser exterminados), escapa a nuestra capacidad de clasificación. Tal vez la siquiatría pueda ayudar a encontrar elementos de respuesta. Conformémonos por ahora con anotar que el 25% de la población de ese país pereció como fruto de la locura ideológica de quienes pretendían hacer tabla rasa del pasado para construir una sociedad totalmente nueva.
Las “limpiezas étnicas” que provocaron la Nakba palestina luego de la creación del Estado de Israel en 1948, las operaciones de similar naturaleza implementadas en algunos territorios que habían conformado el disuelto Estado de Yugoslavia en la década de 1990, y las matanzas mutuas de hutus y tutsis en Ruanda y Burundi en las décadas de 1970 y 1990, fueron guerras esencialmente étnicas o raciales. En 1972 los tutsis asesinaron 350.000 hutus en Burundi y esto exacerbó el sentimiento anti-tutsi de la mayoría hutu de la vecina Ruanda. En los años 90 vendría la terrible revancha. En 1994 más de 800.000 tutsis fueron masacrados en este último país. El 75% de los tutsis de Ruanda sucumbió en estas matanzas. Este genocidio fue muy complejo ya que fue planificado por la mayoría de los hutus para eliminar por completo tanto a los tutsis como a los hutus moderados u opositores al gobierno. Pero también miles de hutus fueron aniquilados por los tutsis del Frente Patriótico Revolucionario. El genocidio fue simultáneamente étnico y político. La “guerra social” ruandesa superó todos los records de brutalidad e inhumanidad en un continente en que los actos de este tipo han sido abundantes desde la irrupción del colonialismo europeo. Cabe recalcar que miles de personas de ambas etnias (militares y civiles) participaron en las masacres como ejecutores o cómplices, lo que equivale a decir que el genocidio tuvo un carácter “popular”.
Abreviando nuestro recorrido, no podemos sino llamar la atención contra el uso indiscriminado de este concepto. La “guerra social” es mucho más feroz que la expresión “orgánica” de la lucha de clases o del antagonismo étnico o religioso. Mucho más que unos cuantos bombazos contra objetivos simbólicos o su proclamación en panfletos, periódicos, grafittis callejeros o mensajes en el ciberespacio. La “guerra social” estalla solo cuando las condiciones objetivas y subjetivas convierten a la sociedad en un polvorín que ninguno de los actores en pugna es capaz de controlar. Ni siquiera en su propio y racional beneficio.
Historiador, académico Universidad de Chile y
Director Museo Nacional B. Vicuña Mackenna.
En The Clinic, Santiago, Nº 320, 19 de Noviembre 2009.
La idea de “guerra social” nos remite a un conflicto particularmente agudo entre componentes antagónicos de una sociedad, enemigos que se perciben como irreconciliables y que buscan su eliminación completa, no solo política o económica sino también física. El más acendrado odio clasista, racial o religioso es su principal motor. Se trata de enfrentamientos no temperados por mediaciones ideológicas, culturales o políticas como las que intervienen en tiempos “normales”, cuando la hegemonía de unos, o el sistema político, o un consenso social mínimo canalizan el conflicto por cauces que impiden la destrucción mutua de los bandos en lucha.
Características de “guerras sociales” tuvieron los levantamientos de esclavos desde la Antigüedad hasta el siglo XIX y de los campesinos contra sus señores en la Europa de la Edad Media, de los Tiempos Modernos y de comienzos de la Época Contemporánea. La ejecución de los amos acompañó invariablemente estas sublevaciones La quema de castillos y de “cartas” en la que estaban inscritos los derechos feudales que condenaban a los siervos a la más oprobiosa miseria y dominación fue uno de los elementos que minó y terminó por derribar a la sociedad feudal. La “guerra a los castillos” de los campesinos hambrientos y harapientos perturbó durante siglos el sueño de los nobles que, cada vez que se presentó la ocasión, respondieron a la “guerra social” de los pobres con la “guerra social” de los poderosos: los tormentos de todo tipo, la horca, la hoguera, las excomuniones, la acción de curas e inquisidores y la política de tierra arrasada fueron las armas de los dominadores. La “guerra social” de los de arriba fue la respuesta a la “guerra social” de los de abajo.
También tuvieron aspectos de “guerra social” (de razas y de castas) las acciones punitivas de una crueldad extrema de los conquistadores blancos en América, Asia y África, desde los Tiempos Modernos hasta el siglo XX, y los levantamientos de indígenas, negros, amarillos, mestizos y demás mezclas de estos continentes contra sus dominadores. La lista de ejemplos es larguísima. Entre los más conocidos en América podemos citar la insurrección en el siglo XVIII de Tupac Amaru y la feroz reacción represiva en su contra de los representantes del Rey de España en el Virreynato del Perú. Tan o más despiadados como estos fueron los episodios de “depuración étnica” y guerra de castas que acompañaron la rebelión de esclavos negros en Haití a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Allí se enfrentaron esclavos negros contra esclavistas blancos, pero también negros contra mestizos. Intervinieron franceses, españoles e ingleses que concluyeron alianzas momentáneas con los negros o con los mestizos. Estas luchas desembocaron en la formación de la primera república independiente en América Latina. El líder negro Jean-Jacques Dessalines proclamó en 1804 la Independencia de Haití y ordenó la muerte de todos los blancos con la sola excepción de religiosos y médicos, prohibiéndoles que tuvieran propiedades. Los oficiales franceses respondieron ordenando la caza de todos los niños negros de ambos sexos menores de catorce años para ser vendidos como esclavos, Dessalines (que se había hecho proclamar Emperador), replicó arrasando buena parte del sector oriental de la isla (actual Santo Domingo), pero no logró doblegar por completo a los franceses.
Pocos años más tarde la “guerra social” acompañó el nacimiento de varias repúblicas hispanoamericanas. Uno de los casos más crudos fue el de Venezuela. La dirección de la lucha independentista por la aristocracia (la clase mantuana) empujaba a los negros, mulatos, pardos, quinterones, zambos, e incluso a los blancos pobres, a oponerse a los patricios patriotas percibidas como sus principales enemigos. Por ello las masas venezolanas marcharon detrás del capitán de fragata Domingo Monteverde, un canario que desembarcó en 1812 en Corio para defender los derechos del rey de España. Muy pronto sus doscientos treinta hombres (entre españoles y corianos) fueron miles (la inmensa mayoría venezolanos). A nombre del monarca, Monteverde autorizó el saqueo de los mantuanos. Los soldados patriotas se pasaron por centenares a las filas realistas. La guerra adquirió un marcado carácter social: las masas populares saquearon, violaron y destruyeron. Luego de la derrota de Monteverde en 1813, otro español, José Tomás Boves, decretó en los llanos la “guerra a muerte” contra los patriotas. Los llaneros de todos los colores se sumaron en masa a las tropas de este oficial realista e hicieron la “guerra social”. A las matanzas de españoles, canarios y venezolanos sospechosos de ser realistas cometidas por las “Tropas de exterminio” de Bolívar, respondieron las matanzas de mantuanos sin distinción de partidos cometidas por los llaneros de Boves. A pesar de que este caudillo no respetaba ni las iglesias ni su propia palabra, el éxito lo acompañó hasta su muerte en la batalla de Urica (5 de diciembre de 1814), ocasión en que sus tropas derrotaron a los patriotas, provocando el colapso de la Segunda República venezolana. Aunque Bolívar –como todos los representantes de la clase mantuana- era reacio a reconocer el origen racial y social de la guerra que lo expulsó de su país en 1814, terminó hablando de una “guerra de colores”, es decir, de razas. Su cambio de percepción fue acertado. Luego del desembarco de Morillo -un alto oficial español que hacía la guerra en términos más clásicos y no conocía la realidad venezolana-, los llaneros de Boves buscaron entre los jefes de los ejércitos patriotas a aquellos que pudieran garantizarles impunidad por sus acciones pasadas y concederles tierras, rangos militares o pensiones.
Un cierto parecido con lo ocurrido en Venezuela, aunque menos intensamente, se observó en las guerras de Independencia en Chile, especialmente después de la derrota realista de Maipú (1818). El chileno Vicente Benavides acaudilló a los partidarios del rey de España en el sur y desarrolló la “guerra a muerte” contra los patriotas. También se sumaron a la resistencia realista varias montoneras autónomas, la banda guerrillera de los hermanos Pincheira y algunas tribus mapuches. Ambos bandos cometieron todo tipo de atropellos y exacciones. Las autoridades patriotas reconocieron la “guerra de vandalaje”, incentivando la violencia sin cuartel. Miles de campesinos chilenos se unieron a las fuerzas del monarca por odio a sus patrones criollos y para escapar a las levas forzosas de los ejércitos de “la Patria”. La guerra campesina realista adquirió, como en tantas otras oportunidades un carácter “social”. Ni el fusilamiento de Benavides en 1822 pudo asegurar la paz en el sur del país. Los Pincheira (bandidos tradicionales que asumieron la defensa del rey y lograron concitar gran apoyo popular) ampliaron enormemente hacia el norte su radio inicial de acción, la zona de Chillán y San Carlos. En 1822 saquearon Parral, en 1823 Linares, en 1825 pasaron a la Pampa argentina. En 1827, atacaron Curicó, Longaví, Cumpeo y la zona de Antuco. De vuelta en Argentina, incursionaron en las zonas de Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. El 10 de julio de 1829 los Pincheira llegaron a las puertas de Mendoza. Al año siguiente alcanzaron las orillas del Maipo, en San José. El gobierno de Chile recurrió a todos los medios para derrotarlos: cerró ciudades, fortificó los pasos cordilleranos, hizo la guerra a los indígenas que los ayudaban y se buscó la alianza con sus enemigos. Solo en 1832, recurriendo a la traición, el general Manuel Bulnes logró vencerlos y tomar la cueva donde funcionaba el cuartel general del último de ellos, José Antonio Pincheira.
La “guerra social” de los campesinos chilenos fue derrotada por las fuerzas del Estado republicano, pero renació en las guerra civiles de 1851 y 1859, siendo adoptada también por otros grupos populares, como los mineros del Norte Chico, que sumándose a los insurrectos liberales aprovecharon la oportunidad para levantarse utilizando los métodos de la “guerra social”: saqueos, depredaciones y castigos a los propietarios sin distinción de bandos políticos.
En estos conflictos y en muchos otros ocurridos durante la Época Contemporánea se pueden apreciar de manera muy decantada los rasgos de toda “guerra social”: violencia extrema sobre el enemigo de clase, de raza o de religión, pero por sobre todo, violencia ejercida directamente por la masa, con un alto grado de autonomía e iniciativa propia, a veces en consenso con ciertas instituciones (partidos. movimientos, organismos estatales, jerarquías militares, civiles o eclesiásticas), pero muy frecuentemente desbordándolas.
Las ejecuciones masivas de prisioneros y la persecución despiadada de los trabajadores parisinos vencidos por las tropas de la burguesía republicana en las jornadas de junio de 1848 y los fusilamientos en masa de “comuneros” en las calles y en el cementerio Père Lachaise de la “ciudad luz” en mayo de 1871, tuvieron el sello de la “guerra social” de los ricos contra los pobres. Los “pogroms” anti judíos en el imperio ruso zarista, el genocidio armenio cometido por los turcos durante la Primera Guerra Mundial, la “solución final” implementada por el nazismo en contra de los judíos, gitanos, ciertos pueblos eslavos y otros grupos considerados como “inferiores” o “subhumanos” durante la Segunda Guerra Mundial, fueron episodios de una “guerra social” de tipo racial. Ciertos pasajes de la guerra civil rusa (combinada con intervención extranjera) después del triunfo de la Revolución de octubre, y la guerra anti campesina (“colectivización forzosa de la agricultura”) decretada por Stalin a fines de la década de 1920 en la Unión Soviética, fueron más bien de tipo clasista. Simplificando, podemos decir que en la primera se enfrentaron con saña los trabajadores revolucionarios con las fuerzas de las antiguas clases dirigentes, aristócratas y burguesas, y en la segunda la nueva clase dominante, la burocracia o nomenklatura soviética, arregló cuentas con el campesinado para someterlo definitivamente al despotismo del Estado burocrático “socialista”. También tuvieron características de “guerra social” de clases las matanzas de cerca de medio millón de comunistas y militantes populares perpetradas en 1965 en Indonesia por los militares con la colaboración activa de numerosos civiles (musulmanes y católicos), lo que prueba que su carácter fue de tipo político y social (no racial ni religioso). El exterminio indonesio se convirtió desde entonces en el símbolo de la “guerra social” de las clases pudientes contra los sueños igualitarios de los desposeídos. “Yakarta viene”, era el siniestro presagio que los golpistas chilenos escribían en los muros de las ciudades durante los mil días de la Unidad Popular, anunciando su “guerra social” anti popular, la “guerra de los momios” de la primavera de 1973.
El genocidio de cerca de dos millones de personas (por ejecuciones y por hambrunas) provocado por el régimen de los “Jemeres rojos” en Camboya entre 1975 y 1979 aunque tuvo algunos rasgos de una “guerra social” clasista (los intelectuales y los habitantes de las ciudades eran considerados automáticamente como enemigos que debían ser exterminados), escapa a nuestra capacidad de clasificación. Tal vez la siquiatría pueda ayudar a encontrar elementos de respuesta. Conformémonos por ahora con anotar que el 25% de la población de ese país pereció como fruto de la locura ideológica de quienes pretendían hacer tabla rasa del pasado para construir una sociedad totalmente nueva.
Las “limpiezas étnicas” que provocaron la Nakba palestina luego de la creación del Estado de Israel en 1948, las operaciones de similar naturaleza implementadas en algunos territorios que habían conformado el disuelto Estado de Yugoslavia en la década de 1990, y las matanzas mutuas de hutus y tutsis en Ruanda y Burundi en las décadas de 1970 y 1990, fueron guerras esencialmente étnicas o raciales. En 1972 los tutsis asesinaron 350.000 hutus en Burundi y esto exacerbó el sentimiento anti-tutsi de la mayoría hutu de la vecina Ruanda. En los años 90 vendría la terrible revancha. En 1994 más de 800.000 tutsis fueron masacrados en este último país. El 75% de los tutsis de Ruanda sucumbió en estas matanzas. Este genocidio fue muy complejo ya que fue planificado por la mayoría de los hutus para eliminar por completo tanto a los tutsis como a los hutus moderados u opositores al gobierno. Pero también miles de hutus fueron aniquilados por los tutsis del Frente Patriótico Revolucionario. El genocidio fue simultáneamente étnico y político. La “guerra social” ruandesa superó todos los records de brutalidad e inhumanidad en un continente en que los actos de este tipo han sido abundantes desde la irrupción del colonialismo europeo. Cabe recalcar que miles de personas de ambas etnias (militares y civiles) participaron en las masacres como ejecutores o cómplices, lo que equivale a decir que el genocidio tuvo un carácter “popular”.
Abreviando nuestro recorrido, no podemos sino llamar la atención contra el uso indiscriminado de este concepto. La “guerra social” es mucho más feroz que la expresión “orgánica” de la lucha de clases o del antagonismo étnico o religioso. Mucho más que unos cuantos bombazos contra objetivos simbólicos o su proclamación en panfletos, periódicos, grafittis callejeros o mensajes en el ciberespacio. La “guerra social” estalla solo cuando las condiciones objetivas y subjetivas convierten a la sociedad en un polvorín que ninguno de los actores en pugna es capaz de controlar. Ni siquiera en su propio y racional beneficio.
jueves, 12 de noviembre de 2009
IIª Reunión del Grupo de Trabajo "Bicentenario: doscientos años de revolución" CLACSO

La Habana, Cuba.
15, 16, 17 y 18 de noviembre.
Un grupo de cientistas sociales, entre los que destacan los historiadores chilenos, Juan Carlos Gómez Leyton y Pedro Canales Tapia, se reunirán en La Habana, Cuba, con el fin de discutir en torno al Bicentenario de varios países de la región: pasado, presente y futuro.
Recordando el ferazas debate de 1910 en Chile, podriamos decir que la pregunta: ¿Qué celebramos? o "Balance patriotico" o "Parece que no somos felices" entre otras frases o ideas, marca el espíritu de esta reunión de trabajo.
Junto con debatir y generar balances históricos cumplidos 200 años de vida política independiente, se lanzará el primer libro referido al Bicentenario, cuyos ejes temáticos se vinculan con la situación económica, los discursos oficiales y no oficiales, el rol de los pueblos indígebas y afrodescendientes, por nombrar algunos. Siendo el concpeto "revolución" el eje transversal a toda la discusión y análisis.
Sin duda que esta importante iniciativa no podría ser posible sin el grato apoyo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO.
miércoles, 28 de octubre de 2009
INTERVENCIÓN DEL HISTORIADOR SERGIO GREZ EN EL SEMINARIO
Organizado por los Familiares de los presos políticos mapuches y la
Agrupación mapuche Kilapán.
Agrupación mapuche Kilapán.
Santiago, Universidad Alberto Hurtado, 21 de octubre de 2009.
He sido invitado a este Seminario por haber sido uno de los impulsores de dos declaraciones y manifestaciones de historiadores en apoyo al pueblo mapuche: la primera, con motivo del asesinato por la espalda del comunero mapuche Matías Catrileo cometido por un Carabinero en enero de 2008, y una segunda declaración en agosto de 2009, luego de un nuevo asesinato por la espalda cometido por Carabineros de Chile contra la persona de otro comunero mapuche, Jaime
Mendoza Collío, declaración a la que se sumó una manifestación de protesta de historiadores, profesores de Historia y alumnos de carreras de Historia, en las calles de Santiago el 10 de septiembre del presente año.
Mendoza Collío, declaración a la que se sumó una manifestación de protesta de historiadores, profesores de Historia y alumnos de carreras de Historia, en las calles de Santiago el 10 de septiembre del presente año.
Sin despojarme de mi condición de historiador (no especializado en la cuestión mapuche), en esta ocasión hablaré sobre todo como ciudadano. Porque como ciudadano (cualquiera sea mi especialización en tanto historiador) no puedo callar, no podemos callar ante los graves sucesos que están ocurriendo en la Araucanía.
Día a día las comunidades mapuches que luchan por recuperar sus tierras son rodeadas, hostigadas, allanadas y violentadas por las fuerzas policiales del Estado chileno. Día a día hombres, mujeres y niños mapuches son maltratados, insultados, humillados, golpeados, arrastrados y detenidos por Carabineros y la Policía de Investigaciones. Algunos, como Matías Catrileo y Jaime Mendoza Collío son asesinados por la espalda. Los helicópteros policiales vuelan día y noche por sobre las tierras de estas comunidades. Los mapuches sufren controles de identidad abusivos, vejatorios. Sus luchas son criminalizadas y judiciliadizadas por el gobierno y el poder Judicial, y son deformadas y condenadas por la prensa (salvo contadas y honrosas excepciones) y por los partidos políticos con representación parlamentaria.
Los militantes más activos y combativos de la causa mapuche son perseguidos, maltratados, torturados, encarcelados y sometidos a procesos tanto por la Justicia Civil como por la Justicia Militar. A ellos se les aplica la Ley Antiterrorista heredada de la dictadura Militar y utilizada profusamente bajo los gobiernos de la Concertación.
Cuando una causa criminal parece no prosperar (por insuficiencia o debilidad de pruebas), los fiscales civiles y militares (respondiendo a las insinuaciones del gobierno), se afanan en inventar nuevas acusaciones para poder retenerlos largos períodos en prisión. Es lo que está ocurriendo con Héctor Llaitul, dirigente de la Coordinadora Arauco- Malleco (CAM) a quien le comunicaron en estos últimos días la apertura de un nuevo proceso. Cada causa significa hasta nueve meses de prisión preventiva mientras dura la investigación.
Este proceder de los fiscales me recuerda las “condenas clandestinas” que pronunciaba la DINA durante la dictadura de Pinochet. Aunque nunca tuvimos la prueba formal de ello, en 1975, cuando estábamos en el campo de concentración de Puchuncaví circulaba insistentemente entre los presos políticos el rumor acerca de estas “condenas” informales decididas por la policía política de la dictadura. Como no éramos sometidos a proceso ya que habíamos sido arrestados de manera absolutamente arbitraria y discrecional, la DINA decidía nuestro futuro determinando cuantos meses o años debíamos permanecer “fuera de circulación”. Algo similar parece que está ocurriendo con el procedimiento de los fiscales contra los presos mapuches…
Entretanto, el gobierno de la Presidenta Bachelet ofrece “diálogo”, envía su ministro Viera Gallo a la Araucanía, pero anuncia que las comunidades que amparen a los “violentistas” no serán beneficiadas con la entrega de tierras. De esa manera se pretende dividir al movimiento
mapuche aislando a los “malos” de los “buenos”.
mapuche aislando a los “malos” de los “buenos”.
Para completar el panorama, los grandes propietarios de la zona forman cuerpos paramilitares de “guardias blancas” patronales para reprimir al pueblo mapuche, tal como ha sido anunciado con la creación del Comando Hernán Trizano. Todo esto nos lleva a concluir que el Estado de Chile y los grandes propietarios de la zona, beneficiarios de la usurpación histórica de los territorios mapuches, están empezando a implementar una estrategia de guerra de baja intensidad en el Wallmapu para quebrar la resistencia
mapuche.
mapuche.
Los métodos empleados así lo indican: militarización del territorio mapuche a través de la Instalación permanente de la policía militarizada de Carabineros en las zonas más álgidas del conflicto para actuar como guardia pretoriana de los empresarios; violencia policial creciente contra las comunidades; cerco mediático (salvo honrosas excepciones como Radio Bío-Bío); acción de una vasta red de espionaje y soplonaje, intervención de correos electrónicos y escuchas telefónicas (incluyendo a los abogados defensores de los presos políticos mapuches), etc. A ello se
suma la aplicación sistemática de la Ley Antiterrorista heredada de la dictadura y utilizada profusamente por los gobiernos de la Concertación junto a la doble acción de fiscales civiles y militares.
suma la aplicación sistemática de la Ley Antiterrorista heredada de la dictadura y utilizada profusamente por los gobiernos de la Concertación junto a la doble acción de fiscales civiles y militares.
¿Qué significa en concreto la intervención de la Justicia Militar en las causas mapuches?
Significa, entre otras cosas, que un imputado puede estar detenido hasta por cinco días sin real expresión de causa, incomunicado, arraigado, prontuariado, con prisión preventiva indefinida; que esta persona ve suspendidos sus derechos ciudadanos, que no puede conocer el sumario secreto, y que la investigación puede tardar los años que el Fiscal determine que sean necesarios para el cierre del sumario.
Estas facultades excesivas de la Justicia Militar chilena ha sido objeto de numerosas críticas, especialmente por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Según este organismo, en un Estado democrático de Derecho la jurisdicción penal militar ha de tener un alcance restrictivo y excepcional, de acuerdo con lo planteado por muchos juristas, según los cuales la Justicia Militar debe ocuparse exclusivamente de velar por ciertos valores del ámbito militar como disciplina, jerarquía y seguridad militar. De lo que se desprende que los tribunales militares solo deben conocer delitos de función cometidos por militares en servicio activo y que en ninguna circunstancia los civiles pueden ser sometidos a la jurisdicción de los tribunales militares.
Chile se encuentra en las antípodas de estos principios. A diferencia de lo que ocurre en la inmensa mayoría de los Estados democráticos de derecho en los cuales los tribunales militares solo conocen aquellos delitos que por la naturaleza de los bienes jurídicos penales castrenses son estrictamente militares y constituyen conductas graves cometidas por militares que atenten contra esos bienes jurídicos, en Chile los poderes de estos tribunales son extensísimos.
A ello se agrega el hecho de que la Justicia Militar chilena en tiempos de paz vulnera la imparcialidad e independencia que deben tener los tribunales por su estructura y composición. Porque los integrantes de los tribunales militares son militares en servicio activo que están subordinados jerárquicamente a sus superiores a través de la cadena de mando, porque no cuentan con garantías suficientes de inamovilidad y no poseen una adecuada formación jurídica.
La imparcialidad de estos jueces también se ve afectada porque el Fiscal concentra las funciones de investigar, acusar y juzgar (característico de los sistemas inquisitivos, escritos y de prueba reglada). Como si fuera poco, el procedimiento penal militar significa una merma significativa de
las garantías judiciales porque los tribunales militares no garantizan que los juicios sean públicos al no prever una etapa oral, desarrollándose los procesos de manera inquisitoria con una etapa preliminar sumaria, secreta y escrita.
La imparcialidad de estos jueces también se ve afectada porque el Fiscal concentra las funciones de investigar, acusar y juzgar (característico de los sistemas inquisitivos, escritos y de prueba reglada). Como si fuera poco, el procedimiento penal militar significa una merma significativa de
las garantías judiciales porque los tribunales militares no garantizan que los juicios sean públicos al no prever una etapa oral, desarrollándose los procesos de manera inquisitoria con una etapa preliminar sumaria, secreta y escrita.
Estas normas, impropias de un Estado de Derecho democrático, son las que el Estado chileno está aplicando sistemáticamente contra los luchadores mapuches Es necesaria una enérgica reacción de todos quienes viven en este país, winkas, mapuches y demás pueblos originarios, para frenar los preparativos de la guerra de baja intensidad que el Estado de Chile está empezando a implementar en la Araucanía.
Hoy son los mapuches, mañana será cualquier grupo o sector social que se levante de manera decidida para luchar por sus derechos. .
lunes, 19 de octubre de 2009
miércoles, 30 de setiembre de 2009
miércoles, 19 de agosto de 2009
IIª Declaración de Historiadores en Apoyo al Pueblo Mapuche

DECLARACIÓN PÚBLICA
Con dolor e indignación, los historiadores e historiadoras que suscribimos esta declaración, constatamos que la interpelación que le hiciéramos a la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, en enero de 2008, en torno a acoger las demandas históricas del pueblo mapuche no sólo no ha sido escuchada, sino que, por el contrario, el cerco represivo y mediático se ha intensificado. Prueba de ello es el asesinato el miércoles 12 de agosto del joven comunero mapuche Jaime Mendoza Collío. Queremos, en consecuencia, ratificar ante el pueblo chileno y la comunidad internacional lo señalado hace un año y medio atrás.
1. Rechazamos la militarización del Gulumapu (territorio histórico del pueblo mapuche), la instauración de un régimen permanente de vigilancia y terror policial, el encarcelamiento y procesamiento de comuneros mapuches y el cobarde asesinato de Jaime Mendoza Collío.
2. Consideramos que situaciones de esta naturaleza tienen una larga génesis histórica, que arrancó con el proceso de conquista y ocupación militar de la Araucanía por las huestes españolas en el siglo XVI, cuando empezó el proceso de usurpación de las tierras indígenas. Si bien la resistencia mapuche logró contener durante los siglos coloniales y en las primeras décadas republicanas el avance invasor, durante la segunda mitad del siglo XIX, a medida que el Estado nacional chileno se consolidaba, nuevamente la clase dominante fijó sus ojos en esos territorios, desplegando la mal llamada “Pacificación de la Araucanía”, que culminó con el despojo violento de las tierras del pueblo mapuche y su confinamiento en reducciones que han perpetuado su pobreza, marginación y discriminación hasta nuestros días.
3. Desde entonces la lucha de los mapuches por recuperar sus tierras ancestrales no ha cesado aunque se ha manifestado de manera diversa y ha conocido avances y retrocesos según los momentos históricos. Comenzando con la constitución de las primeras organizaciones mapuches (mutualistas y culturales) a comienzos del siglo XX hasta las actuales recuperaciones de tierras, pasando por la participación en partidos políticos, el levantamiento de Ranquil de 1934 (en alianza con campesinos pobres chilenos) y las “corridas de cerco” de los años de la Reforma Agraria, se puede observar una notable continuidad histórica en las demandas de tierra, justicia y libertad de este pueblo.
4. En los últimos años las reivindicaciones históricas mapuches han sido enfrentadas por el Estado de Chile de manera esencialmente judicial y policial, criminalizando sus luchas y negándose al reconocimiento de su autonomía como pueblo. Esto se ha traducido en una creciente militarización de la Araucanía, la aplicación de la Ley Antiterrorista, heredada de la dictadura militar, y el cerco mediático oficial respecto de la realidad que se vive en ese territorio.
5. Los principales agentes del Estado, al igual que las autoridades regionales y locales de la Araucanía, los partidos políticos representados en el Parlamento, las organizaciones empresariales y la mayoría de los medios de comunicación social han patrocinado o avalado esta ofensiva represiva contra las comunidades mapuches, guardando un silencio cómplice o deformando groseramente lo que está ocurriendo.
6. Esta situación requiere un drástico cambio de política del Estado de Chile, que debe asumir un reconocimiento pleno de la diversidad de pueblos originarios existente en nuestro país, lo que implica, entre otros puntos, la autonomía política de las comunidades indígenas, la devolución de sus tierras arbitrariamente usurpadas en base al “derecho de Conquista” y el pleno respeto de los Derechos Humanos de sus integrantes.
7. Frente a la justicia de las demandas históricas del pueblo mapuche y teniendo presente el actual escenario represivo que el Estado chileno ha configurado en la Araucanía, manifestamos nuestra más profunda solidaridad con el pueblo mapuche y advertimos a las autoridades de gobierno que la violencia desatada por la policía en la región sólo legitima el derecho a la autodefensa de aquellos históricamente agredidos.
Santiago de Chile, 19 de agosto de 2009.
Sergio Grez Toso, Universidad de Chile.
Igor Goicovic Donoso, Universidad de Santiago de Chile.
Julio Pinto Vallejos, Universidad de Santiago de Chile.
Jorge Pinto Rodríguez, Universidad de La Frontera (Temuco).
Patrick Puigmail, Universidad de Los Lagos (Osorno).
Milton Godoy Orellana, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, Universidad Diego Portales.
Augusto Samaniego Mesías, Universidad de Santiago de Chile.
Margarita Iglesias Saldaña, Universidad de Chile.
Alberto Díaz Araya, Universidad de Tarapacá (Arica).
Pablo Aravena Núñez, Universidad de Valparaíso.
Alejandra Brito, Universidad de Concepción.
Manuel Loyola, Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez.
Pedro Rosas Aravena, Universidad ARCIS.
Luis Corvalán Márquez, Universidad de Valparaíso.
Nelson Castro, Universidad de Valparaíso.
Sergio Caniuqueo Huircapán, Comunidad de Historiadores Mapuche.
Luis Vitale Cometa, Universidad de Chile.
Claudia Videla, Universidad de Chile.
Karen Alfaro Monsalve, Taller de Ciencias Sociales Luis Vitale Cometa (Concepción).
Pablo Artaza Barrios, Universidad de Chile.
Alexis Meza Sánchez, Universidad ARCIS.
Patricio Quiroga Zamora, Universidad de Valparaíso.
Claudio Robles, Universidad Austral de Chile (Valdivia).
Beatriz Areyuna Ibarra, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Mario Valdés Vera, Universidad ARCIS (Concepción).
Leonardo León Solís, Universidad de Chile.
Claudio Pérez Silva, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
César Leyton Robinson, Universidad de Chile.
Manuel Fernández Gaete, Universidad Bolivariana (Los Ángeles).
Ivette Lozoya López, Universidad de Santiago de Chile.
Marcos Fernández Labbé, Universidad Alberto Hurtado.
César Cerda Albarracín, Universidad Tecnológica Metropolitana.
Alberto Harambour Ross, Universidad Nacional Andrés Bello.
Pedro Canales Tapia, Universidad Pedro de Valdivia (La Serena).
Daniel Palma, Universidad ARCIS.
Eduardo Palma, Universidad de Chile.
7. Frente a la justicia de las demandas históricas del pueblo mapuche y teniendo presente el actual escenario represivo que el Estado chileno ha configurado en la Araucanía, manifestamos nuestra más profunda solidaridad con el pueblo mapuche y advertimos a las autoridades de gobierno que la violencia desatada por la policía en la región sólo legitima el derecho a la autodefensa de aquellos históricamente agredidos.
Santiago de Chile, 19 de agosto de 2009.
Sergio Grez Toso, Universidad de Chile.
Igor Goicovic Donoso, Universidad de Santiago de Chile.
Julio Pinto Vallejos, Universidad de Santiago de Chile.
Jorge Pinto Rodríguez, Universidad de La Frontera (Temuco).
Patrick Puigmail, Universidad de Los Lagos (Osorno).
Milton Godoy Orellana, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Verónica Valdivia Ortiz de Zárate, Universidad Diego Portales.
Augusto Samaniego Mesías, Universidad de Santiago de Chile.
Margarita Iglesias Saldaña, Universidad de Chile.
Alberto Díaz Araya, Universidad de Tarapacá (Arica).
Pablo Aravena Núñez, Universidad de Valparaíso.
Alejandra Brito, Universidad de Concepción.
Manuel Loyola, Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez.
Pedro Rosas Aravena, Universidad ARCIS.
Luis Corvalán Márquez, Universidad de Valparaíso.
Nelson Castro, Universidad de Valparaíso.
Sergio Caniuqueo Huircapán, Comunidad de Historiadores Mapuche.
Luis Vitale Cometa, Universidad de Chile.
Claudia Videla, Universidad de Chile.
Karen Alfaro Monsalve, Taller de Ciencias Sociales Luis Vitale Cometa (Concepción).
Pablo Artaza Barrios, Universidad de Chile.
Alexis Meza Sánchez, Universidad ARCIS.
Patricio Quiroga Zamora, Universidad de Valparaíso.
Claudio Robles, Universidad Austral de Chile (Valdivia).
Beatriz Areyuna Ibarra, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Mario Valdés Vera, Universidad ARCIS (Concepción).
Leonardo León Solís, Universidad de Chile.
Claudio Pérez Silva, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
César Leyton Robinson, Universidad de Chile.
Manuel Fernández Gaete, Universidad Bolivariana (Los Ángeles).
Ivette Lozoya López, Universidad de Santiago de Chile.
Marcos Fernández Labbé, Universidad Alberto Hurtado.
César Cerda Albarracín, Universidad Tecnológica Metropolitana.
Alberto Harambour Ross, Universidad Nacional Andrés Bello.
Pedro Canales Tapia, Universidad Pedro de Valdivia (La Serena).
Daniel Palma, Universidad ARCIS.
Eduardo Palma, Universidad de Chile.
Claudio Barrientos, Universidad Diego Portales.
José Luis Martínez Cereceda, Universidad de Chile.
Francis Goicovich, Universidad de Chile.
Jorge Iturriaga, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Juri Carvajal Bañados, Universidad de Chile.
Juan Carlos Gómez Leyton, Universidad ARCIS.
Marcelo Mella Polanco, Universidad de Santiago de Chile.
Eduardo Cruzat C., Universidad ARCIS (Cañete).
Cristina Moyano Barahona, Universidad de Santiago de Chile.
Sebastián Leiva, Universidad ARCIS.
Lucía Valencia Castañeda, Universidad de Santiago de Chile.
Rodrigo Sánchez, Universidad de Chile.
Fabio Moraga Valle, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Robinson Silva Hidalgo, Taller de Ciencias Sociales Luis Vitale Cometa (Concepción).
Juan Guillermo Muñoz, Universidad de Santiago de Chile.
Carolina Andaur Marín, Universidad de Talca.
Carlos Sandoval Ambiado, Universidad Bolivariana.
Carmen Gloria Bravo, Universidad de Santiago de Chile.
Carlos Molina Bustos, Universidad de Chile.
José Luis Martínez Cereceda, Universidad de Chile.
Francis Goicovich, Universidad de Chile.
Jorge Iturriaga, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Juri Carvajal Bañados, Universidad de Chile.
Juan Carlos Gómez Leyton, Universidad ARCIS.
Marcelo Mella Polanco, Universidad de Santiago de Chile.
Eduardo Cruzat C., Universidad ARCIS (Cañete).
Cristina Moyano Barahona, Universidad de Santiago de Chile.
Sebastián Leiva, Universidad ARCIS.
Lucía Valencia Castañeda, Universidad de Santiago de Chile.
Rodrigo Sánchez, Universidad de Chile.
Fabio Moraga Valle, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Robinson Silva Hidalgo, Taller de Ciencias Sociales Luis Vitale Cometa (Concepción).
Juan Guillermo Muñoz, Universidad de Santiago de Chile.
Carolina Andaur Marín, Universidad de Talca.
Carlos Sandoval Ambiado, Universidad Bolivariana.
Carmen Gloria Bravo, Universidad de Santiago de Chile.
Carlos Molina Bustos, Universidad de Chile.
Jury García Ancamil, Alliance Française (Viña Del Mar).
Jaime Massardo, Universidad de Valparaíso.
Claudia Drago, Universidad Bolivariana y Pontificia Universidad Católica de Chile.
Jaime Massardo, Universidad de Valparaíso.
Claudia Drago, Universidad Bolivariana y Pontificia Universidad Católica de Chile.
Enrique Fernández Darraz, Universidad Alberto Hurtado.
Fernando Venegas Spinoza, Universidad de Concepción.
Elizabeth Donoso Salinas, Ministerio de Educación.
Consuelo Figueroa, Universidad Diego Portales.
Carolina González, Universidad de Chile.
Claudia Zapata, Universidad de Chile.
Olga Ruiz Cabello, Universidad de Chile.
Fernando Venegas Spinoza, Universidad de Concepción.
Elizabeth Donoso Salinas, Ministerio de Educación.
Consuelo Figueroa, Universidad Diego Portales.
Carolina González, Universidad de Chile.
Claudia Zapata, Universidad de Chile.
Olga Ruiz Cabello, Universidad de Chile.
jueves, 2 de julio de 2009
BENJAMÍN VICUÑA MACKENNA, EL MAS JOVEN DE LOS VIEJOS*

“¿Qué fue Vicuña Mackenna? Enmiendo: ¿Qué no fue Vicuña
Mackenna? Fue gran político, gran historiador, tribuno,
viajero, poeta en prosa, crítico, literato, diarista incomparable,
monstruo de la naturaleza. Escribía en francés como un
parisiense y peroraba en inglés como un norteamericano. Tan
sabiamente analizaba los detritus y las plantas, como los
poemas y las oberturas. Su cabeza era una enciclopedia…”.
Así describía Rubén Darío a este connotado personaje del siglo XIX chileno. Al poeta nicaragüense le faltaba decir que Vicuña Mackenna fue también militante subversivo, abogado, diputado, senador, Intendente de Santiago, candidato a la Presidencia de la República, representante diplomático confidencial del gobierno chileno, bombero, ayudista de las organizaciones de trabajadores y fundador de la Sociedad Protectora de Animales. A los 19 años militó en la Sociedad de la Igualdad de Santiago Arcos y Francisco Bilbao.
Con ellos y junto a un núcleo de aguerridos artesanos se alzó en armas el 20 de abril de 1851 contra el gobierno conservador del general Manuel Bulnes. Fueron derrotados. Luego de escapar de la cárcel, Vicuña Mackenna se dirigió al Norte Chico donde siguió combatiendo a los “pelucones” hasta que su bando, el liberal, fue definitivamente derrotado. Tenía apenas 20 años de edad. Entonces partió al exilio. Llegó a California –en plena “fiebre del oro”- a comienzos de 1853. Recorrió buena parte de los Estados Unidos, México y Canadá. Luego se embarcó a Europa, realizando uno de sus mayores sueños: conocer París. Viajó por Francia, Inglaterra, la Irlanda natal de su abuelo materno, el general Juan Mackenna O’Reilly, Italia, Austria, Alemania, Holanda y Bélgica. Volvió a Chile después de casi tres años de ausencia, pasando antes por Brasil y Argentina. Sus agudas observaciones quedaron registradas en su Diario de Viaje, del mismo modo como lo venía haciendo desde los 17 años cuando empezó a escribir su primer Diario de vida.
De regreso a la patria, el joven Benjamín terminó sus interrumpidos estudios de Derecho y empezó a ejercer la profesión de abogado. Pero muy pronto se vio involucrado en una intensa actividad política de oposición al gobierno conservador de Manuel Montt.
Su periódico Asamblea Constituyente fue clausurado por las autoridades. Vicuña Mackenna terminó nuevamente en la cárcel donde permaneció varios meses hasta que fue enviado por segunda vez al exilio, el Perú, mientras en Chile se desarrollaba una nueva guerra civil. Al cabo de un año, en el verano de 1861, volvió a su país. Aún no cumplía 30 años de edad.
La liberalización iniciada ese año le permitió desarrollar sus potencialidades políticas e intelectuales. Fue elegido diputado y en 1865 realizó una misión confidencial por encargo del gobierno chileno de 10 meses en Estados Unidos para tratar de ganar el apoyo de ese país a favor de varios países sudamericanos que estaban en guerra con España. En Nueva York, el incansable Vicuña Mackenna editó en lengua española el periódico La Voz de América que abogó por la libertad del continente y la independencia de Cuba y Puerto Rico aún sometidos al colonialismo español.
En 1870 y 1871 realizó un nuevo viaje por Europa, esta vez acompañado de su bella esposa, su prima Victoria Subercaseaux Vicuña, con quien se había casado, por amor, en 1867, y de su pequeña hija Blanca. Estando en Francia reporteó para El Mercurio de Valparaíso la guerra franco-prusiana y sintió de cerca el impacto de la Comuna de París. Imbuido de la cultura europea, Vicuña Mackenna trató de sembrar en Chile el ideal de civilización que predominaba en el mundo occidental. Una activísima labor a la cabeza de la Intendencia de Santiago (1872-1875) dio cuenta práctica de ese proyecto. Su plan de transformación de la capital se propuso, entre otros objetivos, la canalización del Mapocho, construcción de un camino de cintura, de mercados y escuelas, transformación de los barrios pobres de la zona sur, dotación de agua potable, apertura de calles, construcción de canales y de un nuevo matadero, supresión de las chinganas públicas y su reemplazo por casas de diversión popular, creación de nuevas plazas y paseos, entre ellas su obra más conocida, el paseo del cerro Santa Lucía. A pesar de numerosas críticas, bajo la dirección personal de “el loco del Santa Lucía” (como empezaron a llamar a Vicuña Mackenna los mediocres de aquella época), el proyecto se concretó en apenas tres meses y medio en sus aspectos principales.
Su entusiasta temperamento lo llevaba siempre a nuevas empresas: en 1875 renunció al cargo de Intendente para presentar sin apoyo oficial una candidatura liberal disidente a la Presidencia de la República. Fue la famosa Campaña de los Pueblos, primera justa electoral de masas de la historia de Chile, que sobrepasó con creces el estrecho círculo oligárquico en que se desarrollaba hasta entonces la actividad política. Su viaje en tren a las provincias del sur, los desfiles, meetings y banquetes en los que participaron un gran número de elementos populares y de clase media, le dieron a la campaña vicuñista un estilo y tonalidad nunca antes visto en el país. Pero las prácticas políticas de la época caracterizadas por una fuerte intervención electoral del Ejecutivo, impedían que prosperara una candidatura “díscola”, sin apoyo oficial. Vicuña Mackenna se vio obligado a deponer su postulación al sillón presidencial.
Durante la Guerra del Pacífico, Vicuña Mackenna desarrolló una activísima labor de propaganda patriótica y de apoyo a las víctimas (heridos, mutilados, viudas y huérfanos). Esos años y los que siguieron fueron también los más prolíficos de su producción periodística e historiográfica.
Sus biógrafos han dicho que fue apasionado, vehemente, impetuoso, bipolar e hiperquinético. Se han criticado sus excesos de apasionamiento e imaginación en la reconstrucción de los hechos históricos y la falta de rigurosidad de su gramática Todos estos juicios contienen, sin duda, algo de verdad. No obstante, es innegable que fue uno de los chilenos más portentosos de todos los tiempos, poseedor de una extraordinaria capacidad de trabajo. Basta decir que su prolífica obra escrita quedó plasmada en a lo menos 163 libros de su exclusiva autoría, 1.733 artículos en revistas y periódicos nacionales y extranjeros, sin contar varias colaboraciones en libros colectivos y 713 discursos parlamentarios.
Como hombre de su tiempo y de su clase –la fracción más ilustrada y aburguesada de la aristocracia criolla-, Benjamín Vicuña Mackenna fue un auténtico liberal del siglo XIX. Eso explica su acción progresista en muchos campos, pero también las críticas que desde nuestra perspectiva podemos formular a su pensamiento y obra en temas como la cuestión mapuche o su proyecto de ciudad. Vivió la vida a fondo, con una pasión juvenil semejante a un torbellino. Cuando murió en enero de 1886, a la temprana edad de 55 años, su aspecto era el de un anciano. Parafraseando a Salvador Allende, podría decirse que era un “viejo joven”. No cabe duda.
* Publicado en The Clinic, Nº300, Santiago, 2 de julio de 2009, pág. 41.
** Director Museo Nacional Benjamín Vicuña Mackenna, profesor de la Universidad de Chile.
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viernes, 19 de junio de 2009
Se Acerca el Año Nuevo Indígena...
jueves, 28 de mayo de 2009
FRAGMENTO: POR UNA LEGISLACIÓN SOCIAL EN CHILE. EL MOVIMIENTO DE LOS PANADEROS (1888-19309
x Juan Carlos Yáñez Andrade
Universidad de Los Lagos,
Departamento de Ciencias Sociales.
Los panaderos, desde fines del siglo XIX, participaron en numerosas manifestaciones de protesta contra el alza del costo de la vida. Importante por sus alcances fue la serie de huelgas desarrolladas a mediados de 1888. Hernán Ramírez Neco-chea, caracterizando estas movilizaciones, destaca que no fueron espontáneas, sino la culminación de un proceso, articulándose, además, a través de petitorios:
"Algunos de estos pliegos tienen singular importancia; acusan un principio de dominio, por parte de los trabajadores, de la estrategia que conviene emplear en las luchas sociales y de la táctica con que en ellas debe operarse; revelan también conciencia muy clara de los problemas que recaían sobre ellos y de las soluciones que debían ser adoptadas"16.
Entre esos pliegos se encuentra el presentado por los trabajadores panaderos de Santiago, el 5 de julio de 1888, en contra del impuesto que gravaba la carne importada. En el pliego se criticaba la falta de preocupación del gobierno por mejorar la situación del pueblo y las condiciones precarias en las que se trabajaba en las panaderías. Entre las demandas estaban la limitación de la jornada de trabajo a 12 horas, el aumento en un 50% del salario, la supresión de las multas por inasistencia al trabajo, el descanso dominical y el pago semanal, entre otras17.
En el período de movilizaciones que culmina con la huelga general de 1890, el gremio de panaderos nuevamente volvió a tener una destacada participación, y, según Sergio Grez, fue el único que manifestó un nivel de organización supra-local:
"El único gremio capaz de levantarse casi al unísono en la zona central fue el de los obreros panaderos. Su capacidad de lucha era, sin duda, el fruto de la experiencia acumulada en los años anteriores, sugiriendo algún probable grado de coordinación interprovincial, que hasta el momento no es posible probar"18.
En esta oportunidad las reivindicaciones apuntaban al pago íntegro del salario en moneda, aumento salarial y descanso dominical. Entre julio y agosto de 1890 las protestas de los panaderos se extendieron a Valparaíso, Quillota, Limache, Talca y Concepción. Una expresión del tipo de conflicto entre los panaderos y los industriales, es el que ocurrió en Chillan, donde, tras la organización de un paro, un industrial despidió a todos los trabajadores, reemplazándolos por mujeres19.
Es a comienzos del siglo XX cuando se vuelven a articular modalidades de organización gremial y demandas largamente sentidas de mejoramiento de las condiciones laborales. Es así como, en septiembre de 1900, vemos a los trabajadores panaderos de Valparaíso demandando mejores condiciones de trabajo, con un principio de acuerdo que, garantizado por las autoridades, fue desconocido por el grueso de los empresarios del rubro20. En 1903 nuevamente los empresarios panaderos no quisieron ceder en su posición frente al movimiento de los panaderos de Santiago y Valparaíso, que se declararon en huelga por un aumento salarial y descanso dominical21.
En Iquique fueron importantes las huelgas de panaderos de 1903 y 1905, demandando la aprobación del descanso dominical y aumento salarial, respectivamente22.
En 1905 son los panaderos de Antofagasta los que se suman a las movilizaciones, demandando aumento salarial, tras lo cual obtienen el pago semanal y un aumento del 20% de sus salarios23. Estas demandas se repetirán en 1906 y 1908, alcanzando satisfactorios resultados:
"Desde esta fecha, y mejorados los salarios según el costo de la vida, de entonces, pasó el tiempo en calma hasta junio de 1911, en que se organizó completamente el gremio, y con bases netamente modernas y en octubre de ese año iniciamos otro movimiento en petición de aumento de salario y reglamentación de quintalaje que se hacía por primera vez, lo que después de ocho días de tenaz resistencia por ambas partes se obtuvo por fin un triunfo completo de nuestras peticiones"24.
El gremio de panaderos de Iquique participó en el Comité Directivo de la Huelga en la Escuela Santa María de Iquique, con los delegados Ricardo Benavi-des y Abdón Espejo25.
1913 es otro año importante en la movilización de los panaderos. En enero los panaderos de Iquique demandaron un aumento salarial del 10%, que al cabo de un día de huelga es concedido por los empresarios26; en junio los panificadores de Coquimbo, luego de dos semanas de huelga, obtienen un aumento salarial; mientras que, en diciembre, los de Iquique fracasan ante un nuevo intento de aumentar sus salarios27.
En 1916 los trabajadores panaderos de Antofagasta se movilizaron en contra de un reglamento municipal que establecía el baño obligatorio a todo operario antes de entrar a trabajar: "nosotros en resguardo de nuestras vidas [sic] nos pusimos decididamente en contra de tal imposición, de tal manera que los pro-yectadores cambiaran de rumbo y reformaran su famoso acuerdo por la reglamentación actual"28.
Ya en 1917 el dirigente panadero Carlos Lafferte habría llevado a cabo intentos por promover la unificación de los gremios panaderos de Valparaíso y Santiago, convocando a un congreso nacional para abril de 1917, que, según Jorge Barría, no se habría podido llevar a cabo29. Efectivamente, desde marzo de 1917 una comisión -liderada por Carlos Lafferte y Manuel Zavala- salió en gira hacia Santiago y el sur del país, promoviendo la unificación del gremio de panaderos30. Si bien el congreso no se realizó, al parecer por problemas de organización, sí arribaron delegados de Antofagasta e Iquique, como lo destacan diferentes periódicos del gremio de panaderos31.
En 1918 encontramos al mismo Carlos Lafferte dirigiendo el periódico El Panificador de Santiago, órgano de la Federación de Panificadores y Ramos Similares. En su primer número se proponen las bases para los Estatutos de las Federaciones Provinciales y Departamentales de Panificadores y Ramos Similares, que buscaban echar a andar una base gremial más amplia, coordinando la acción de la Federación de Santiago, con aquellas creadas en las cabeceras provinciales y departamentales. Su objetivo era promover el bienestar de sus asociados y la lucha por la reglamentación del quintalaje, la aprobación del descanso dominical, el establecimiento de las ocho horas de trabajo, la higienización de las panaderías y la eliminación del trabajo nocturno32.
Según Jorge Barría Serón, las formas de organización obrera que se dieron los panaderos fueron las sociedades de socorros mutuos y las de resistencia, con una fuerte base gremial33. Haciendo referencia al sindicalismo anarquista, este autor señala:
"Organizados en agrupaciones libertarias y centros de estudios sociales los elementos anarquistas se empeñan en organizar a los trabajadores principalmente de profesiones y artes y oficios tratando de estructurar sociedades de resistencia que son núcleos pequeños en lo que a afiliados se refiere, pero dotados de un dinamismo que logra hacer despertar las conciencias societarias de amplias capas de obreros"34.
La misma Oficina del Trabajo, en su anuario estadístico de organizaciones obreras, reconoce que el mayor nivel de organización, hacia 1910, corresponde al gremio de panaderos -junto al de zapateros-, en la forma predominante de sociedades de resistencia35.
Al parecer la influencia del ideario anarquista en los panaderos es un hecho, no solo en el caso chileno, sino también en otros países de América. En particular se puede destacar que el primer sindicato obrero de resistencia en Argentina corresponde al de los panaderos de Buenos Aires, el cual fue fundado en septiembre de 188736. Por su parte, José Carlos Mariátegui destaca que la Federación de Panaderos Estrella del Perú fue el primer gremio en el cual influyeron las ideas anarquistas37. En el caso mexicano, fue importante el anarquismo en la creación de los primeros sindicatos panaderos y en la etapa de huelgas de comienzos del siglo XX38. En el caso chileno, Peter DeShazo estudió la influencia del anarquismo en los orígenes del movimiento urbano, especialmente en los gremios panaderos, zapateros y de la construcción. El dirigente anarquista Magno Espinoza habría organizado el gremio de panaderos de Valparaíso y habría ayudado a promover la huelga de 190339.
Un ejemplo concreto lo podemos encontrar en la creación de la Unión en Resistencia del Gremio de Operarios de Panaderías de Rancagua, en noviembre de 1906. Según su acta de constitución: "la dicha Sociedad propagará por todos los medios que estén a su alcance, el mejoramiento de sus funciones, trabajos y sueldos, como asimismo la creación y solidaridad entre los compañeros que defienden sus intereses los cuales sean explotados"40.
En tanto, el gremio de panaderos de Valparaíso habría participado en la creación de la sección chilena de la IWW, en diciembre de 191941.
En 1920 se organizó el Centro Comunista de Panificadores, de orientación anarquista, cuyo órgano de expresión fue el periódico El Comunista (de 1921 a 1923). Este centro participó en la campaña de los trabajadores panaderos de 1923 y 1924 en pro de la eliminación del trabajo nocturno y convocó a la primera convención nacional del gremio, en septiembre de 1923. Su declaración de principios aparece explícita en el siguiente documento de junio de 1921:
"¡Búsquese Ud. un revólver! [...]
¿Ud. cree por ventura que la revolución social se va a hacer con serpentinas como en los días de carnaval? ¿Ud. cree que los capitalistas van a entregar las tierras y las fábricas como entregan sus hijas a los millonarios? [...] Mientras Ud. siga gritando como tonto por las calles, pidiendo pan y justicia, verá Ud. cómo llueven las balas sobre su cabeza. Termino. Buscándose Ud. un revólver y aconsejando a los demás a prepararse para la Revolución, verá Ud. renacer una nueva aurora para el mundo. ¡Búsquese Ud., un revólver!"42.
¿Cómo entender que los mismos panaderos que emitieron esta declaración tan explícita en pro de la acción directa como vía de lucha en contra del capital, dos años después hayan participado en las movilizaciones por una legislación social que eliminara el trabajo nocturno de las panaderías?
Quizás el análisis de un incidente que movilizó también el interés del gremio de panaderos, entre 1920 y 1925, nos ayude a entender las diferentes formas que tenían de comprender la lucha y la acción política.
En 1912 un joven anarquista, Efraín Plaza Olmedo, asesinó a dos jóvenes burgueses de Santiago, al parecer para vengar la muerte de una decena de mineros de El Teniente que habían perecido por un rodado de nieve, colocando al descubierto las condiciones en que trabajaban. Ese hecho, sumado quizás a las propias angustias y miserias, llevó a Efraín Plaza a descerrajar varios tiros en contra de la juventud que paseaba el 12 de julio por calle Huérfanos43.
Según Carlos Vicuña, Plaza Olmedo se había hecho panadero por considerar esta actividad la más noble del mundo. Al parecer era un alma inquieta y preocupada por los problemas sociales y se había sentido atraído por el credo anarquista. Su juicio fue bastante mediático, alcanzando ribetes de escándalo cuando se defendió solo, señalando que se sentía satisfecho con su obra y que lo volvería a hacer si tuviera la ocasión44. El movimiento obrero levantó en varias oportunidades la demanda de libertad: "en su extravío la clase obrera hizo de este desgraciado una bandera y un símbolo y pidió para él muchas veces, inútilmente, gracia"45.
Ya desde 1920, con el arribo de Alessandri al poder, se hicieron gestiones por intermedio de su hijo Fernando para obtener su libertad, la cual fue denegada en varias oportunidades por temor a que repitiese el atentado46. Lo único que se logró fue su traslado a la cárcel de Talca, que presentaba mejores condiciones que la Penitenciaría de Santiago.
El 26 de febrero de 1925, diversas organizaciones de obreros, lideradas por la Unión Sindical de Panificadores, convocaron a un acto en la Alameda para pedir la libertad de Plaza Olmedo47. Esta misma organización, que algunos autores señalan que seguía controlada por la IWW, era la que había liderado el movimiento para la eliminación del trabajo nocturno en las panaderías y que ahora se había reunido con la Junta Militar que detentaba el poder de facto en Chile. Según propias declaraciones de la Unión Sindical, en el caso de la libertad de Plaza Olmedo, "no bastaba haber presentado formalmente a la Junta de Gobierno tal demanda, sino que era necesario 'reforzarla' con una serie de manifestaciones públicas"48. Al parecer esta doble acción, de movilización callejera y negociadora, había sido asumida como plenamente válida en los años de lucha en pro de la demanda por la eliminación del trabajo nocturno, y esta campaña por la libertad de Plaza Olmedo sería más bien una extensión de esa acción y la mejor demostración de la capacidad de influir en los órganos del poder.
Sin embargo, si se revisa el principal órgano de difusión de la Unión Sindical de Panaderos, el periódico titulado El Obrero Panadero, las razones para apoyar la libertad de Plaza Olmedo dicen relación más con un actitud caritativa que política. En un artículo se lo caracteriza como "un obrero sentimental y rebelde", llamando a una campaña por su libertad "a todos los hombres de corazón"49. De acuerdo a otro artículo, se demanda su libertad porque su caso estaría "comprendido en la amnistía decretada para todos los presos por cuestiones sociales [...]"50.
De todas maneras queda abierta la pregunta de por qué fue el gremio de panaderos el que lideró esta campaña por la libertad de un anarquista que, a los ojos de la opinión pública, merecía todo el rigor de la ley. De acuerdo a la propia confesión de Plaza Olmedo, su profesión era la de carpintero, aunque Vicuña -testigo privilegiado de los hechos- dice que era panadero. Señaló en el juicio la profesión de carpintero ¿como una forma de confundir a la audiencia, porque lo habría sido en algún momento, por negar su pasado o por no dirigir el odio de la ciudadanía hacia una de las actividades más nobles del mundo?
Lo cierto es que cuando Efraín Plaza Olmedo salió de la cárcel, gracias a un indulto presidencial, fue acompañado en todo momento por los delegados de la Unión Sindical de Panificadores en su retorno a Santiago, donde los esperaban actos de homenaje organizados por la IWW51. El auxilio de la Unión Sindical ¿era el apoyo de una organización anarquista a un compañero anarquista, la solidaridad a un obrero caído en desgracia o la ayuda a un antiguo compañero de labores? Difícil respuesta. Lo que parece cierto en este hecho es que el liderazgo de las sociedades de resistencia, hacia mediados de la década de 1920, estaba acusando el cambio en las modalidades de intervención del Estado y las mecánicas de negociación que se estaban comenzando a aplicar con las organizaciones obreras52.
La organización gremial de panaderos alcanzó su máximo desarrollo con la unificación del gremio en el primer congreso, realizado en septiembre de 1923 en la ciudad de Santiago. En esa oportunidad se establecieron las bases generales de funcionamiento y coordinación de las diferentes organizaciones del país. La declaración de principios de la Unión Sindical reconocía un objetivo inmediato y un ideal de lucha. En el primer caso se señalaba:
"La Unión Sindical de Panaderos de Santiago tiene por objeto asociar a todo el elemento panaderil, para exigir de la clase capitalista, a medida de su fuerza y capacidad consciente, todas las mejoras materiales y morales a que tiene derecho para vivir una vida digna y feliz"53.
Como ideal, la Unión Sindical buscaba la "socialización de los medios de producción por la clase trabajadora organizada sindicalmente"54.
Dentro del programa de acción inmediata, el artículo primero indicaba que la Unión Sindical congrega en su seno a todas las organizaciones de panaderos establecidas a través de la república bajo el título de sindicatos, sociedades de resistencia y gremios de panaderos, los cuales aceptan su declaración de principios y su programa de acción inmediata; mientras que el artículo cuarto reconocía el carácter autónomo de cada gremio, no admitiendo la hegemonía de ninguna doctrina, fuese política, religiosa o ideológica. En este mismo sentido, no eran admitidas las polémicas doctrinales en sus asambleas de lucha económica, como forma de no dividir al gremio.
En una línea similar, un articulista del periódico El Obrero Panadero, que como ya dijimos era el órgano de difusión de la Unión Sindical, conceptualizaba la idea de libertad de la siguiente manera: "entendida esta palabra en el sentido que garantiza a sus organismos adheridos la más completa autonomía"55. Como lo reconocía en su declaración de principios, la Unión Sindical aceptaba todo tipo de organizaciones en su seno, con el único compromiso de que respetaran esa declaración, con lo cual podía aparecer como plenamente compatible la lucha por la legislación social con el ideal de organización libertaria en que muchos gremios de panaderos se insertaban. En el fondo, la acción común para movilizarse en contra del trabajo nocturno en las panaderías solo podía hacerse respetando la autonomía de cada gremio de panaderos.
Complementariamente, para estos mismos agremiados, la lucha en contra del industrial por imponer el trabajo diurno en las panaderías podía ser definida como "divorcio libertario" del obrero con respecto al patrón, señalándose, en un artículo con un sugerente título, que: "hemos ganado en consecuencia una gran fortuna moral y en el libro social de este año debemos anotar como balance 'el despertar de conciencia proletaria', como el más interesante dividendo del año"56.
La Unión Sindical se organizaba en torno a la Junta de Administración, que llevaba a cabo la labor ejecutiva, y al Comité de Relaciones, que coordinaba los "pactos de alianza" entre las diferentes organizaciones de panaderos del país. Estos pactos consistían en la coordinación de las acciones en pro de la defensa de los agremiados y la lucha en contra de los industriales panaderos. Sin embargo, un aspecto no menor era la tarea de regular el mercado de trabajo. Para ello cada gremio debía llevar un libro de registros, indicando el número de asociados que tenía. Así el panadero recibía un carné de reconocimiento, que servía como certificado para ser aceptado en las bolsas de trabajo manejadas por el gremio. Un libro de registro general estaba en manos del Comité de Relaciones, de tal manera que cuando un obrero sindicalizado quería trasladarse a otra localidad, recibía un certificado con el cual podía presentarse a la bolsa de trabajo del nuevo gremio y así obtener empleo57. Para lograr el objetivo de llevar un control del mercado de trabajo, el Comité de Relaciones realizaba estudios estadísticos sobre los sindicatos, las condiciones de trabajo, remuneraciones y, en general, sobre la condición de la industria en cada ciudad.
¿Fue la movilización en pro de la eliminación del trabajo nocturno en las panaderías la que ayudó a reforzar la unidad de un gremio históricamente falto de coordinación, o más bien fue el decreto de eliminación del trabajo nocturno lo que los motivó a reforzar una acción coordinada para batallar en defensa del triunfo logrado? Este aspecto no está del todo claro, por lo que volveremos a discutirlo al final de este artículo. Lo que sí está claro es que la lucha en pro de una legislación especial para el gremio, y su posterior aprobación, no hicieron más que marcar un punto de inflexión en torno a qué tipo de organización era y debía ser la Unión Sindical de Panificadores.
-- Fuente: HISTORIA Vol. 41, N° 2, julio-diciembre 2008: 495-532 ISSN 0073-2435
viernes, 1 de mayo de 2009
INVITACION DE LA MANCOMUNAL DEL PENSAMIENTO CRITICO
La Mancomunal del Pensamiento Crítico comienza a dotarse de las instancias necesarias para cumplir los objetivos trazados en su Declaración Inaugural.
Para este efecto, quienes hemos tomado la iniciativa de crear este centro de reflexión, estudio, debate y proposición de políticas que sirvan para alentar el rearme ideológico de los sectores populares en Chile, invitamos a todas las personas dispuestas a contribuir con su trabajo e ideas que ayuden a este propósito a una asamblea general que se realizará el SÁBADO 9 DE MAYO, a las 11 hrs., en el Auditorium Nº2 de la Universidad Bolivariana, Huérfanos 2940 (entre calles Libertad y Esperanza) (Estaciones de Metro: Quinta Normal o Cumming).
En esa oportunidad acordaremos los próximos pasos a seguir y nos dotaremos de las instancias orgánicas (grupos de trabajo) necesarias para la realización de nuestros propósitos.
Puedes hacer extensiva esta invitación a todas aquellas personas dispuestas a contribuir con su trabajo, ideas y propuestas para avanzar en el logro de los objetivos de la Mancomunal.
Fraternalmente,
Grupo de Iniciativa de la
Mancomunal del Pensamiento Crítico
Santiago, 29 de abril de 2009.
mancomunal@gmail.com
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